Tom C. Avendaño
17/04/2017
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Luiz Inázio Lula da Silva había intimado tanto con Emilio Odebrecht, el dirigente de la gigante constructora brasileña que lleva su apellido, que para cuando celebró su último cumpleaños como presidente de Brasil, en 2010, Emilio se presentó en la celebración con dos regalos personales. Primero, 100 ejemplares de un libro sobre Dona Lindu, la madre del presidente, el cual la empresa había editado para la ocasión. Luego, una maqueta del Arena Corinthians, el futuro estadio del equipo de fútbol favorito de Lula, cuya construcción el presidente había planeado con Odebrecht y que en 2014 serviría para inaugurar el Mundial de Futbol. Luego, supuestamente, se habló de un tercer regalo. “Cuando llegó la hora de la tarta, se nos acercó Marisa Leticia [la mujer de Lula], por si podíamos asumir las reformas de una finca en Atibaia [en el Estado de Sao Paulo]”, recuerda un directivo de Odebrecht que estaba ahí esa tarde, Alexandrino Alencar. “Las personas que habían contratado no iban a tenerlo acabado para el buen tiempo y ellos querían pasar ahí las vacaciones”.
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