Madrid y el editorial:"López Viejo ponía las sillas. Pero no era barato".

López Viejo ponía las sillas. Pero no era barato.

AMANDA ESPUELA

José María Izquierdo Madrid 7 FEB 2014 - 00:00 CET

El ser humano es olvidadizo. Y Esperanza Aguirre, más. "López Viejo no era en absoluto de mi total confianza", declaró -por escrito- la expresidenta de la Comunidad de Madrid al juez Pablo Ruz el 17 de diciembre pasado. ¡Pobre Alberto López Viejo, con lo que él había sido para la lideresa! Tanto como para que Esperanza le citara en un mitin de fin de campaña como una de las dos personas a las que había que agradecer su labor. Y no es de extrañar, porque López Viejo, desde una cómoda Consejería de Deportes, era el encargado por Esperanza Aguirre -¿quién si no iba a darle tal poder?- de organizar todos y cada uno de los actos de la presidenta, grande o pequeño, fácil o difícil. Hasta controlaba el color de la ropa de su jefa para que los chicos de Correa adaptaran convenientemente los decorados. Alguna vez hasta cuidó de que se retocaran las fotos de su presidenta, con la consiguiente facturación añadida, para "suavizar arrugas" o "retocar el pelo". Tenía mano de hierro: sentaba y levantaba de las primeras filas a quien creía oportuno, tuviera el rango que tuviera. Porque mandaba -era la mano ejecutora de Esperanza- un montón.
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