Responsable del área de Igualdad de Podemos en la Comunidad de Madrid y diputada en la Asamblea. Escritora, activista feminista y lesbiana, blogera, expresidenta de la FELGTB
12/05/2016
Las opiniones que expresó el otro día la diputada de la CUP Anna Gabriel sobre la crianza son perfectamente corrientes en el feminismo. Y las anteriores sobre la menstruación, también. Los medios se lanzaron a convertirlas en hilarantes como suelen hacer con las cuestiones feministas que no entienden o que rechazan de plano. Cuando hablo de feminismo hago referencia a un movimiento social del que se sienten partícipes millones de mujeres y que ha cambiado el mundo; hago referencia también una teoría crítica de la sociedad que se habla de tú a tú con otras teorías críticas como el marxismo o el ecologismo, que está presente en las universidades, en la política, en las instituciones, en la cultura. Y en la que discutir, teorizar, escribir, hablar, sobre los modelos de crianza es no sólo normal, sino necesario en tanto que éste es un asunto fundamental para las mujeres. Y además las mujeres somos más de la mitad de la población de cualquier país, por lo que los asuntos que afectan a nuestras vidas son, deberían ser, asuntos de consideración general para el conjunto de la ciudadanía. Naturalmente no es así.Como ya han puesto de manifiesto las teóricas feministas el feminismo siempre ha estado en tensión con la democracia en tanto que desde su mismo origen el sujeto de la misma, que es el ciudadano, es eso, ciudadano, y no ciudadana. El feminismo ha puesto de manifiesto que la ciudadanía que se construye en la Ilustración es una ciudadanía exclusivamente masculina (y blanca, y heterosexual, y capacitista…). La Ilustración, que proclamó la universalidad de los derechos del hombre, excluyó explícitamente de esta supuesta universalidad a la mitad de la humanidad, aunque fue, al mismo tiempo, la condición de posibilidad de su reivindicación. Quienes se atrevieron en aquel momento a hacer constar la paradoja y contradicción de la proclamación de unos derechos y de una ciudadanía vinculada a los mismos que se proclaman universales al tiempo que excluyen a la mitad de la humanidad, se dejaron mucho, incluso la vida, en el empeño.
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