domingo, 23 de abril de 2017

España; Desesperanza.

22/042017 
Enterarse de lo que se publica por el “caso Ignacio González” en la conocida como ‘Operación Lezo’, más allá de los titulares y de los comentarios interesados de amigos y enemigos en las redes sociales, me está sumiendo en la desesperanza.
No porque tuviera una fe ciega en la limpieza de las acciones de Ignacio González, para nada. Se debe, más bien, a un hecho que se me antoja incomprensible. ¿Cómo es posible que González estuviera tan salpicado de corrupción (siempre teniendo en cuenta las imputaciones de delitos que le hace el juez Eloy de Velasco de la Audiencia Nacional y tomándolas como ciertas, aunque estemos en un momento del procedimiento judicial en el que no tienen tal consideración) habiendo vivido, de primera mano, las consecuencias de las acciones de “su amigo”, Francisco Granados? ¿No aprendió nada del riesgo que se corre “haciendo las cosas mal”? Un poco más allá, ¿cómo se puede tener la cara dura de escribir artículos recientes sobre la corrupción en un medio como ‘La Razón’ cuando (presuntamente) se han cometido tantos y tan variados delitos?
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