jueves, 17 de diciembre de 2020

España: La opinión del periodista Ángel Alonso Giménez, delegado de EFE en Aragón, sobre Casado, el líder del PP.

17/12/2020
Casado no tiene el poder en el PP (pero es probable que así le vaya bien).
El líder de los populares ha fiado su oposición a la gestión de los barones autonómicos y alcaldes de su partido. Si les va bien, las expectativas electorales de Casado serán mejores.
El líder del PP, Pablo Casado, cree que el declive de Pedro Sánchez ya ha empezado y que no parará durante la legislatura. No es sencillo explicar la tendencia cuando el Gobierno de coalición se ha instalado en una mayoría parlamentaria de casi 190 escaños y las tres fuerzas de la derecha conviven a duras penas, robándose terreno entre ellas. En el entorno del líder, señalan que la alianza en el Congreso con ERC y EH Bildu es una trampa. Es probable que el partido catalán gobierne en Cataluña después de las próximas elecciones y que reviva la tensión por la independencia, incluso en la mesa de diálogo. La formación vasca la lidera Arnaldo Otegi, factor más que suficiente para desgastar al PSOE, en opinión de una dirigente popular.
El presidente del Partido Popular decidió en la moción de censura de Santiago Abascal qué quiere ser de mayor. El camino que tiene por delante sigue siendo sombrío. Para sortear los obstáculos y mantener el ritmo, ha optado por rodearse de sus únicos aliados posibles en este momento: los barones y los alcaldes.

De Ayuso a Azcón. De Madrid a Zaragoza
No hace mucho, Casado estuvo con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y dijo que era su modelo. No lo dijo en la inauguración del Hospital Isabel Zendal para no derrapar, que el acto fue de alto riesgo. El pasado día 2, en Sevilla, tras estar en el despacho de Juanma Moreno en San Telmo, repitió más o menos el mismo mensaje. Hace un mes, viajó a Zaragoza y paseó por la ciudad con su alcalde, Jorge Azcón. Tal y como informó Paloma Esteban en El Confidencial, el líder del PP quiere dejarse ver con los barones de su formación y con los alcaldes, y reforzar la consigna que exprimió Mariano Rajoy antes de llegar a presidir el Gobierno en 2011: el PP sabe gestionar; los demás, no.

'Los demás' son, básicamente, el PSOE y Vox. Para los populares, una gestión de puño y rosa es una gestión que aboca al desastre. Aunque los fondos europeos beneficiarán tanto a Juanma Moreno como a Francina Armengol, el partido de Pablo Casado ya pregona que con los socialistas al mando solo puede esperarse una crisis más. Vox, por su parte, no tiene experiencia de gestión, y para el PP, mejor que no la tenga. La portavoz del grupo parlamentario en el Congreso, Cuca Gamarra, será la encargada de arrinconar a las siglas de Abascal en el histrionismo y en el extrarradio del sistema, pero no estará sola: el presidente andaluz ya ha dejado entrever que no quiere saber nada de esas siglas hasta el final de su legislatura.

Vengan como vengan los fondos Next Generation de Bruselas, es probable que la crisis deje heridas que cicatricen fácil, pero también que el daño se vuelva crónico. Mientras se disipan los temores hacia uno u otro lado, Sánchez gobernará con el dopaje europeo, igual que gobernarán Alberto Núñez Feijóo (Galicia) o Fernando López Miras (Murcia). Esta necesidad de resistencia-supervivencia es la garantía de que no habrá un brusco adelanto electoral. La llamada a las urnas se escucha muy a lo lejos, en 2023, un año en el que a España le toca presidencia rotatoria de la UE. Los meses que vienen son el tiempo que Casado quiere invertir en sus barones y alcaldes, en lo que hacen y en cómo lo hacen. El poder lo tienen ellos/as, y si les va bien, puede que a Casado también. El plan ha empezado a fraguarse con la ley Celaá.
Éxito o fracaso, sin punto medio
Un diputado del PP, amigo de Casado desde hace muchos años, vaticina que en el PSOE y Unidas Podemos se esforzarán en confundir a su jefe con Ayuso y con José Luis Martínez-Almeida, en un intento de que le salpique la polémica. Es algo que en gran medida está ocurriendo ya. Engrandecer a Ayuso para empequeñecer a Casado, esa es la idea. "Pero no funcionará —matiza el diputado—, porque Isabel es una apuesta personal de Pablo; su gran apuesta. Si ella crece, Pablo crece". Pero... ¿Y si ella no crece?

La conexión Isabel-Pablo o Pablo-Isabel viene de lejos. Los que quieren torpedear esta relación quizá deban saber que la amistad procede de antes de que el actual líder del PP fuera el líder de Nuevas Generaciones en Madrid. En la primera década de este siglo, empezó a fraguarse la conexión entre ambos, y de estos con Ana Camins y Alfonso Serrano, los principales apoyos de la presidenta en el partido (autonómico) y en el grupo parlamentario, respectivamente. Nada indica que la sintonía se haya roto, sostienen fuentes del PP madrileño.

Si a Ayuso le va mal, a Casado también. Este es el riesgo obvio. Igual que si le va mal a Moreno en Andalucía e incluso a Feijóo en Galicia. Aunque el presidente de la Xunta es el alto cargo más distanciado de Génova en estos momentos, nadie se atreve ni a carraspear tras decir su nombre. Casado sabe que el factor Feijóo le resultará crucial.

No hay punto medio en el plan, no hay grises. Pero es la apuesta de Casado. El poder del PP no está ahora en la séptima planta de la sede de la calle Génova. Se ha repartido por casi toda la Península. Puede salirle bien.

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