01/11/2022 Carmen Rengel |
En un país polarizado, estancado por la falta de estabilidad institucional, se habla poco de programas y apuestas. Todo se reduce a lo de siempre, si Netanyahu debe mandar.
Esta noticia abre con dos fotografías, pero en realidad sólo uno de los dos hombres que muestran es el que lo protagoniza todo, el que inclina la balanza. El otro, si acaso, se beneficiará de su tropiezo. Y es que Israel vota de nuevo este martes, en sus quintas elecciones en tres años y medio, haciendo frente a la pregunta eterna, invariable: ¿con Benjamin Netanyahu sí o con Benjamin Netanyahu no?
Prácticamente no hay más. Los ciudadanos tienen problemas cotidianos como el menguante poder adquisitivo, se acrecientan las tensiones internas por la religiosidad al alza, el conflicto con los palestinos ya es viejo de 74 años y hay un acuerdo nuclear con Irán por renovar, por ejemplo, pero de casi nada se habla con precisión, con apuestas, con programas. Se reduce todo al conmigo o contra mí y esa polarización es la que hace que, según las encuestas, se augure un nuevo empate técnico que abocaría al país, otra vez, a elecciones. Un bucle que no puede resolver un hipotético Gobierno de unidad, porque las partes están tan peleadas entre sí que la suma por el bien de todos se hace imposible.
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