sábado, 5 de julio de 2014

ALCALÁ DE HENARES Y MANUELA CABADO: LA CORONELA SINDICALISTA QUE NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA

Resumen de El coronel no tiene quien le escriba
Parafraseando al genial Gabriel García Márquez, GABO y parodiando el argumento de su novela publicada en 196, El coronel (su nombre y apellidos nos son desconocidos, pues el autor siempre lo llama "el coronel"), hombre de buena fe y bastante ingenuo, vive en su pueblo esperando recibir el aviso de que le han concedido la pensión a la que tiene derecho por haber servido en su juventud a las órdenes de Aureliano Buendía (que será uno de los personajes más recordados de Cien años de soledad). La espera dura desde hace quince años, durante los cuales el coronel no ha dejado de ir a contemplar todos los viernes la llegada de la lancha que trae el correo y la distribución del mismo, llevándose cada vez una decepción.
La misma decepción que debió sentir la ínclita "coronela" sindicalista Manuela Cabado que después de servir durante muchos años a las ordenes sindicales de Juan Francisco Rodriguez  y las ordenes funcionales de Marta Mejias, presuntos coautores de Alcalá de Henares, la ciudad de los enchufes de INTERVIÚ según los publicado en su día en http://www.interviu.es/reportajes, después de que una concejala del PP que rechazase su currículum por que no quería a una operaria, sindicalista, analfabeta, ignorante y muy mala persona en su área, es decir no quería a Manuela como conserje del Centro Municipal de Salud que es donde Manuela pretende refugiarse para escapar de las presuntas burlas y del escarnio de sus "compañeros" del Parque Municipal de Servicios, eso si algo "escamados" y envidiosos de que en las pasadas ferias Manuela fuese quien cobró la mayor cantidad de dinero en concepto de horas extraordinarias, de todos los que componen el citado taller de electricidad, presuntamente claro. Es mas que probable que después de las ferias de la Virgen del Val la ínclita Manuela vuelva a intentarlo pese a que lo acontecido ha sido un golpe muy duro para su maltrecha y lastimada autoestima, retroalimentada por sus demonios mentales por el daño infringido. Pese a los buenos oficios de Juan María Palacios y del jefe de la guardia pretoriana de los encargados, Manuela Cabado debe seguir en el taller de electricidad del Parque Municipal de Servicios sometida al divino castigo de los mentirosos:
"El peor castigo de un mentiros@ no es que no se le crean los demás, sino que él mismo será incapaz de creer o confiar en otros", presuntamente claro.

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