LOS VERDES DE ALCALÁ DE HENARES
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Alberto Montero |
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De la conclusión de “El futuro es un país extraño”, de Josep Fontana
Tras concluir la lectura del libro de Josep Fontana uno no puede menos que asombrarse de su capacidad para gestionar volúmenes de información ingentes, mezclarlos sabiamente para construir un discurso sin fisuras en su coherencia interna e ideológica, poner de relieve las miserias de nuestro presente y anticipar las que nos llegarán en un futuro no muy lejano. El libro, que se puede leer casi como un epílogo de su gran obra “Por el bien del Imperio”, no deja apenas espacios sin escudriñar y, por ello mismo, es realistamente pesimista o pesimistamente realista –como gustéis- aunque en sus dos párrafos finales deje un resquicio abierto a la esperanza. En todo caso, se trata de una lectura de todo punto recomendable para alguna tarde o noche de este verano. Eso sí, siempre con un lápiz en la mano y sin pudor a la hora de subrayar sus páginas. Hay todo un mundo, este mundo, dentro de él. Aquí tenéis esos dos párrafos últimos. Siento destriparos el final. “Quienes se benefician de esta situación, han podido endurecer las reglas de la explotación como consecuencia de que no ven en la actualidad un enemigo global que pueda oponérseles, y controlan sus entornos con una combinación de adoctrinamiento social y represión de la protesta. Pero tal vez no hayan calculado que los grandes movimientos revolucionarios de la historia se han producido por lo general cuando nadie los esperaba, y con frecuencia, donde nadie los esperaba.
Pequeñas causas imprevistas han iniciado en alguna parte un fuego que ha acabado finalmente extendiéndose a un entorno en que muchos malestares sumados favorecían su propagación. El de comienzo del siglo XXI es un mundo con muchas frustraciones y mucho rencor acumulados, que pueden prender en el momento más inesperado. La capacidad de tolerar el sufrimiento no es ilimitada y las asíntotas del poder capitalista pueden estar efectivamente llegando al límite.
No se trata, sin embargo, de limitarse a resistir, sino que hay que aspirar a renovar lo que se combate. (…). La tarea más necesaria a que debemos enfrentarnos es la de inventar un mundo nuevo que pueda ir reemplazando al actual, que tiene sus horas contadas” (p. 153).
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