EE.UU.:Los tatuajes que marcan a las esclavas sexuales

De Javier Taeño | Gaceta trotamundos 
lunes, 17 de noviembre de 2014

Los tatuajes que marcan a las esclavas sexuales en Estados Unidos

Los proxenetas usan el cuerpo de las prostitutas para poner su firma y para ellas supone un recordatorio eterno de un pasado que quieren dejar atrás.

 
Una joven dedicada a la prostitución en California muestra sus tatuajes (Getty)

Una infancia difícil, un pasado sumido en la drogadicción y en la prostitución y unos tatuajes marcados a fuego en sus cuerpos que las impiden seguir adelante, un fiel recuerdo de que no es nada sencillo dejar atrás a los proxenetas. No hablamos de ningún país del Tercer Mundo o de un lugar en el que la seguridad está en duda, sino del mismo Estados Unidos y del estado de Ohio, donde la trata de mujeres se caracteriza por la crueldad y su dramatismo. Afortunadamente hay un camino de salida y más de una ya lo ha podido emprender.

No hay mejor ejemplo de esto que Jennifer Kempton que tras una infancia y juventud caóticas y traumáticas, cayó en el túnel de las drogas y la prostitución que desembocaron en un intento de suicidio fallido hace apenas un año y medio. Su cuerpo era un buen reflejo de lo que estaba viviendo.

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El tatuaje de una corona negra en la que se leía ‘King Munch’, el símbolo de la pandilla de la droga que la había vendido a las casas de sexo en un barrio pobre de Columbus, adornaba su cuello. En su brazo, en su espalda y encima de la ingle tenía otros tres recordatorios de quiénes eran sus ‘dueños.
Una mujer de la India muestra sus cicatrices y tatuajes (Getty)Una costumbre muy extendida entre los proxenetas estadounidenses, pero que está empezando a cruzar fronteras y también se ve ya en Rumanía o en España. Un mensaje claro de que por mucho que hagan estas mujeres, siempre estarán atadas a sus chulos.
Y es que Jennifer fue capaz de dejar atrás todo ese mundo, esa espiral destructiva en la que se había sumergido, pero esos tatuajes que estaban en su cuerpo le recordaban continuamente su pasado y le impedían seguir adelante.
“Después de soportar todo, habiendo sido violada, golpeada, sufrido abusos, después de limpiarme de mi adicción, cada vez que me daba una ducha o trataba de mirar mi cuerpo me acordaba de la violencia y de la explotación que había sufrido. Estaba muy agradecida de estar viva, pero miraba estas cicatrices y veía esos nombres todos los días y entraba en un estado de depresión”, confiesa a The Guardian.
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Por eso se le ocurrió una idea. Un proyecto que tenía como destinatarias a aquellas mujeres que habían pasado lo mismo que ella. ‘Survivors ink’ es un programa de becas, con dinero recaudado en iglesias o universidades, para tapar esos molestos tatuajes implantados en sus cuerpos por los proxenetas.

 
El antes y el después del tatuaje de Jennifer Kempton (Survivors Inks)

Así los mensajes de los traficantes se convierten en signos de esperanza. Donde antes había una firma ahora hay una flor (es el caso de Jennifer tal y como vemos en esta imagen), unas  palabras positivas o el nombre de un hijo de una de estas mujeres. De momento son 7 las becas que se han repartido y una de sus beneficiarias no duda en agradecer a Kempton su labor.

“Me sentía perdida, como si no supiese quién era nunca más. No importaba lo que decía o hacía: el tatuaje enviaba un mensaje a todo el mundo de que yo era propiedad y no era yo misma. Me sentía rota”, cuenta.
Ahora en lugar de las iniciales de sus traficantes tiene también una flor de lirio con el nombre de su hija en el interior.
“Tengo una flor porque puedo florecer en algo bonito ahora que he dejado todo eso atrás”, confiesa.
Jennifer es el espejo en el que todas estas víctimas se miran. Limpia de drogas desde hace más de un año, habiendo pasado por todo y capaz de haber encontrado trabajo pese a las dificultades que se suelen encontrar.
Pero lo más importante que les ha transmitido esta mujer es que otra vida es posible, que con la firme intención de salir adelante va a haber una mano que te ayude y que empezar de cero puede ser una realidad para cualquiera de las víctimas.

Fuente: The Guardian