Si Estados Unidos no puede, Europa debe hacer algo más por la seguridad colectiva
Las consecuencias caóticas de la desintegración gradual de la pax americana cada vez son más evidentes. Durante siete décadas, Estados Unidos salvaguardó un marco global que —a pesar de ser imperfecto, y más allá de los errores que haya cometido la superpotencia— en general garantizó un nivel mínimo de estabilidad. Cuando menos, la pax americana fue un componente esencial de la seguridad occidental. Pero EE UU ya no está dispuesto a ser el policía del mundo, o no está en condiciones de serlo.
La asombrosa acumulación de crisis y conflictos que enfrenta el mundo hoy —en Ucrania, Irak, Siria, Gaza y Libia— están vinculados a la nueva postura de EE UU. Si la situación alcanzara un punto crítico en otra zona sísmica de la política mundial —digamos, el este de Asia—, el mundo se enfrentaría a una catástrofe global que surgiría de la sincronización de las numerosas crisis regionales. Obviamente, sería una crisis que nadie podría controlar o contener.
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