Si el consumo de carne y la cantidad de comida que tiramos continúa al ritmo actual, sólo la producción de alimentos acapararía todas las emisiones de gases de efecto invernadero que el planeta se puede permitir en 2050, y aún así sería insuficiente para alimentar a sus 9.600 millones de habitantes.
Así lo pone de manifiesto un estudio publicado en la revista Nature Climate Change, realizado por investigadores de las universidades británicas de Aberdeen y Cambridge y liderado por la investigadora Bojana Bajzelj, del Departamento de Ingeniería de esta última universidad.
Los investigadores han utilizado datos actuales sobre la explotación de cultivos y el uso de los mismos no sólo para cultivar sino también para producir alimento para el ganado y biomasa para construir modelos de simulación de los posibles escenarios a los que nos enfrentaríamos en 2050 si todo sigue como hasta ahora, explica Bajzelj en una entrevista.
El estudio muestra que seguir consumiendo carne y derivados de la leche al ritmo actual implica tal aumento de la superficie de cultivo, y por tanto de deforestación, de uso de fertilizantes y consumo de agua que el sector agrícola y alimentario incrementaría sus emisiones en un 80 % en 2050.
Advierten cómo la dieta americana y la moda de consumir hamburguesas se está extendiendo, y al consumo desproporcionado de carne en los países desarrollados se suma un aumento en los países en desarrollo por parte de las personas que van teniendo mayor poder adquisitivo.
Preven que ambas tendencias crezcan con el aumento de la población: “Si la dieta global se mantiene como hasta ahora pagaremos un elevado precio en términos de deforestación y pérdida de biodiversidad”, agrega la investigadora.
Así, para satisfacer la demanda alimentaria en 2050 habría que haber aumentado la tierra de cultivo un 42 % respecto a los niveles actuales, un 45 % respecto a 2009, lo que supondría la desaparición en 35 años de al menos una décima parte de los bosques tropicales que todavía quedan vírgenes.
Parte de ese aumento de tierra cultivada iría a producir alimento para criar ganado y proveernos de carne o leche.
Los investigadores señalan que la eficiencia de los cultivos extensivos que se dedican a producir comida para los animales de los que luego nos alimentamos apenas alcanza un 3 %, por lo que se estarían dedicando grandes extensiones de tierra con muy poca productividad sólo para proveernos de carne.
“La explotación agraria y los recursos energéticos que implica cada paso de la cadena para que los humanos coman más y más carne son inmensos”, indica Bajzelj, quien considera que si bien el modo en el que se explota la tierra no es responsabilidad del consumidor, “la elección de lo que come, sí lo es”.
Las conclusión de los investigadores es que es “un imperativo” encontrar maneras de lograr la seguridad alimentaria global sin necesidad de seguir expandiendo las tierras de cultivo, y que lo que escogemos al hacer la compra es “importante”, como también lo es reducir las cantidades ingentes de comida que desperdiciamos.
En esa línea, apuntan a que un tercio de los alimentos perecen en el proceso de transporte y distribución, especialmente en los países en desarrollo; mientras, en los países ricos la mayor parte del desperdicio es atribuible a los alimentos que tiramos a la basura.
La investigadora incide por ello en que “debemos reflexionar cuidadosamente sobre lo que comemos y su impacto en el medio ambiente”, y advierte de que debemos dar “un giro importante hacia una dieta más justa para hacer frente al cambio climático”.
En esa línea, además de reducir la cantidad de comida que tiramos, recomienda apostar por una dieta más equilibrada, lo que implicaría, por ejemplo, no consumir más de dos porciones de 85 gramos de carne roja y cinco huevos a la semana, así como no más de una porción de carne de pollo o pavo al día. EFE
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