EL PAÍS 19/08/2021 |
Los investigadores italianos llevan tiempo alertando del creciente interés por España de las distintas mafias del país transalpino y en especial de la Camorra y de la ‘Ndrangheta, que controla el tráfico de cocaína en Europa. Aunque este fenómeno no es nuevo, la pandemia ha supuesto una nueva oportunidad para ahondar las raíces de la malavita en suelo español. El fiscal de Palermo Francesco Lo Voi sostiene que los clanes aprovecharán la crisis provocada por la pandemia para comprar empresas en quiebra del sector turístico de todo el continente, en particular en el litoral español y en Francia. “Las crisis son siempre una oportunidad, sobre todo para quien, como las mafias, tiene sumas ingentes de dinero para invertir y gastar. La mafia ha adquirido capacidad empresarial y una mentalidad de holding”, apunta Gian Maria Fara, presidente del Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (Eurispes), con sede en Roma.
Las inversiones, sobre todo en el mercado inmobiliario o en el sector turístico con la compra de hoteles, mediante empresas fantasma o testaferros, son para las mafias el mejor método para camuflar en la economía legal el dinero procedente de la droga. No son operaciones demasiado complicadas en gran parte de Europa. “Es una ventaja para los delincuentes y un problema para quien los combate”, valora Antonio Nicaso, un reconocido experto en la mafia calabresa. Y agrega: “El ladrillo en la mentalidad de los narcos sigue siendo una reserva de valores que garantiza que no se pierda la inversión inicial”.
Atractivo de España
El atractivo de España para el crimen organizado se explica por la confluencia de varios factores, entre los que destaca su posición estratégica como nexo con Latinoamérica y África para el tráfico de estupefacientes, su justicia garantista y un sistema penitenciario menos severo que en Italia o Colombia, el idioma y la cultura afín para italianos y latinoamericanos, o las posibilidades que ofrece para el lavado de dinero. “España es un gran bazar del narcotráfico donde se concentran intereses de muchas organizaciones criminales. Nos percatamos de su importancia estratégica durante el primer confinamiento, cuando se constató una especie de diversificación de las rutas de la droga. Mientras que a Italia llegaron menos cargamentos, las descargas en España se multiplicaron”, señala Nicaso.
Y cita varias operaciones en las que la policía confiscó miles de kilos de hachís y cocaína entre marzo y mayo de 2020 en lugares como Cádiz, Algeciras, Galicia, Valencia, Barcelona o Málaga. “Hay quien dice que la Costa del Sol podría definirse como ‘la cosca del sol’ [en alusión al término italiano que se utiliza para nombrar a los clanes o bandas mafiosas]”, ironiza Isaia Sales, escritor y profesor de historia de las mafias, especializado en la Camorra. Y repasa el elenco infinito de jefes camorristas detenidos en España y que incluye, entre otros, a Raffaele Amato, acusado de ocho homicidios, apodado El Español porque controlaba el tráfico de cocaína entre Galicia e Italia y que huyó a España en 2005 después de provocar una guerra entre clanes en Nápoles que se saldó con 60 muertes; Pasquale Brunese, que se ocultaba en Valencia, donde trabajaba, con un nombre falso, en un restaurante cerca del mar; Lucio Morrone, detenido mientras iba a retirar dinero a una oficina postal de Benalmádena, o Patrizio Bosti, impulsor de un macrogrupo criminal que aunaba a varios clanes de la Camorra, entre ellos, el de los Licciardi, que dirige Maria Licciardi, la madrina arrestada la semana pasada en Roma cuando iba a viajar a Málaga.
“Los huidos de la justicia italiana ven España como un lugar acogedor, se sienten a gusto, pueden entender el idioma y llevar a sus familiares fácilmente”, agrega Sales. “El hecho de que un capo calabrés haya sido capturado en Madrid indica que las mafias están infiltradas en el territorio: hay un control, una red de protección que permite que las figuras principales se escondan. Esto ocurre en el corazón de Europa, no en lugares inconmensurables donde el grado de atención y control es mucho menor, como en los países latinoamericanos, por ejemplo”, desgrana Fara, especializado en fenómenos mafiosos en Italia y fuera de ella.
España, en lo estratégico, es uno de los países más importantes para el tráfico de estupefacientes y uno de los principales puntos de entrada a Europa para la cocaína procedente de América Latina y el hachís de África. “España garantiza contactos con quien gestiona el narcotráfico colombiano, las mafias se encuentran en suelo español para definir y cerrar negociaciones, sellar alianzas, planificar el reparto de la mercancía por Europa y gestionar las inmensas riquezas del narcotráfico”, explica Nicaso, también autor de numerosos libros especializados, algunos junto con el magistrado Nicola Gratteri, como Hermanos de sangre. Y agrega: “Es también una especie de laboratorio del crimen organizado donde las bandas intercambian experiencias y desarrollan experimentos, como el cada vez más frecuente de permutar hachís marroquí por cocaína colombiana, por ejemplo”. Habla también de un microcosmos criminal “donde los narcos hablan una lengua común, se entienden independientemente de su procedencia, como si hubieran inventado una especie de esperanto criminal”, y apostilla: “Es un caso digno de estudio”.
Fuera de las fronteras italianas se da un fenómeno curioso: bandas que habitualmente son enemigas o que están enzarzadas en sangrientas guerras en territorio italiano, en España son aliadas y colaboran. “Se consideran emprendedores que van a hacer negocios al extranjero, la violencia la utilizan en Italia, mientras que en España reina la calma, es su condición fundamental para estar tranquilos y pasar inadvertidos”, apunta Sales.
Los mafiosos y narcotraficantes ven en España también una oportunidad para refugiarse de la justicia de sus países y, en todo caso, prefieren el sistema penitenciario español, más benévolo que el rígido 41 bis italiano por ejemplo, que prácticamente supone un régimen de aislamiento para los condenados por mafiosos. De hecho, Maurizio Prestieri, uno de los grandes capos de la Camorra, acusado de haber organizado más de 30 asesinatos, detenido en Marbella en 2003 y que después de cuatro años en prisión decidió colaborar con la justicia y destapar los entresijos de los clanes, definió la cárcel española como “una ciudad de vacaciones con todo incluido”.
El fiscal antimafia Nicola Gratteri, que ha instruido en Calabria el mayor proceso contra el crimen organizado en Italia desde los años ochenta, ha señalado que el problema de las mafias es “un drama europeo” y no solo italiano. “Europa no está a la altura para combatir a las mafias y el lavado de dinero. Si salgo de Italia con dos maletas llenas de euros y voy a otro país a comprar un coche de 80.000 euros en efectivo y luego vuelvo a Italia, nadie me pregunta de dónde he sacado ese dinero”, ha señalado. Y ha definido a Europa como “una gran pradera” para el crimen organizado que descuida la seguridad. “El resto de Estados no quieren reconocer que hay mafias allí. Decir que hay mafias significa desanimar a los inversores extranjeros”, ha criticado.
El subdirector de la Policía, Vittorio Rizzi, ha anunciado recientemente que Italia pretende poner al servicio de sus socios comunitarios su experiencia en la lucha contra las mafias y que para ello los ha invitado a Roma. “El arsenal de instrumentos que tiene nuestro país contra las mafias es muy eficaz. El problema es ver qué pasará en otros países y si están preparados para soportar este embate”, ha lanzado.
Y cita varias operaciones en las que la policía confiscó miles de kilos de hachís y cocaína entre marzo y mayo de 2020 en lugares como Cádiz, Algeciras, Galicia, Valencia, Barcelona o Málaga. “Hay quien dice que la Costa del Sol podría definirse como ‘la cosca del sol’ [en alusión al término italiano que se utiliza para nombrar a los clanes o bandas mafiosas]”, ironiza Isaia Sales, escritor y profesor de historia de las mafias, especializado en la Camorra. Y repasa el elenco infinito de jefes camorristas detenidos en España y que incluye, entre otros, a Raffaele Amato, acusado de ocho homicidios, apodado El Español porque controlaba el tráfico de cocaína entre Galicia e Italia y que huyó a España en 2005 después de provocar una guerra entre clanes en Nápoles que se saldó con 60 muertes; Pasquale Brunese, que se ocultaba en Valencia, donde trabajaba, con un nombre falso, en un restaurante cerca del mar; Lucio Morrone, detenido mientras iba a retirar dinero a una oficina postal de Benalmádena, o Patrizio Bosti, impulsor de un macrogrupo criminal que aunaba a varios clanes de la Camorra, entre ellos, el de los Licciardi, que dirige Maria Licciardi, la madrina arrestada la semana pasada en Roma cuando iba a viajar a Málaga.
“Los huidos de la justicia italiana ven España como un lugar acogedor, se sienten a gusto, pueden entender el idioma y llevar a sus familiares fácilmente”, agrega Sales. “El hecho de que un capo calabrés haya sido capturado en Madrid indica que las mafias están infiltradas en el territorio: hay un control, una red de protección que permite que las figuras principales se escondan. Esto ocurre en el corazón de Europa, no en lugares inconmensurables donde el grado de atención y control es mucho menor, como en los países latinoamericanos, por ejemplo”, desgrana Fara, especializado en fenómenos mafiosos en Italia y fuera de ella.
España, en lo estratégico, es uno de los países más importantes para el tráfico de estupefacientes y uno de los principales puntos de entrada a Europa para la cocaína procedente de América Latina y el hachís de África. “España garantiza contactos con quien gestiona el narcotráfico colombiano, las mafias se encuentran en suelo español para definir y cerrar negociaciones, sellar alianzas, planificar el reparto de la mercancía por Europa y gestionar las inmensas riquezas del narcotráfico”, explica Nicaso, también autor de numerosos libros especializados, algunos junto con el magistrado Nicola Gratteri, como Hermanos de sangre. Y agrega: “Es también una especie de laboratorio del crimen organizado donde las bandas intercambian experiencias y desarrollan experimentos, como el cada vez más frecuente de permutar hachís marroquí por cocaína colombiana, por ejemplo”. Habla también de un microcosmos criminal “donde los narcos hablan una lengua común, se entienden independientemente de su procedencia, como si hubieran inventado una especie de esperanto criminal”, y apostilla: “Es un caso digno de estudio”.
Fuera de las fronteras italianas se da un fenómeno curioso: bandas que habitualmente son enemigas o que están enzarzadas en sangrientas guerras en territorio italiano, en España son aliadas y colaboran. “Se consideran emprendedores que van a hacer negocios al extranjero, la violencia la utilizan en Italia, mientras que en España reina la calma, es su condición fundamental para estar tranquilos y pasar inadvertidos”, apunta Sales.
Los mafiosos y narcotraficantes ven en España también una oportunidad para refugiarse de la justicia de sus países y, en todo caso, prefieren el sistema penitenciario español, más benévolo que el rígido 41 bis italiano por ejemplo, que prácticamente supone un régimen de aislamiento para los condenados por mafiosos. De hecho, Maurizio Prestieri, uno de los grandes capos de la Camorra, acusado de haber organizado más de 30 asesinatos, detenido en Marbella en 2003 y que después de cuatro años en prisión decidió colaborar con la justicia y destapar los entresijos de los clanes, definió la cárcel española como “una ciudad de vacaciones con todo incluido”.
El fiscal antimafia Nicola Gratteri, que ha instruido en Calabria el mayor proceso contra el crimen organizado en Italia desde los años ochenta, ha señalado que el problema de las mafias es “un drama europeo” y no solo italiano. “Europa no está a la altura para combatir a las mafias y el lavado de dinero. Si salgo de Italia con dos maletas llenas de euros y voy a otro país a comprar un coche de 80.000 euros en efectivo y luego vuelvo a Italia, nadie me pregunta de dónde he sacado ese dinero”, ha señalado. Y ha definido a Europa como “una gran pradera” para el crimen organizado que descuida la seguridad. “El resto de Estados no quieren reconocer que hay mafias allí. Decir que hay mafias significa desanimar a los inversores extranjeros”, ha criticado.
El subdirector de la Policía, Vittorio Rizzi, ha anunciado recientemente que Italia pretende poner al servicio de sus socios comunitarios su experiencia en la lucha contra las mafias y que para ello los ha invitado a Roma. “El arsenal de instrumentos que tiene nuestro país contra las mafias es muy eficaz. El problema es ver qué pasará en otros países y si están preparados para soportar este embate”, ha lanzado.
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