«La estrategia de asfixiar a Madrid aplicando el estado de alarma se le puede volver en contra».
Catón el Censor o el Mayor finalizaba invariablemente todos sus discursos en el Senado antes de la Tercera Guerra Púnica con el terrible Ceterum autem censeo Carthaginem esse delendam («Además, considero que Cartago debe ser destruida») o su versión más breve Cartago delenda est que, como se sabe, significa «Cartago debe ser destruida» que es la que ha llegado con mayor fortuna hasta nuestros días. El belicoso senador expresaba con esta frase el profundo rencor y odio que tenían los romanos contra los cartagineses a los que se enfrentaron por el dominio del Mediterráneo en las tres guerras púnicas. La segunda fue la invasión de Aníbal a la península itálica que bien pudo haber acabado con Roma, pero la República fue capaz de levantar legión tras legión hasta que Escipión lo derrotó en Zama cerca de Cartago. Tras la victoria, Roma impuso unas condiciones muy humillantes, pero no serían suficientes. Habría un último enfrentamiento que comportó la destrucción de la ciudad y la muerte o esclavitud de sus habitantes. Durante años ni siquiera se permitió que alguien pudiera habitar en el antiguo perímetro. Fue el final de la orgullosa y próspera ciudad Estado fenicia que se atrevió a rivalizar con Roma y ésta se encargó de hacer que desapareciera. Esta eliminación total del adversario es lo que quiere lograr en el terreno político el gobierno social-comunista con la comunidad gobernada por el centro derecha. Seguir leyendo>>
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