Este fanatismo excluyente es siempre muy preocupante, pero en mayor medida cuando lo hacen miembros de un gobierno.
La celebración del Día Internacional de la Mujer es tan importante como positiva. Es una lástima que la pandemia impida la celebración de las manifestaciones convocadas, pero la prudencia y el sentido común, a pesar de las críticas de los sectores más radicales, muestran que la decisión de la delegación del Gobierno en Madrid es sensata y acertada. No es lo mismo la capital que otras poblaciones donde el riesgo es infinitamente menor.
Las críticas son ridículas y el contenido de la jornada sobre «Poder feminista» organizada ayer por Podemos muestra el fanático sectarismo que preside a la organización comunista y antisistema. Desde hace años, todos los partidos tienen mujeres situadas en responsabilidades muy importantes como consecuencia de sus propios méritos y con ausencia del dedazo de las formaciones de la izquierda radical. El problema es la llegada de jóvenes airadas que nos quieren dar lecciones y se dedican a repartir carnés de «buenas/buenos» feministas que me recuerda lo que sucede en Cataluña con el nacionalismo que decide quiénes somos buenos o malos catalanes. Este fanatismo excluyente es siempre muy preocupante, pero en mayor medida cuando lo hacen miembros de un gobierno.
Irene Montero decía ayer que «el principal enemigo a batir» es la derecha. Está claro que las mujeres del centroderecha, con una excelente formación y una trayectoria profesional y política, son menos mujeres que las amazonas de Podemos que sí saben lo que hay que hacer para avanzar en el terreno de la igualdad. Es un insulto a la inteligencia. Millones de mujeres de toda clase y condición votan al centroderecha, porque saben que los avances sociales y económicos se logran desde la centralidad y nunca con las políticas populistas de Podemos.
No quieren que España sea una país de golfos y corruptos como la Venezuela de Maduro o la Cuba de los Castro. El adanismo de los podemitas resulta grotesco y sus ataques contra las mujeres del centroderecha muestra que viven en un mundo de pijo-progres disociado de la realidad. Hay que tener en cuenta que son una minoría, porque ni siquiera las dirigentes del PSOE coinciden con las disparatadas posiciones y planteamientos del ministerio de Igualdad y su titular.
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