lunes, 2 de mayo de 2016

España volverá a sufrir un fortisimo recorte

Jorge Batista Prats
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona y Master en Periodismo y Comunicación por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Fue Jefe de la Sección Política del periódicoCanarias 7, Jefe y analista de la Sección de Economía del periódico La Provincia, Jefe de las secciones Nacional, Internacional, Edición y Cierre de La Opinión de Murcia, Corresponsal y analista económico en Canarias del periódico La Gaceta de los Negocios, Director del diario La Tribuna de Marbella, Jefe del Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Director del diario La Gaceta de Las Palmas, Cofundador y director del peridico digital CanariasAhora.com. Director del Canal Canarias de la productora Media Report y Director de la Televisión Canaria Internacional. Como escritor, ha publicado cinco libros.
La hecatombe económica que se avecina

02/05/2016

Relata el Génesis que Matusalén, abuelo de Noé el del Arca de la Alianza (otra distinta a la de Zapatero), vivió 969 años. Y yo, que fui de los que estudió Historia Sagrada sin ser ningún meapilas, recordé que, aunque ese ancianito casi llega a los diez siglos, no fue el único gran vejestorio. Su vida se desarrolló en un entorno de hombres tan longevos que hubieran conseguido, de estar por aquí, dejar a Christine Lagarde con la cabeza girando como un trompo o como la testa diabólica de la niña del exorcista. De Noé mismo, se cuenta que llegó a las 950 primaveras y Adán, a pesar de mordisquear la manzana que le regaló Eva – eso de llevar una costilla robada une mucho – y que a su chica le pasó una serpiente que ni era boa ni pitón sino Lucifer, disfrutó de 930 años de existencia. Ya en aquellos tiempos todo se desarrollaba con bastante similitud a los que vivimos hoy. A lo bestia. Tanto es así, que el primer asesinato, un fratricidio concretamente, lo comete Caín, quien liquida a su hermano Abel de fuerte rebencazo con la quijada de un asno, pollino o borrico. Lo mismo que hizo posteriormente Al Capone en una reunión de capos de la mafia con un jefe de familia que lo traía negro. Pese a que Al había encargado a uno de sus gansters una quijada similar a la de Caín, aquel no la encontró en todo Chicago. De modo que usó un bate de baseball, palito que tiene gran predicamento entre los skin heads y las bandas nazis que van al fútbol.

Al parecer, antes del Diluvio Universal, la gente vivía siglos como si cualquier cosa, lo que me hace presumir que el sistema de pensiones funcionaba perfectamente. Cuenta el escritor, abogado, periodista y muchas cosas más José María Iribarren, en su libro El porqué de los dichos, que el pintor Acisclo Antonio Palomino le comentó en una ocasión que en el Hospital General de Madrid existió en el siglo XVIII una sala de carracos, sala que estaba dedicada a aquellos que cumplían y cumplían años y no se morían ni de coña. No era un geriátrico ni un espacio para enfermos terminales sino para vividores. El vocablo carraco viene o va de Carracuca, personaje que no se sabe si fue un cántabro o sólo existió en el imaginario popular, prolongándose su nombre hasta hoy. Carracuca es un comodín en esto del habla. Mientras que se suele escuchar habitualmente más viejo que Matusalén, en el caso del carraco Carracuca, las expresiones son mucho más variadas, aparte de las referidas a la vejez: “Eres más feo que Carracuca”, “paso más hambre que Carracuca”, “era más tonto que Carracuca” … La cuestión es que, aunque la población va viviendo cada vez más, a menos que se desate otro diluvio tras la dimisión del ministro en funciones José Manuel Soria, diluvio que cambiaría el paradigma, no parece que el hombre vaya acarracuquearse o matusalenarse a corto plazo.
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