29/07/2022 Beatriz de Majo |
En esa década y media Alemania fue generando un entramado de relaciones comerciales, económicas y tecnológicas que redundó en que las empresas de la poderosa nación alemana se vieran a cada paso más imbricadas en las relaciones con sus socias chinas. Son muchos los que aseguran que si Berlín fue capaz de sobreponer el descalabro económico producido por el frenazo mundial de la COVID, se lo debió a la fortaleza de su comercio con el gigante asiático.
Ello no fue, sin embargo, sin precio. Todo un enfoque conciliador-tolerante y permisivo – de la Cancillera ante el régimen autocrático, fue el piso que hizo posible la construcción de ese sólido andamiaje. La campaña electoral para designar a la sucesión de la lideresa Merkel fue el momento para comenzar a poner sobre la mesa una nueva manera de hacer las cosas en política externa. Lo que se debate, tras la designación de Olaf Scholtz y la suscripción del acuerdo de nuevo gobierno entre socialdemócratas, verdes y liberales, es cuál debe ser punto de equilibrio estratégico entre una buena y floreciente relación de índole económica entre las dos potencias y las exigencias universales de respeto a los derechos de los individuos. Seguir leyendo>>
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