Prometieron sangre en día de las elecciones, y la está habiendo.
En Karachi, la capital comercial de Pakistán, al menos diez personas
han muerto y otras treinta han resultado heridas en un atentado con
bomba frente a la sede del Partido Nacional Awami, formación de corte
secular.
Y en Peshawar, en el noroeste de Pakistán, ocho civiles y un policía
resultaron también heridos en otro atentado en un un colegio
electoral para mujeres, a las que se les está negando el acceso a las
urnas en esa zona del país, según fuentes oficiales.
En estas elecciones, las primeras en las que un gobierno civil y
democráticamente elegido agota legislatura, se espera el repunte de los
partidos islámicos más ortodoxos; el desgaste tras su paso por el
poder, del Partido Popular de Pakistán, de la dinastía Bhutto; y el
triunfo del conservador Nawaz Sharif, de la Liga Muslmana de Pakistán
aunque no se sabe hasta qué punto necesitará formar coalición con el
también conservador Imran Khan, del Movimiento por la Justicia.
Desde el mes de abril, los talibanes, contrarios a todo proceso democrático, han matado a más de cien personas.
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