17/09/2022 |
Frente al anquilosamiento ideológico de la nebulosa del 'progresismo', los Verdes germanos encabezan la defensa de la energía nuclear y el envío de armas a Ucrania.
La importancia de una fuerza política suele ser proporcional a su capacidad de ser útil a la sociedad que representa, no tanto por el apego a su ideología original, sino por su respuesta a los retos que ha de afrontar cuando llega al poder. En Europa existe un ejemplo muy edificante, representado por los Verdes alemanes, que algunos siguen calificando como extremistas o antisistema, pero que en estos momentos, cuando ejercen responsabilidades políticas en el Gobierno del país, constituyen la parte más flexible y pragmática de la coalición tripartita y, al mismo tiempo, mantienen una defensa implacable de los principios básicos de la libertad y la democracia, a pesar de que muchas de sus decisiones están condicionadas por una circunstancia tan dramática como la guerra de Ucrania.
Los Verdes nacieron en la Alemania de los años ochenta de una forma poco convencional, de la mano de los servicios secretos soviéticos y como elemento desestabilizador, para interferir en la política europea y tratar de evitar el despliegue de misiles defensivos en respuesta a los que había dispuesto Moscú contra la OTAN. Precisamente porque sus sucesivos dirigentes no quisieron quedarse anquilosados en la casilla ideológica del falso pacifismo –a diferencia de tantos líderes que, incluso en España, siguen militando y se empeñan en defender los principios comunistas, como si jamás se hubiera desmoronado el Muro de Berlín– los Verdes germanos evolucionaron hacia aquellos campos, como el de la defensa del medio ambiente, en los que los partidos tradicionales no habían demostrado interés, hasta convertir el ecologismo en una tendencia transversal, asumida por todos los partidos, de izquierda a derecha.
La importancia de una fuerza política suele ser proporcional a su capacidad de ser útil a la sociedad que representa, no tanto por el apego a su ideología original, sino por su respuesta a los retos que ha de afrontar cuando llega al poder. En Europa existe un ejemplo muy edificante, representado por los Verdes alemanes, que algunos siguen calificando como extremistas o antisistema, pero que en estos momentos, cuando ejercen responsabilidades políticas en el Gobierno del país, constituyen la parte más flexible y pragmática de la coalición tripartita y, al mismo tiempo, mantienen una defensa implacable de los principios básicos de la libertad y la democracia, a pesar de que muchas de sus decisiones están condicionadas por una circunstancia tan dramática como la guerra de Ucrania.
Los Verdes nacieron en la Alemania de los años ochenta de una forma poco convencional, de la mano de los servicios secretos soviéticos y como elemento desestabilizador, para interferir en la política europea y tratar de evitar el despliegue de misiles defensivos en respuesta a los que había dispuesto Moscú contra la OTAN. Precisamente porque sus sucesivos dirigentes no quisieron quedarse anquilosados en la casilla ideológica del falso pacifismo –a diferencia de tantos líderes que, incluso en España, siguen militando y se empeñan en defender los principios comunistas, como si jamás se hubiera desmoronado el Muro de Berlín– los Verdes germanos evolucionaron hacia aquellos campos, como el de la defensa del medio ambiente, en los que los partidos tradicionales no habían demostrado interés, hasta convertir el ecologismo en una tendencia transversal, asumida por todos los partidos, de izquierda a derecha.
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