17/06/2021 Irene Fernández Novo |
Laboratorios como el suyo (P4) realizan experimentos de "ganancia de función": modificar virus para saber cómo pueden evolucionar.
Shi Zengli es subdirectora del laboratorio de alta seguridad biológica de Wuhan y probablemente, la mayor experta del mundo en coronavirus de murciélagos, algo que le ha valido el apodo de “mujer murciélago”. Al comienzo de la pandemia, cuando todos nos preguntábamos de dónde había salido este coronavirus, fue una de las personas más buscadas. Año y medio después, seguimos preguntándonoslo, y todas las miradas se vuelven de nuevo hacia ella. ¿Por qué?
Porque la teoría de que este virus hubiera podido “escapar” de su laboratorio –que está en Wuhan, la misma ciudad donde comenzó la pandemia- vuelve a estar sobre la mesa. Ante la falta de certezas al respecto, ha abandonado el terreno conspiranoico y ahora se considera una hipótesis más.
Hace un mes, 18 reputados científicos estadounidenses publicaron una carta en Science en la que pedían una investigación transparente de todos los escenarios factibles, incluyendo una fuga de laboratorio. ¿Qué dice ella al respecto?
El enfado de Shi Zengli: "Esto no es ciencia, es desconfianza".
No es fácil hablar con Shi Zengli, pero el New York Times lo ha conseguido. “¿Cómo se supone que se pueden ofrecer pruebas de algo de lo que no hay pruebas?”, ha declarado al diario estadounidense, al parecer visiblemente enfadada por las informaciones publicadas sobre la hipótesis de la fuga del virus. “No sé cómo el mundo ha llegado a esto, a ensuciar constantemente a una científica inocente”.
Puede que en ello haya influido la opacidad de China al respecto. Su negativa, por ejemplo, a permitir una investigación independiente en su laboratorio, o a compartir los datos de sus investigaciones con coronavirus. Ello ha alimentado las sospechas sobre el hecho de que la pandemia se originara en la misma ciudad que alberga un laboratorio de referencia mundial en los coronavirus de murciélagos.
Después de la breve conversación con la científica china, y ya en entrevista por correo electrónico con el diario estadounidense, Shi Zengli denuncia que las sospechas acerca de un posible escape del virus son infundadas. Y ha desmentido también las acusaciones de que varios de sus colegas podrían haber enfermado con síntomas muy parecidos a la covid, justo antes de que el gobierno chino informara oficialmente del brote. Todas esas informaciones apuntaban a que el virus podía haberse escapado, o filtrado, desde el laboratorio, quizás al infectar a un trabajador.
En la entrevista con el New York Times, Shi asegura que tanto ella y como el instituto han sido abiertos con la OMS y con la comunidad científica mundial. “Esto ya no es una cuestión de ciencia, es una especulación basada en la más absoluta desconfianza”.
De referencia mundial en coronavirus a "sospechosa".
Shi, de 57 años, lleva casi dos décadas en la vanguardia de la investigación con coronavirus, desde que centró su trabajo en ellos en 2004, tras el primer SARS. En 2019, antes de la pandemia, fue una de los 109 científicos seleccionados para ingresar en la Academia Estadounidense de Microbiología, por sus contribuciones en este campo.
En el Instituto de Virología de Wuhan, la viróloga dirige los trabajos sobre enfermedades infecciosas emergentes. Durante años, ella y su equipo han explorado miles de cuevas y han recogido más de 10.000 muestras de murciélagos de toda China. Sus trabajos, publicados en las mejores revistas científicas del mundo, han sido referencia en este campo. Y han advertido siempre, por cierto, del riesgo de un posible salto de estos virus a los humanos.
Entre todas esas muestras recogidas y analizadas en su laboratorio, está el coronavirus RaTG13, que comparte el 96,2% de su material genético con el SARS-CoV-2. Es, hasta la fecha, el virus de murciélago más cercano genéticamente al SARS-CoV-2. Aunque se acaba de encontrar otro también muy similar, que "en algunas regiones genéticas concretas sería el pariente más cercano del SARS-CoV-2 identificado hasta ahora".
Esas decenas de miles de muestras les permiten investigar cómo estos virus saltan de los animales a los humanos. Y para poder aprender eso, precisamente, es por lo que laboratorios como el suyo -que cuentan con el máximo nivel de seguridad biológica (P4)- están capacitados para modificar estos virus genéticamente. Entre otras cosas, pueden hacerlos más virulentos y letales. Con fines científicos siempre, claro, y severos controles de su trabajo, como explicaba recientemente en NIUS el virólogo Antonio Alcamí, que trabaja con SARS-CoV-2 en un laboratorio de alta seguridad biológica. Lo habitual, explicaba Alcamí, es modificarlos para atenuarlos, no para hacerlos más virulentos.
En 2017, investigando sobre el origen del primer SARS, Shi y su equipo del laboratorio de Wuhan publicaron un artículo sobre uno de estos experimentos de modificación genética. Habían creado nuevos coronavirus de murciélago híbridos, combinando partes de varios para estudiar su capacidad de infectar y replicarse en células humanas.
Entre el riesgo y el beneficio: ¿qué es la ganancia de función?
Los defensores de este tipo de investigaciones -las que alteran las características de un virus para poder conocerlo mejor- aseguran que son importantes para estar preparados de cara a evitar futuras pandemias. Pero muchos otros advierten de que los riesgos de crear nuevos patógenos más peligrosos para los humanos pueden ser mayores que los posibles beneficios. El tema es controvertido y hay un debate abierto desde hace años. Algunos científicos utilizan ahora la hipótesis de la fuga del laboratorio de Wuhan para exigir un mayor control de estos experimentos, denominados de “ganancia de función”.
Se trata de una técnica hasta cierto punto común en los laboratorios que cuentan con la máxima seguridad biológica, y el objetivo es tratar de anticiparse a lo que eventualmente pueda suceder de forma natural, tratar de ir un paso por delante del patógeno. Acelerar las cosas en el laboratorio brinda la oportunidad única a los investigadores de saber sobre cómo podría evolucionar un virus.
Se aplica desde la investigación con la ratones hasta, por ejemplo, los trabajos con el virus del sarampión. Pero las modificaciones genéticas que suscitan los mayores temores son aquellas que crean mutaciones para investigar cómo un patógeno consigue ser más contagioso o más letal. Porque al hacerlo, se pueden crear virus en el laboratorio con capacidades que no tienen en la naturaleza.
Accidentes y moratoria en EE.UU.
En 2011, científicos estadounidenses lo hicieron con el virus de la gripe aviar, el H5N1. Generaron una versión capaz de transmitirse por el aire entre hurones, algo que no puede hacer el virus salvaje. El hecho de haber conseguido facilitar la transmisión de mamífero a mamífero hizo sonar todas las alarmas y abrió un debate en EE.UU. que acabó desembocando en la aprobación de una moratoria a este tipo de experimentos en 2014.
Uno de sus principales impulsores fue el prestigioso epidemiólogo estadounidense Marc Lipstich, de la Escuela de Salud Pública de Harvard. "Tenía la opinión de que los beneficios eran muy pequeños (comparados con los riesgos) y todavía tengo esa opinión", explica en este artículo de Scientific American.
Lipstich reconoce que saber qué es lo que hace que un patógeno sea más peligroso permite enfrentarse mejor a él y que hay claros beneficios de este tipo de investigaciones para la salud pública. Pero cree que hay que equilibrar esos beneficios potenciales con los riesgos que pueden suponer, también para la salud pública. Y “ése cálculo debe hacerse caso por caso, asegura. “No hay una respuesta única para todos”.
Porque el error humano existe. En 2014 hubo varios accidentes en laboratorios de alta seguridad biológica de EE.UU. No estuvieron relacionados con experimentos de ganancia de función, pero mostraron la amenaza potencial que suponen las investigaciones en este tipo de laboratorios. La moratoria impuesta ese año se levantó en 2017. Las condiciones para aprobar estas investigaciones ya incluían mejoras en las medidas de seguridad y más requisitos que antes.
Shi Zengli: "No aumentamos la virulencia de los virus".
Actualmente, EE.UU. tiene 13 laboratorios P4 de los 50 que hay en el mundo, capacitados para realizar este tipo de experimentos de ganancia de función. China tiene dos, uno de ellos el de Wuhan. Aunque la investigación sobre el nuevo coronavirus se lleva a cabo también en laboratorios de un nivel inferior, los P3, en general sólo los P4 pueden realizar estos experimentos.
En la entrevista con el New York Times, Shi asegura que sus experimentos difieren del trabajo de ganancia de función y explica su objetivo no era conseguir un virus más peligroso, sino entender cómo podía saltar a través de distintas especies.
"Mi laboratorio nunca ha llevado a cabo ni ha colaborado en la realización de experimentos de ganancia de función que aumenten la virulencia de los virus”, asegura al diario estadounidense. “Estoy segura de que no hice nada malo, así que no tengo nada que temer”.
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