15/03/2021 |
Pero Sánchez es el que menos miedo tiene porque cree que de este bochorno también gana.
La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, crecerá exponencialmente en las elecciones del 4 de mayo por su gestión unilateral de la pandemia, bendecida en la calle a derecha y a izquierda por todos los que tienen un pequeño negocio y han visto que no se les ha condenado al cierre total para que en Madrid pudieran mantenerse unas cifras de contagio similares a las del resto de España. Pero, a partir de esta premisa, hay que empezar a echar cuentas de los miedos de todos.
Ayuso no controla una de las grandes incógnitas, la abstención. Tampoco las interferencias políticas y judiciales –la herencia recibida seguirá en plena explosión en los tribunales, y en el Congreso, por la «comisión Kitchen»– en su campaña electoral. Y tiene fuera de control el precio que ponga a sus escaños el partido de Santiago Abascal. En el discurso oficial del PP los dan por suyos, con el razonamiento de que la alternativa es dejar gobernar a la izquierda, y, en lógica de la vieja política, «eso Abascal no puede permitírselo».
«No les quedará otra» que apoyar desde fuera al Gobierno de «Isa», se escucha decir a los «fontaneros» populares. Pero resulta que Vox ha aprendido de la negociación de las últimas elecciones autonómicas y municipales, y el «no les quedará otra» puede chocar con una realidad mucho más dura y pragmática: no hay apoyo si no entran en el Gobierno. Esto, en sí, no sería un problema tan grande para Díaz Ayuso como para Pablo Casado. Y ahí entran los miedos del líder popular, que puede perder mucho o poco, pero no está claro que vaya a ganar nada. A Díaz Ayuso deberían preocuparle más, por cierto, algunos de esos «fontaneros» de Génova que sus rivales por la izquierda o por el centro. A Casado lo que más le agobia es gestionar la imagen de que está condenado a pactar con Vox. No tiene más muletas. Y puede ganar en Madrid con ese pacto, pero sus términos pueden hacerle perder en muchos otros sitios.
En Cs ahoga el miedo a desaparecer en la Asamblea. Y a Pedro Sánchez, ese amigo que parece que cae mal a todo el mundo, pero que acaba haciéndose invitar a todas las fiestas, debería preocuparle que desde su Gobierno se esté en operaciones de partido con un país con hambre de política a la altura de las circunstancias. Pero Sánchez es el que menos miedo tiene porque cree que de este bochorno también gana.
La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, crecerá exponencialmente en las elecciones del 4 de mayo por su gestión unilateral de la pandemia, bendecida en la calle a derecha y a izquierda por todos los que tienen un pequeño negocio y han visto que no se les ha condenado al cierre total para que en Madrid pudieran mantenerse unas cifras de contagio similares a las del resto de España. Pero, a partir de esta premisa, hay que empezar a echar cuentas de los miedos de todos.
Ayuso no controla una de las grandes incógnitas, la abstención. Tampoco las interferencias políticas y judiciales –la herencia recibida seguirá en plena explosión en los tribunales, y en el Congreso, por la «comisión Kitchen»– en su campaña electoral. Y tiene fuera de control el precio que ponga a sus escaños el partido de Santiago Abascal. En el discurso oficial del PP los dan por suyos, con el razonamiento de que la alternativa es dejar gobernar a la izquierda, y, en lógica de la vieja política, «eso Abascal no puede permitírselo».
«No les quedará otra» que apoyar desde fuera al Gobierno de «Isa», se escucha decir a los «fontaneros» populares. Pero resulta que Vox ha aprendido de la negociación de las últimas elecciones autonómicas y municipales, y el «no les quedará otra» puede chocar con una realidad mucho más dura y pragmática: no hay apoyo si no entran en el Gobierno. Esto, en sí, no sería un problema tan grande para Díaz Ayuso como para Pablo Casado. Y ahí entran los miedos del líder popular, que puede perder mucho o poco, pero no está claro que vaya a ganar nada. A Díaz Ayuso deberían preocuparle más, por cierto, algunos de esos «fontaneros» de Génova que sus rivales por la izquierda o por el centro. A Casado lo que más le agobia es gestionar la imagen de que está condenado a pactar con Vox. No tiene más muletas. Y puede ganar en Madrid con ese pacto, pero sus términos pueden hacerle perder en muchos otros sitios.
En Cs ahoga el miedo a desaparecer en la Asamblea. Y a Pedro Sánchez, ese amigo que parece que cae mal a todo el mundo, pero que acaba haciéndose invitar a todas las fiestas, debería preocuparle que desde su Gobierno se esté en operaciones de partido con un país con hambre de política a la altura de las circunstancias. Pero Sánchez es el que menos miedo tiene porque cree que de este bochorno también gana.
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