miércoles, 14 de diciembre de 2016

España en sus aceros

Yolanda Larrea Sánchez
Sábado, 10 de diciembre de 2016
Derechos de los animales: Cuando pensabas que no podíamos ser más bárbaros

Traspasamos fronteras. La mal llamada cultura española llega a todos los lugares. Esta vez ocurrió en un día de octubre. Spain una vez más era portada del ‘Daily Mirror’. El conocido rotativo alzaba así la voz contra lo que ellos consideraban una barbarie. Una macabra forma de entretenimiento que tiene lugar en cientos de puntos de la zona interior de nuestro país. Como se aprecia en la imagen, cazadores y aficionados persiguen al animal montados en todoterrenos mientras intentan lancearlo. Al final, el animal cae exhausto, y los valientes... asestan el golpe final. Es el llamado “rally de la muerte”.
Cuento esto porque este 10 de diciembre es el Día Internacional de los Derechos de los Animales. Derechos que no existen como tales en nuestro ordenamiento, mientras dignidades van desapareciendo entre lanzas, galgos colgados, fuegos y tremebundas fiestas de verano. Lo cierto es que cada día nos levantamos con noticias sobre perros, gatos y otros animales golpeados, ahogados o quemado. Es tal el maltrato que reciben en nuestro país que ha llegado a un punto en el que, como la muerte en el no-lugar acosado por la guerra, el horror se ha normalizado y ha pasado a ser constitutivo de la tradición y actualidad española. Que cada lector se pregunte cuántas de estas noticias aparecen cuando ojea la prensa. Que se pregunte cuántas veces no acceden a las mismas en su versión completa porque la asunción no implica nula sensibilidad y no leerlo puede hacer olvidarnos de que existe. Cuántos de ustedes han tenido un animal, un amigo, un compañero en casa que, tras un día horrible en el que nada salía, le ha recibido como si fuera lo más importante de esta vida. Para ellos, nosotros, los desmemoriados, siempre lo fuimos.
Hace un tiempo leía una entrevista de un conocido filósofo y político en el que se le preguntaba por estas cuestiones, seguramente no por deseo de instrucción, sino más bien por la largura del periodista y el consabido rechazo y por tanto repercusión que sus palabras producirían en gran parte de la sociedad. Así fue. Argumentaba que “solo un bárbaro no distinguiría entre un ser humano y un animal [...] Un perro sabe quién es su dueño porque le da comida, pero un perro no ama a nadie”.
Científicos de la Universidad de Emory (Atlanta) han realizado estudios mediante la utilización de imágenes por resonancia magnética funcional para el estudio de la cognición animal. Los resultados dejaron claro que estos no eran las meras ‘máquinas’ de Pávlov que quería hacer ver el filósofo: los perros eran capaces de experimentar por sus dueños emociones similares a lo que conocemos por amor y apego, mostrando un estímulo neuronal mucho más fuerte por estos que por la propia comida. Asimismo, está demostrado que tanto perros como gatos liberan una gran cantidad de oxitocina (la llamada hormona del amor) al ver y estar con las personas con las que conviven.
Por lo tanto, quizá, en verdad lo bárbaro sería pensar que en un país progresista, en pleno siglo XXI, pueda haber personas que se vanaglorien de infligir dolor a un animal por una cuestión supuestamente lúdica. Para ello es necesario que nuestra legislación les contemple como seres sintientes que, por tener sistema nervioso y por consiguiente poder ser receptores de dolor, han de ser protegidos mediante unos mínimos que aseguren su bienestar. Habrá personas que digan que no pueden tener derechos por el simple hecho de que no pueden tener deberes. Bien, un non-nato no tiene deberes, pero sí que tiene protección jurídica. Por lo menos, y utilizando un término muy de moda en estos días, lo mínimo que se puede pedir es que se les reconozca su singularidad. El Código Civil incluye a los animales entre los bienes muebles semovientes, al ser considerados “cosas”, objeto de apropiación, que pueden transportarse de un lugar a otro mediante su propio movimiento. Un cuerpo legal que fue promulgado en 1889 y que, respecto a esta cuestión, debería actualizarse ante las respuestas éticas de la sociedad actual. Por último, a nivel estatal se hace cada día más necesaria una ley marco que sirva para luchar contra el maltrato animal que atraviesa transversalmente nuestro país. Que imponga una base normativa que dote de uniformidad a lo establecido por cada comunidad autónoma, cuyas directrices suelen ser, en la mayoría de los casos, de una exigencia mínima y una funcionalidad estéril.
Podemos corromper el lenguaje. Utilizar otros términos que pretendan confundir la sensibilidad de las generaciones futuras. “Tradición”. “Arte”, quizá. “Bestias”, dirán. La única realidad es que la marca España está manchada de sangre. Y nuestra dignidad... esa puede que también. Lo decía Confucio: saber lo que es justo y no hacerlo es la peor de las cobardías.
Cuando pensabas, una vez más, que no podíamos ser más bárbaros.

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