La relación de la dirección del PP con el ex líder de Ciudadanos (Cs) Albert Rivera mejora por días. Éste es otro cambio de Pablo Casado con respecto a la etapa de Mariano Rajoy, aunque los contextos tampoco tengan nada que ver.
El ex presidente del Gobierno mantenía una relación distante y hasta tensa con Rivera. De hecho, podría decirse que, en cierto punto, le despreciaba intelectualmente. Ahora, sin embargo, el político naranja y la cúpula popular mantienen contactos frecuentes. El canal abierto es tanto con Pablo Casado como con Teodoro García Egea, el secretario general de los populares.
El que fuera líder de la formación naranja ha llegado a convertirse en tendencia en estos días, a pesar del silencio que ha guardado después del batacazo que se dio su partido en las elecciones del domingo en Cataluña. Ciudadanos se ha dejado 30 escaños, y su actual presidenta, Inés Arrimadas, ha responsabilizado a la herencia recibida, es decir, a Rivera, del hundimiento en la «cuna» territorial de la formación naranja.
Rivera trabaja en un despacho de abogados desde que abandonó la vida política el año pasado. Pero mantiene canales abiertos con la política, tanto con su partido como con el principal partido de la oposición.
Y de fondo está la operación de refundación del PP, pero también el futuro incierto de Ciudadanos después de lo ocurrido en las elecciones catalanas. De hecho, este desastre electoral del centro derecha en Cataluña ha reabierto el debate sobre la fusión, integración, absorción, unión..., el nombre es lo de menos, entre las dos siglas. Un proyecto que Pablo Casado abandonó para optar en solitario a las elecciones del 14-F, llevando la contraria a la estrategia que impuso en las anteriores elecciones vascas.
No les fue bien entonces, en coalición, y tampoco les ha ido bien ahora, por separado. Antes del 14-F Casado ratificó en distintas declaraciones su apuesta por concurrir con sus siglas limpias a los próximos procesos electorales, pero los contextos son tan cambiantes como volubles los posicionamientos. De hecho, Casado y Rivera están más cerca hoy en el proyecto de reunificación de la derecha que lo que pueda unir a Casado con otros dirigentes de su partido. O a Rivera con Inés Arrimadas.
Queda mucho camino por recorrer hasta las próximas elecciones, un tiempo que la dirección popular necesita aprovechar para rearmarse, refundarse, con un contenido que trascienda el gesto simbólico de abandonar una sede manchada por los casos de corrupción que han copado la atención mediática de los últimos años. Y Casado se juega su liderazgo en el éxito de estos dos objetivos: la unificación del centro derecha, con los naranjas, ya que Vox irá por libre, y el «aseamiento» de la marca de su partido.
El proyecto debería estar encarrilado para otoño, para esa convención nacional sobre la que Génova ha vertido grandes expectativas para pasar página del resultado en Cataluña. Hasta finales de 2022 no hay otras elecciones señaladas en el calendario, y serán las andaluzas. En el PP dan por descontado que, a medida que se aproximen estas nuevas citas electorales, habrá una fuga de cargos regionales y provinciales de Cs hacia sus siglas. Pero a Casado le vendría bien poder lanzar antes un proyecto de reunificación del centro derecha que rompiese inercias y generase nuevas expectativas, en un tablero en el que Vox ha ocupado un espacio muy estable, al menos según lo que apuntan hasta ahora todas las encuestas.
Desde el PP dicen que Rivera y ellos comparten esta visión de la necesaria reunificación del centro derecha. En la actual dirección naranja han sostenido siempre, hasta ahora, que su intención era preservar sus siglas y concurrir en solitario a las próximas elecciones generales. Pero si los naranjas pierden el poder territorial que tienen en las próximas autonómicas y municipales, se quedarían sin ningún asidero al que agarrarse para librar la batalla de las generales. Solos con sus diez escaños que les han quedado en el Congreso.
De momento, la radiografía actual deja una aproximación significativa entre la cúpula popular y el ex líder de los naranjas. Que coincide, además, con el alejamiento de Casado y Arrimadas, aunque lo disimulen territorialmente, después de la decisión de la «número uno» de Cs de buscar un espacio propio en el Congreso por la vía de los acuerdos con el PSOE, o al menos escenificar su disposición al pacto.
La corrupción del PP es lo que hizo fuerte en el pasado a Ciudadanos. Pero el PP de Casado les limita ahora el espacio para presentarse como referentes exclusivos de la regeneración, y, sin un mensaje diferenciado ni una utilidad clara, las siglas tienen muy difícil resistir a este escenario de polarización que se mantendrá hasta las próximas elecciones generales. Rivera no comparte la estrategia de Arrimadas de tender la mano al PSOE, en línea con otros miembros del partido. Pese a los resultados electorales, el «no es no» sigue primando en su visión política sobre el acuerdo con el Gobierno de coalición.
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