Un hombre de la ciudad de Richmond, California,
se ha puesto a la vanguardia de las soluciones valientes al drama de
los desahucios. Situada enfrente de San Francisco, con 105.000
habitantes y una refinería de Chevron como seña de identidad económica,
la ciudad ha sufrido de forma devastadora la crisis inmobiliaria. El 50%
de las hipotecas de Richmond son problemáticas (están underwater, en la
terminología inmobiliaria norteamericana, que quiere decir que el valor
de la casa en el mercado es menor que lo que se debe de hipoteca; la
cifra en EE UU es 20%). El precio medio de las casas bajó de 450.000
dólares en enero de 2006 a 220.000 en 2013. La ola de desahucios y
abandonos (en EE UU se puede huir de la hipoteca con dación en pago)
redunda en costes para la ciudad por los barrios degradados, la pobreza,
la delincuencia y los servicios sociales de emergencia. Mientras, los
bancos venden paquetes de estas hipotecas de difícil cobro a fondos buitre
que hacen negocio con los desahucios. Para frenar esta situación,
Richmond va a expropiar hipotecas. No las casas, las hipotecas.
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