martes, 30 de abril de 2013

FILOSOFIA VERDE II

Diario de información sobre la actualidad política, social, económica y eclesial 

Editorial

Editorial

La moral no salva ni a la economía

29/04/2013
Parece que hay un cambio. Ya era hora. La Asamblea anual del FMI celebrada hace unos días en Washington, la nueva política de Bruselas/Berlín hacia España y las primeras declaraciones del primer ministro Enrico Letta en Italia parecen certificar que la austeridad y el ajuste ya no se perciben como la única solución.
El FMI ha dejado claro en las reuniones que han tenido lugar en las capitales que la obsesión de Merkel por reducir el déficit rápido y a toda costa en el sur de Europa es muy peligrosa. Se ha producido un interesante debate sobre el papel de los bancos centrales en la crisis. Y, a pesar de los recelos del BCE, se ha llegado a cierto consenso sobre la conveniencia de seguir políticas como las que practican la Reserva Federal, el Banco de Japón y el Banco de Londres. Políticas para inyectar dinero en el sistema aun a riesgo de provocar más inflación o una nueva burbuja.
Berlín, a pesar de la cercanía de las elecciones de septiembre, ha consentido al Gobierno de Rajoy dos años más para reducir el déficit al 3 por ciento. Muy mal lo han visto para cambiar de criterio. Se han dado cuenta de que la medicina aplicada a Portugal, el buen discípulo, era un suicidio. Letta ha dicho desde el minuto cero que rechaza más recortes.
Afortunadamente cambian las tornas. Pero queda en el aire un discurso hipermoralizante que sostiene tanto la izquierda como la derecha. Las políticas de austeridad han estado acompañadas por una pública confesión de los pecados del pasado que se ha hecho algo patológica. Como en ciertas devociones poco equilibradas la memoria de la culpa se hace recurrente. Una y otra vez se repite que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. La izquierda insiste en que la codicia y la avaricia han dado al traste con todo. Y la derecha insiste en la falta de cultura del sacrificio, de meritocracia, de afán de superación. Unos y otros señalan que estamos ante una crisis de valores. Luego, cuando llega el momento de decir cuáles son esos valores y cómo es posible desarrollarlos, generalmente se hace el silencio.
En el cine es fácil seguir el rastro de esta especie de confesión general. Inside Job, el excelente documental de Charles Ferguson, nos contó la "exuberancia" de unas finanzas que se justificaban a sí mismas y que acabaron destruyendo la economía real. El Capital de Costa Gravas apuntaba en la misma dirección, aunque era menos redonda. Hemos tenido otro Wall Street de Olliver Stone. Margin Call de Chandor era, sin duda, mejor.
¿Y ahora? Probablemente todos los pecados económicos confesados son ciertos. ¿Ahora cómo seguimos? Estamos saturados de moral y de análisis. Se nota demasiado que gran parte de la economía moderna se ha construido sobre la base de una concepción negativa del hombre. El estatalismo se fundamenta en la necesidad de poner coto a las pulsiones destructivas. Y el liberalismo en el sueño de que el egoísmo privado puede transformarse, gracias a la mano invisible del mercado, en beneficio público. Pero en realidad la energía que mueve la vida económica se apoya en un principio positivo. Ante el reto de tener que resolver una necesidad, se dispara la capacidad de innovar, de crear, de encontrar recursos. Y ese movimiento es socializante, genera redes, confianza. Quizás haya que empezar por tener esto claro y por rescatar aquellas experiencias de cualquier sector que lo hagan evidente.
Mientras Europa sigue tumbada en el diván del psiquiatra, describiendo su culpa, Brasil, India, China, México, Rusia despliegan una capacidad de desarrollo sorprendente. Es verdad que es el crecimiento propio de países pobres que eran pobres y que cuando sus rentas se acerquen a las del Viejo Continente la velocidad de crucero disminuirá. Es verdad que sus desequilibrios y sus injusticias no son deseables. Pero lo que sí se puede aprender de ellos es el empuje, la energía que despliegan. Su capacidad para entrar rápido y con fuerza en los sectores más competitivos que generan empleo. Su avidez por la creación y el conocimiento. Ahí fuera hay un mundo vibrante, sometido a un fascinante proceso de mestizaje (también eso es energía), que está en expansión. Puede enseñarnos mucho.

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