José Ignacio Torreblanca es Profesor de Ciencia Política en la UNED, director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations y columnista de EL PAIS desde junio de 2008. Su último libro "¿Quién Gobierna en Europa?" (Madrid: Catarata) se ha publicado en mayo de 2014. Antes, publicó la "La fragmentación del poder europeo" (Madrid / Icaria-Política Exterior, 2011). Todos los viernes publica una columna en la edición impresa de EL PAÍS.
El talón de Aquiles de Podemos
La diosa Tetis, sabiendo que su hijo estaba destinado a ser un héroe, quiso hacerlo inmortal y para ello lo sumergió en la Laguna Estigia. Pero como todos sabemos, al sujetarlo por eltalón no pudo evitar que esa parte de su cuerpo fuera vulnerable.
Algo así le sucede a todas las organizaciones democráticas pues desarrollan toda su existencia bajo una contradicción irresoluble. Por un lado, esas organizaciones son fundamentales para la democracia: a través de ella los ciudadanos realizan la democracia, es decir, son representados políticamente y eligen entre alternativas. Pero, por otro lado, para poder cumplir con esas tareas eficazmente deben adoptar estructuras de organización que, inevitablemente, requieren una cierta centralización del poder e importantes dosis de liderazgo(máxime en los tiempos actuales, donde los medios de comunicación tienen tanta influencia).
Todos los partidos políticos democráticos viven, de una manera o de otra, bajo esta tensión entre participación y eficacia: cuanta más participación, menos eficacia y al revés. El sorteo de cargos, las presidencias colegiadas o la rotación automática y limitación de mandatos de los cargos garantizan el máximo de participación y el mínimo de estructura y liderazgo. A cambio, sin embargo,debilitan las posibilidades de un partido de llegar al poder y mantenerse en él. ¿Y qué es lo que en último extremo quieren los militantes y los votantes de un partido? Llegar al gobierno.
Esa tensión ha quedado de manifiesto en los discursos de Pablo Iglesias que hemos escuchado este fin de semana, donde ha apelado a la eficacia organizativapara “lograr una mayoría social”, “ocupar la centralidad política” y “formar gobierno” y descartado respaldar la propuesta alternativa de elegir una portavocía colegiada de tres personas con el argumento de que se necesita un Secretario General y no tres para ganar a Mariano Rajoy y a Pedro Sánchez: “Tres Secretarios Generales no ganan las elecciones”.
¿Es una perversión que un partido quiera ganar las elecciones aunque sea mediante un liderazgo fuerte, una estructura eficaz y a costa de restringir la participación de las bases en la gestión del día a día de la organización? Seguramente, muchos pensarán que no (especialmente si la alternativa es no ganar).
Hay quienes quieren ocultar los problemas internos de Podemos con su estructura organizativa, puestos de manifiesto este fin de semana en la Asamblea celebrada en Madrid, y hay quienes quieren magnificarlos como si denotaran el fin y fracaso de esa organización. La verdad, como suele ser el caso, está en el medio: los problemas son reales, sí, pero no necesariamente abocan a Podemos al fin. Eso sí, reflejan una verdad incómoda: que Podemos no va a estar exento de los mismos problemas que tienen todos los demás partidos. Su talón de Aquiles es precisamente su deseo de ganar las elecciones: una incisiva paradoja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario