lunes, 2 de marzo de 2015

Alcala de Henares, esta Ciudad merece la pena

José Carlos Canalda nos invita a conocer los pormenores de la Diócesis de Madrid-Alcalá, que el año pasado -2014- celebró su centenario. Seguir leyendo

LOS VERDES DE ALCALÁ DE HENARES

PIDO LA PALABRA POR ALUSIONES

Escrito por Juan Antonio Camargo*

ESTA CIUDAD MERECE LA PENA

Parafraseando al político Miguel Ángel Revilla con esta entrada queremos hacer constar que rechazamos energicamente la política que se hace desde los púlpitos por algunos jerarcas de la Iglesia Catolíca como es el caso del obispo Juan Antonio Reig Plà, de la misma forma que negamos autoridad moral alguna al clero musulman complutese, ya sea en madrasas ó en mezquitas, para influir en nuestras costumbres. Dicho lo anterior nos ratificamos en nuestra propuesta de solictar la supresion del Obispado de Alcalá de Henares y solicitar a un administrador apostolico con rango de Arcipreste como ocurre con Parla. Por otra parte de explicación de los pormenores que don José Carlos Canalda nos hace sobre la historia de la Diócesis de Madrid-Alcalá se concluye que lo que se ha cambiado una vez puede ser vuelto a cambiar. Por otro lado nada dice el señor Canalda, como si lo hace en su historia de Alcalá, sobre los motivos de la Revuelta de los Comuneros en Alcalá de Henares. En efecto el 20 junio, 2014 y escrito por Cesáreo Jarabo Jordán, pude leer los Movimientos centrífugos en España: III. La Revuelta comunera – 3. El Cardenal Cisneros cuyo resumen expongo con la autorización expresa del autor. Existen otras versiones como por ejemplo los siguientes:

PASAJES DE LA HISTORIA DE ESPAÑA 2005-12-09

Castilla comunera

"Madrid y Alcalá fueron tomadas en mayo, pero Toledo era otro cantar. Encaramada sobre una privilegiada fortaleza natural, valiéndose del río como impenetrable foso, la ciudad arzobispal resistió todo el verano y parte del otoño. A su frente se situó una mujer, la viuda de Padilla, María Pacheco, una de esas españolas de rompe y rasga cuya tenacidad le valió el sobrenombre de Leona de Castilla. La ciudad terminó por rendirse, Pacheco hubo de emigrar a Portugal y Castilla quedó definitivamente pacificada.
A principios de 1522, casi al tiempo en que los canónigos de la catedral de Toledo realizaban una inscripción en el claustro para dar fe del final de la guerra, Adriano de Utrecht era elevado al solio pontificio como Adriano VI. Se lo había ganado a pulso. Ese mismo verano, el rey Carlos volvía a España, belfo en ristre, convertido en el monarca más poderoso del planeta. La España imperial daba sus primeros pasos en la historia. La experiencia nos dejaría baldados". 
19 de feb. de 2008
La rebelión comunera en Madrid y la zona norte.
1) Introducción general:
El 23 de abril de 1521, en las campas castellanas de Villalar, un ejercito comunero castellano liderado por Juan de Padilla, Juan Bravo, Juan de Zapata y Francisco Maldonado es derrotado por las tropas imperialistas lideradas por el Conde de Haro. Con esta derrota, el movimiento de la rebelión de las comunidades de Castilla quedaría herido de muerte, y apenas le aguantaría 10 meses mas el ultimo foco de resistencia en la vecina localidad castellana de Toledo, donde el 3 de febrero de 1522, su capitana Maria de Pacheco ponía fin definitivamente al ultimo bastión de l@s comuneros de Castilla: había sido definitivamente derrotado militarmente (aunque no ideológicamente) la causa de l@s comuner@s de Castilla.
La rebelión de las comunidades, se inicia formalmente el 29 julio de 1520, cuando se forma la Santa Junta del Reino de Castilla en la localidad castellana de Ávila, para posteriormente trasladarse a Tordesillas, y a donde acudirían representantes de todas las comunidades castellanas.Seguir leyendo.

“Tal vez, si el proyecto de Cisneros hubiera triunfado, no hubiesen sucedido los acontecimientos de los Comuneros, porque en ese caso, con toda seguridad, defendiendo los principios nobles y justos que fueron rechazados en cortes y que justificaron el levantamiento, éste no hubiese derivado en altercados asamblearios y sanguinarios, sino que se hubiese conducido por un orden que se hubiese hecho sentir con determinación, y caso de haber llegado al enfrentamiento, hubiese terminado al haber sido aplicadas las peticiones que en su momento se hicieron en las Cortes. Es una opinión, como opinión es la expresada por un autor romántico, necesariamente partidario de los comuneros, quien afirma que “si tres años atrás no se hubieran rebelado las ciudades contra el alistamiento de la gente de ordenanza, ahora tuvieran un ejército hábil y disciplinado en vez de una turba inexperta y allegadiza.”[22]
Efectivamente, esa es la línea que separa la opción comunera de la opción realista. Efectivamente, “loando una vez mas la alta previsión del ilustre Jiménez de Cisneros, se acusaron sin duda y se arrepintieron tarde de su desvarío en oponerse á una institución popular de suyo, y destinada á dar el golpe de gracia á la nobleza.” [23]
La grandeza espiritual y humana de Cisneros frenó el ánimo de los piratas berberiscos con la toma de Mazalquivir y Orán, y estableciendo arsenales en los puertos de la costa mediterránea, así como el bastimento de una armada; pacificó y aseguró Navarra, amenazada por Francia; reformó el estado eclesiástico en la línea que había empezado con la reina Isabel; fue el artífice de la Biblia políglota y de la Universidad de Alcalá, a la que dotó de cuarenta y seis cátedras, “dejando para sostenimiento de las mismas catorce mil ducados de renta.”[24]
Mientras el gigante Cisneros llevaba a cabo obras inmensas, la reina Germana conspiraba, intentando poner en el trono a Fernando, hermano de Carlos. Cisneros los apartó, y puso a vivir al infante con Adriano de Utrecht, al tiempo que comunicaba a Carlos la necesidad de que le diese las posesiones de la casa de Borgoña.[25]
Por su parte, los nobles seguían con sus revueltas, y Cisneros, irremediablemente, las sofocaba con sus milicias; el conde de Ureña, el duque de Alba, el duque de Béjar… Todos conocieron la buena medida militar que marcaba Cisneros.
Pero los nobles llevaban adelante otro frente soliviantando al pueblo que de por sí se encontraba incómodo con las actuaciones de los flamencos y por la crisis económica y social del momento. Pero era a la nobleza a quién, en principio, y por pura expresión de competencia directa, perjudicaban los excesos de los advenedizos.
Incómodos por la situación inadmisible, y soliviantados por los nobles, a mediados de Marzo de 1517 el movimiento de los pueblos era casi unánime reclamando se excluyese de los consejos a los flamencos. Ese fue el inicio de la revuelta. Lógicamente, el pueblo aprovechó para realizar sus más que justificadas reclamaciones.
Cisneros convocó reunión de estados para otoño, al objeto de controlar la situación, pero al ver que el rey no venía, se reprodujeron los disturbios, mientras escribía a Carlos diciéndole: “venid, señor, á sosegar estas tempestades; el pueblo es insolente, quando ha tomado ya una vez la libertad de hablar, y los que se han querellado con altas voces, no están muy lejos de inquietarse.”[26]
El 19 de septiembre de 1517 desembarca en Villaviciosa el príncipe Carlos, acompañado de gran séquito de flamencos, y Cisneros, con menos de dos meses de vida por delante, parte para recibirle. No lo conseguiría, porque murió antes.
En el camino a Villaviciosa, el infante Fernando se enteró de los designios que tenía su hermano para con él, y amenazó a Cisneros con sublevarse, pero Cisneros le malbarató los planes. También en estos momentos Pedro Girón se apoderó del Ducado de Medina Sidonia, y aún pocas semanas antes de su muerte, tuvo energías Cisneros para contraatacar y vencer al rebelde.
En otro lugar de este trabajo señalamos que Carlos envió a Cisneros una carta en la que le daba licencia para retirarse a su diócesis a descansar. No obstante, esa afirmación es tema de polémica, ya que “verosímilmente dicha carta no llegó a poder del anciano prelado”[27] principalmente, según el autor citado, porque “Ninguno de los historiadores que hablan de la carta dicen haberla visto, y el maestro Robles, que escribió relativamente pocos años después de fallecido Cisneros; que pudo conocer a alguien que hubiese visto y tratado al egregio purpurado; que tuvo a su disposición los Archivos de Toledo y Alcalá, ricos en documentos cisnerianos: que halló en la capilla de muzárabes, en donde prestaba sus servicios, frescas y vivas aún las huellas de su munífico fundador, no solamente no vió la carta en cuestión, sino que tiene que hacer esta confesión sincera: No he podido averiguar lo que la carta del Rey contenia.”[28]
El 8 de noviembre muere en Roa el cardenal Cisneros, regente del reino. “No logró imponer sus criterios, es cierto, pero dejó por lo menos un ideal de gobierno, el recuerdo de un estadista de ex­cepción.”[29]
El cardenal, en sus veinticinco años de vida pública acomete acciones magníficas; desde la expedición en persona a Orán, donde instauró la Inquisición, hasta la creación de la universidad de Alcalá de Henares, “una universidad abierta a todas las teorías y a las nuevas tendencias de las ciencias: lenguas clásicas y orientales, por ejemplo. Inquisidor general, no muestra ningún fanatismo en la defensa de la ortodoxia: acaba con los abusos y excesos de Lu­cero, el inquisidor de Córdoba; no duda en pedir la colaboración de conversos para preparar una versión políglota de la Biblia e in­vita al mismo Erasmo a participar en la empresa.”[30]
En estos momentos, Europa no se llamaba así, sino que todavía, aunque ya por poco tiempo era “la cristiandad, es decir, la comu­nidad de naciones que compartían el mismo credo religioso”[31] , y se preparaba para ser regida por un ser excepcional: Carlos I”.
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[1] Navarro y Rodrigo, Carlos. El Cardenal Cisneros: Estudio biográfico. Pag. 24
[2] Navarro y Rodrigo, Carlos. El Cardenal Cisneros: Estudio biográfico. Pag. 33
[3] Navarro y Rodrigo, Carlos. El Cardenal Cisneros: Estudio biográfico. Pag. 21
[4] Navarro y Rodrigo, Carlos. El Cardenal Cisneros: Estudio biográfico. Pag. 85
[5] Navarro y Rodrigo, Carlos. El Cardenal Cisneros: Estudio biográfico. Pag. 91
[6] Navarro y Rodrigo, Carlos. El Cardenal Cisneros: Estudio biográfico. Pag. 92
[7] Pérez, Joseph. La revolución de las Comunidades de Castilla. Pag. 115
[8] Pérez, Joseph. La revolución de las Comunidades de Castilla. Pag. 84
[9] Navarro y Rodrigo, Carlos. El Cardenal Cisneros: Estudio biográfico. Pag. 171
[10] Maldonado, Juan. Historia de la Revolución conocida con el nombre de las Comunidades de Castilla.
[11] Pérez, Joseph. La revolución de las Comunidades de Castilla. Pag. 85
[12] Pérez, Joseph. La revolución de las Comunidades de Castilla. Pag. 88
[13] Modesto Lafuente y Juan Valera. Historia general de España. Tomo IV. Pag. 336
[14] De Colmenares, Diego. Historia de la insigne ciudad de Segovia.
[15] Martinez de Velasco, Eusebio. Comunidades, Germanías y asonadas. Pag. 32
[16] Ferrer del Rio, Antonio. Historia del levantamiento de las Comunidades de Castilla. Pag. 8
[17] Carta del pueblo de Burgos al emperador Carlos V… Tapia, Eugenio de. Historia de la civilización española. Tomo III. Pag. 260
[18] De la Fuente, Vicente. Historia de las Sociedades Secretas Antiguas y Modernas. Pag. 70
[19] Sandoval, Prudencio de. Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V.
[20] De la Fuente, Vicente. Historia de las Sociedades Secretas Antiguas y Modernas. Pag. 65
[21] Pérez, Joseph. La revolución de las Comunidades de Castilla. Pag. 90
[22] Ferrer del Rio, Antonio. Historia del levantamiento de las Comunidades de Castilla. Pag. 81
[23] Ferrer del Rio, Antonio. Historia del levantamiento de las Comunidades de Castilla. Pag. 81
[24] Tapia, Eugenio de. Historia de la civilización española. Tomo III. Pag. 29
[25] Navarro y Rodrigo, Carlos. El Cardenal Cisneros: Estudio biográfico. Pag. 182
[26] Navarro y Rodrigo, Carlos. El Cardenal Cisneros: Estudio biográfico. Pag. 213
[27] Vales Failde, Javier. Carlos I no fue ingrato con Cisneros. Pag. 11
[28] Vales Failde, Javier. Carlos I no fue ingrato con Cisneros. Pag. 14
[29] Pérez, Joseph. Cisneros, el cardenal de España. Pag. 14
[30] Pérez, Joseph. Cisneros, el cardenal de España. Pag. 16

[31] Pérez, Joseph. Cisneros, el cardenal de España. Pag. 15

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