domingo, 24 de abril de 2016

España y "La dignidad de mi gente" según Lucía Méndez Prada

Lucía Méndez Prada
@LuciaMendezEM
Periodista y madre

La dignidad de mi gente

23/04/2016 09:05

Anoche tuve un sueño. Yo era un editor de periódico de esta época con las ideas clarísimas sobre la revolución digital. Podía ver el futuro y bromear sobre las resistencias de esos periodistas. Pobres diablos arrollados por la tecnología, llorando sobre la leche derramada, sin saber que el mundo camina por la senda de los gatitos, los memes, los zascas y los virales. Era una sensación increíble, me sentía orgulloso de haber entendido todo. Encima de mi mesa descansaban, soberbios y satisfechos, los informes de consultoría que servían para cantarle las cuarenta a los ingenuos que -hay que joderse- se emocionan todavía con Todos los hombres del presidente. ¿A qué viene ese dramatismo? Venga, venga. Es necesario despedir a todos esos periodistas antiguos. No hay tiempo que perder si queremos sobrevivir nosotros, los que sabemos lo que hay que hacer y cómo hay que hacerlo. Acojamos con júbilo el modo digital first. Un mundo nuevo nos aguarda. Rediseñar cada día el negocio, mover las noticias, perseguir usuarios, buscar pinchazos sin desmayo. ¿A qué estáis esperando? ¡Movimiento, movimiento, movimiento...!

Aquí desperté gritando. "Pon la radio. Dimite Alfonso Guerra. Primer plano. Doce páginas y hay que cerrar a las diez, que va a nevar". Mi familia aún no se ha repuesto del susto, al verme en mitad del pasillo en posición contraria al avance de la historia y emulando a los ridículos luditas que destruían las máquinas para impedir los Eres salvajes de los obreros manuales.

Una vez recuperada la consciencia, me invadió la tristeza y la angustia de asistir a la larga y dolorosa decadencia de un oficio ejercido con alma. La misma angustia de mi gente: los periodistas que han hecho grande el diario y que ahora sólo pueden -sólo podemos- pedir que se nos despida con la dignidad que merecemos. El frío lenguaje PwC no es una forma decorosa de enterrar a nadie ni a nada. Qué menos que un respeto para los descarriados luditas.

He tomado prestada la idea y las palabras de una carta escrita por Edoardo Nesi a un economista forofo de la globalización. No la envió, pero la reproduce en el libro La historia de mi gente, donde relata con rabia y emoción el fin de la orgullosa industria textil italiana a manos de la globalización china. Su gente, como la mía, se merece un homenaje, ya que la suerte está echada.

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