LA FAMILIA ANTE LA CRISIS; DE VÍCTIMA A ALTERNATIVA SOCIAL
Prof. Fernando Vidal Fernández
Aula de Teología
13 de Marzo de 2012
Agradezco la invitación que me han hecho para hablar de un tema que, sin duda, nos
afecta a todos personalmente y que está en el núcleo de la construcción de nuestra
sociedad. El impacto de la crisis sobre nuestras familias y la familia como una pieza
importante para poder pensar la alternativa social.
La crisis financiera que se continúa sufriendo daña la legitimación del modelo social que vivimos y perjudica injustamente a una mayoría que ha trabajado esforzadamente durante años. Les perjudica, además, sin haber sido los causantes de esta crisis, ni con sus decisiones financieras ni con sus prácticas de consumo, aunque finalmente es cierto que el modo de vida, de inversión, de consumo, que hemos seguido las familias, se ha hecho insostenible y ha agravado también la crisis que se ha desencadenado.
Es evidente que la crisis, no solamente estresa nuestra vida económica sino que, como
todos los trances traumáticos, pone de manifiesto los aspectos de mayor debilidad y mayor fortaleza de nuestra sociedad, y también de nuestro país y de sus organizaciones.
Aquellos aspectos negativos, o insuficientemente positivos, de nuestro sistema socio-económico, que eran soportados en una coyuntura de crecimiento, aparecen en plena crisis como un lastre insostenible. La crisis se agrava especialmente allí donde esos déficits nos demuestran que no tenemos suficiente musculatura social y económica para superar las dificultades.
Ciertamente, la familia está entre esos factores esenciales, pero ¿somos conscientes de
ello? ¿Tiene la familia fortaleza suficiente como para poder soportar la crisis? ¿Es capaz de tener suficiente resiliencia1? Se dice que una persona tiene resiliencia cuando, después de sufrir un trauma, como la muerte de un familiar, el desempleo, un fuerte fracaso… es capaz de reponerse y volver a vivir. Y la resiliencia colectiva se define, precisamente, como la capacidad de un país o de una organización para recobrarse de un trauma como el de esta crisis económica; esa resiliencia depende de la estructura interna de la sociedad. La experiencia de crisis anteriores señala que la solidaridad familiar ha sido el mayor recurso de resistencia y de resiliencia de nuestro país.
En el actual contexto, los factores estructurales que influyen en la resiliencia socioeconómica son, fundamentalmente, los recursos humanos y las dinámicas de innovación.
1 Resiliencia: capacidad que tiene cualquier material para recobrar la forma después de sufrir un trauma;
cuando uno golpea una goma, ésta tiene capacidad de recuperar la forma; tiene, por tanto, mucha resiliencia.
Nuestro país saldrá adelante si somos capaces de innovar y de formar recursos humanos
mucho más cualificados; son dos cuestiones que dependen mucho del carácter de las
personas y de la inversión que las familias hayan hecho en su educación; es decir, la familia, a través de la crianza y de la formación, se convierte en la clave fundamental para saber si nuestro país va a tener capacidad para superar esta crisis. Esto es algo que no se improvisa; ciertamente, en nuestro país, la familia es el principal factor de resistencia y de resiliencia socio-económico.
Todo eso se corresponde también con un fuerte sentimiento de familia y familista dentro de nuestra sociedad. En abril de 2001, casi el 80% de los españoles pensaba ya que “hay que sacrificarse en el presente pensando en el futuro de los hijos”.
Ante la crisis que estamos viviendo ahora, la pregunta que nos hacemos es si hoy en día
está la familia en las mismas condiciones de resistencia que en otras ocasiones del pasado. El desarrollo de la familia en nuestra sociedad, ¿la pone en condiciones de ser factor crítico de resistencia y de resiliencia? El debilitamiento de la familia en estas décadas, ¿no ha sido también debilitamiento de nuestra capacidad de resistencia ante las crisis?
Como bien sabemos, aunque la familia es un factor positivo de desarrollo de los
individuos, de las ciudades, de la sociedad en su conjunto, cuando los problemas llegan a inyectarse en su interior, la violencia que se produce dentro de la familia supera a veces la resistencia de las personas y de los vínculos, creándose relaciones negativas, de presión.
También es verdad que las familias son capaces de multiplicar negativamente el impacto de traumas sociales como la crisis, la depresión social; las relaciones familiares se convierten en ese momento en una trampa que socializa negativamente a nuevas generaciones y alarga los problemas de tal modo que, salir de ellos, requerirá un proceso muy dilatado y muy profundo. Es decir, la familia no es solamente un colchón para resistir la crisis, sino que también transmite los aspectos más negativos de la misma. De hecho, las familias, cuyo papel ha sido muy importante en estos cuatro años de crisis al ser capaces, como veremos después, de trasladar recursos y de apoyar a sus miembros en lo material, ciertamente van a tener que jugar un papel más importante en el futuro.
La mala noticia es que las crisis sociales suelen prolongarse mucho más que las crisis
económicas. El estudio de las crisis económicas en la historia nos dice que, cuando la crisis económica termina y los indicadores macroeconómicos comienzan a subir, empiezan a impactar los aspectos más negativos de la crisis social. Todos tenemos en la memoria la crisis de los años 80 y recordamos que, durante el proceso de reconversión, cuando los indicadores macroeconómicos, incluso de empleo, empezaban a elevarse, como en el año 84, comenzamos a sentir el impacto fuerte de una generación perdida, de una generación joven que entró en depresión y encontró en la droga una salida muy importante y significativa; recuerdo que, en algunos barrios de Vigo, ciudad costera y de características similares en parte a Santander, el hundimiento de los astilleros, la reducción de la flota de pesca, etc., llevaron a que, en algunos barrios, pandillas enteras cayeran bajo el efecto de la droga.
El impacto de la crisis de los años 80 se repartió entre los jóvenes y los mayores de 45
años; sin embargo en la crisis actual, el impacto está siendo soportado principalmente por los jóvenes. Hay que tener en cuenta que somos el país de mayor disponibilidad de cocaína de toda Europa, lo cual pone todos los elementos para que pueda haber una bomba social que, si no tenemos estructuras civiles y familiares que la aguanten, va a requerir un enorme esfuerzo por nuestra parte; es decir, corremos el riesgo de caer en depresión social y de que, el daño, el trauma que sufra nuestra sociedad posteriormente a la superación de la crisis,-que esperemos sea lo antes posible- nos coja de nuevo de sorpresa.
Uno de los énfasis mayores que quiero acentuar en esta comunicación es que, entre los
aspectos que la crisis nos señala que debemos reformar, la política de familia, la cultura
pública de familia es, sin duda, de primera magnitud. Lamentablemente ahora mismo es
difícil improvisar políticas de familia que permitan a ésta ser un colchón mucho más
generoso y eficaz; ahora depende de cómo hemos protegido, apoyado y promocionado la familia en los últimos 10 o 15 años de prosperidad.
¿Hemos progresado en familiaridad, en cohesión en los vínculos entre las personas?
Lamentablemente la respuesta es negativa.
Se han debilitado las relaciones conyugales, el matrimonio, y han aparecido fenómenos
que empiezan a cuestionar la propia solidaridad interna en la familia, lo cual se traduce,
lógicamente, en una menor capacidad para resistir la crisis, que está llegando más profunda en la vida de las familias y de las personas.
La crisis nos está demostrando que, allí donde la familia está deteriorada, donde no se ha esforzado en crear comunidad familiar, se transmite la exclusión y la depresión social mucho más rápidamente; los problemas se multiplican y no logramos solucionarlos inyectando simplemente recursos, dinero, subvenciones… porque su superación requiere un fortalecimiento de la propia comunidad familiar y de los propios valores y creencias, asociados en nuestra sociedad a la familia. La crisis nos pone de manifiesto que el fortalecimiento de la solidaridad y la estabilidad de las familias es el principal factor de desarrollo de un país y la principal red de protección contra el riesgo.
Las teorías de movilidad social, de desarrollo personal, utilizan mucho el lenguaje de los capitales. Además del financiero, que se utiliza para invertir, gastar, comprar… existen otros capitales como el educativo, que posiblemente es la principal inversión que nos dejan nuestras familias; y el capital social, ¿qué redes de amigos dejas a tus hijos? Yo, que tengo dos hijos preadolescentes, estoy en ese momento de la montaña rusa en que uno, cuando va a caer, se pregunta por qué se ha subido allí… En el colegio de jesuitas donde estudié, teníamos un grupo cristiano de montaña magnífico, y allí viví toda mi juventud, hasta los 25 años prácticamente; fue tal la experiencia de camaradería, de relaciones de amigos que todavía me duran, de expansión personal… que intento buscar algo similar para mis hijos pero no es fácil. En el 2008, cuando presentamos un informe de infancia, nos hicieron un montón de entrevistas, fuimos a todas las televisiones de España, autonómicas, nacionales… y algo que me llamó la atención es que muchas personas, incluso los cámaras, me preguntaban dónde podían llevar a sus hijos; estaban preocupadísimos por encontrar un buen ambiente para ellos y se preguntaban dónde podían encontrarlo.
Lamentablemente vemos que el asociacionismo ha bajado en capacidades de encuadrar, de atender a chavales; tenemos más actividades extraescolares pero tenemos menos asociaciones para ellos. Ese capital social que nos dan nuestros padres, el grupo de amigos en que nos incluyen, los colegios en que nos educamos, la propia fortaleza de relaciones dentro de una familia, bien sabemos nosotros que es lo más importante en la vida.
Está también el capital cultural. Efectivamente, nuestro carácter ha sido forjado en la
familia, que es la fábrica de la persona; si creemos que hoy en día, para que un país se
desarrolle hace falta una población, unos recursos humanos que sean creativos, emprendedores, laboriosos, sepan sacrificarse, tengan capacidad de sociabilidad para
interrelacionarse globalmente, sabemos bien que todas esas características no se forman en la Universidad, sino dentro de la familia, que es la principal educadora de algunas de las competencias más importantes valoradas en las Empresas.
Las Empresas piden buenos titulados, buenos psicólogos, ingenieros, geógrafos,
abogados… y, sin embargo, cuando uno se mueve en el ámbito de Empresa y pregunta por qué contratan a las personas… la respuesta es que, principalmente lo hacen por su carácter, es decir, que sean personas capaces de trabajar en equipo, de atender a la diversidad, de generar proyecto con ilusión, entusiasmo, que tengan capacidad para comunicar… Eso se ha formado en la familia, que no es solamente una especie de raíz subterránea que aguanta a las personas, sino que es la planta del progreso social y económico de un país. Cuanto más fuerte sea la familia, más capital familiar tendrá la persona; el capital familiar suma todos los capitales, el cultural, el social, el educativo, y también el financiero.
¿Qué capital familiar tiene nuestro país?
Expertos de otros países consideran que España tiene un gran capital familiar; sin
embargo, internamente nosotros sabemos que no es tan fuerte como se nos presume y que, ciertamente, hace falta una apuesta mucho mayor por la protección y el desarrollo de la familia porque, confiarnos a que la familia es importante, a que la gente la valora, confiarnos a nuestro carácter mediterráneo, latino, muy familiar… no es suficiente, sino que necesitamos políticas positivas de protección y ayuda a la familia. Esto no consiste
simplemente en dar un cheque-bebé, ni en medidas fiscalistas, sino que necesitamos
promover, como algo positivo, la parentalidad, la paternidad, la maternidad, el parentesco, el compromiso de los abuelos, el de los hijos con los padres y el de los padres con los hijos, la fraternidad… Para que exista educación a la ciudadanía, previamente hay que ser buen hijo, buen hermano, buen nieto, buen primo, buen marido… y sin embargo es sorprendente los pocos datos que tenemos sobre esto.
¿Cuántos primos tienen los niños? ¿Cuánto conviven
con ellos? Solamente hay un estudio en España, que hizo la Universidad de Comillas, que dé datos en este sentido y lo que los niños -15.000 encuestados entre 6 y 14 años- responden en esta encuesta, es que quieren más familia.
La familia es la principal comunidad económica y lo que la crisis produce es un
reequilibrio de los flujos de distribución interna, algo que está influyendo mucho hoy día. La opinión pública y los responsables políticos esperan que la familia tenga una capacidad de absorción de la crisis similar a la que tuvo en otros contextos; que los problemas financieros y laborales que están afectando a nuestra población sean aguantados por la familia. Es verdad que en aquellas coyunturas, en los años 80, la familia fue capaz de actuar como un colchón, sobre todo gracias a la red de apoyo intra-doméstico y también entre diferentes hogares de la familia extensa, especialmente por el apoyo de las personas mayores.
Es verdad que, en este momento, las redes familiares, especialmente los abuelos,
emergen con fuerza para apoyar en aquellos hogares donde existen déficits. Lo hacen
compartiendo recursos, a través de ayudas para la alimentación y gasto corriente; muchas veces la ayuda es, sencillamente, hacerles la compra… Yo recuerdo que, cuando mi padre se quedó en paro con 55 años y estuvo dos años en el desempleo, mi abuela, que trabajaba de pescantina en la Lonja en Vigo, traía pescado todos los días… Cuando yo digo a mis amigos que todos los días comía pescado en mi casa, piensan que era una casa de nivel cuando en realidad se trataba de que mi abuela era pescantina; si hubiera sido carnicera habríamos comido chuletas… Ciertamente, a través de las ayudas para gasto de alimentación y gasto corriente se presta una ayuda tremenda; en los ámbitos de mayor pobreza se ve mucho cómo las abuelas compran y van repartiendo por las casas de los hijos, patatas, tomates, diferentes productos… También es muy importante el soporte personal en las situaciones de dependencia, en las que no se puede continuar pagando el salario de la asistencia; muchas personas han tenido que reducir este gasto porque no tienen dinero y son ellas las que cuidan a la abuela, a la tía… a la persona dependiente.
La crisis estresa mucho la convivencia familiar. Tenemos pocos datos pero hay indicios
que nos señalan que, por ejemplo, en el Corredor del Henares, en Madrid, donde se
concentran más de medio millón de personas de Alcalá, Coslada, Torrejón… los Centros de ayuda a inmigrantes tienen colapsados en este momento sus servicios psicológicos, porque la demanda, sobre todo de las mujeres, en torno al stress de la vida familiar, es extraordinaria; los hijos no encuentran empleo, con lo cual, hay chicos de 20 o 25 años en casa; el marido tampoco trabaja…
Eso genera, efectivamente, una convivencia mucho más difícil y estresa al barrio
también; es diferente cuando los chavales van al trabajo, a las obras o al sector servicios, a cuando hay desempleo y empiezan a aparecer pandillas de chicos o de adultos por las calles… hay mucha más presencia en la calle de personas que deberían estar naturalmente en el ámbito del mercado laboral, generando trabajo, servicios, etc.
A veces se asume parte del gasto de los niños, y en otros casos, cuando no se puede
sostener el pago de la vivienda, se asume el reagrupamiento doméstico. Ésta es una
estrategia frecuente en el ámbito de la inmigración; podemos decir que son pocos los
inmigrantes que se han acogido a los programas de retorno y han dejado el país,
posiblemente, porque lo que hacen ahora es reducir el modo de vida y volver al punto en que se encontraron al principio en España; pero, lo han pasado tan mal, que no son capaces de soportar que sus hijos pasen por esas mismas circunstancias; por eso lo que sí ha habido es una devolución de niños hacia los países de origen para que los cuiden los abuelos, las hermanas, las tías… y aquí la gente ha empezado a dejar casas y han vuelto a vivir todos juntos.
Las economías familiares que continúan teniendo flujos salariales, pensiones u otras
fuentes de renta, junto con aquellas que tienen un patrimonio fijo, de casas que se han
alquilado, etc., se encuentran con capacidad para ayudar a los familiares directos; sin
embargo, aquellas familias que, no solamente no tienen recursos, sino que no están
suficientemente unidas, se han distanciado, o han deteriorado sus vínculos, ciertamente se encuentran ante un serio problema.
Al final, el flujo de reservas de la familia requiere de una gestión que va ayudando de una forma bilateral a los mayores y a los más jóvenes. El avance de nuestro país en los últimos años ha llevado a que las familias no tengan que ayudar a los mayores, aunque en algunos casos, los niveles de pobreza en nuestro país –que se sitúa en un 19%- indican que, la mitad de las viudas que viven solas, se encuentran en esa situación de pobreza; a veces son personas que tienen rentas de alquiler muy bajas pero, ciertamente necesitan ayuda y es la familia la que les está apoyando; también en estos casos se trata de una ayuda importante.
En los últimos 15 años, lo que fundamentalmente han hecho las familias es ayudar a los hijos a pagar su casa para que pudieran emanciparse. Sin embargo, en la situación actual de desempleo, esa ayuda ya no es posible y, como consecuencia, los hijos vuelven al hogar. Por otra parte, en el ámbito de los adultos, el desempleo lleva a que muchas familias dependan precisamente de los mayores.
Quizás habría que preguntarse cuál es la estructura financiera en nuestro país… cómo
distribuye la gente y redistribuye su ayuda… cómo está el mercado financiero de las
familias… cómo están endeudándose…
Ante la pregunta de ¿a quién está ayudando realmente la familia? nos encontramos con
que dos de cada diez españoles están en este momento recibiendo una ayuda crucial de su familia. Si miramos algunos datos vemos que, un porcentaje importante, un 13%, había recibido ayuda monetaria de un familiar, a otro 13% le habían dado comida, ropa o cuidados… Y esto aumenta sobre todo cuando es gente más joven y cuando son mujeres. La red social tiene un peso importante, el 18% de los obreros habían recibido ayudas de este tipo frente a otras redes sociales.
La evolución de la estructura financiera de la economía familiar, es decir, cómo organiza sus deudas, su dinero o cómo dirige sus flujos, nos lleva a varias conclusiones que ya podemos confirmar.
• En primer lugar hay menos familias jóvenes nuevas, y más jóvenes adultos en casa de sus padres. Hay un 13% menos de familias encabezadas por un menor de 35 años, lo cual quiere decir que la gente no puede casarse o formar un hogar y comenzar una vida
independiente; cada vez dependen más de los mayores y pasan más tiempo en casa.
• Según esto podemos prever que los noviazgos van a ser más largos que los que la gente sufrió como consecuencia de la guerra civil durante la cual, evidentemente, hubo
también muy pocos nacimientos y muy pocas bodas. Según parece, esta crisis va a
producir un efecto parecido o mayor todavía, lo cual significa retardar todos los procesos que naturalmente la vida te pide.
• Por otra parte nos encontramos con que aumentó en otro 10% el número de hogares
que tienen, al menos, un hijo mayor de 29 años en casa. Es una fuente de estrés que
lleva a tener que gestionar situaciones, como la vuelta a casa del hijo después de haberse emancipado, que no son nada fáciles.
• Ciertamente hay menos riqueza neta en todas las familias, excepto para los más ricos.
El 10% más rico de nuestro país no ha dejado de ganar dinero; es más, sigue aumentando su riqueza a un 6,5% anual, lo que nos habla también de una sociedad más injusta, una sociedad donde las desigualdades entre diferentes familias se agrandan. Vamos hacia un país con más desigualdades sociales, donde los ricos van a tener mucho más y los pobres mucho menos, lo cual también influye sobre la estructura familiar.
• Finalmente quisiera señalar algo muy importante, el endeudamiento de aquellos
mayores de 74 años que, en nuestro país, han multiplicado por cuatro su deuda.
Además, el porcentaje de casos en los que la deuda triplica la renta bruta anual casi se ha multiplicado por cinco; es decir, hay personas cuya deuda vale tres veces más de lo que ingresan cada año. Esto significa que hay una presión enorme sobre los mayores para sostener a las familias con más problemas; en este momento, los mayores están siendo el gran colchón de la familia; la ayuda de los abuelos ya no consiste solamente en ir a buscar a los niños al colegio y quedarse con ellos cuando los padres van al cine o llegan tarde del trabajo, sino que, hoy en día, están siendo el gran soporte financiero de las familias de nuestro país. Es muy importante tener en cuenta esto porque, si en nuestro país tocamos la estructura de pensiones, el descalabro puede ser espectacular.
Realmente necesitamos mantener el apoyo a nuestros mayores, porque están siendo el
principal resorte de solidaridad en todas las familias de nuestro país.
Todos valoramos que la familia está siendo importante, pero no quisiera moverme
solamente a nivel de opiniones, sino traerles algunos datos que ya están disponibles y que nos permiten afirmarlo de una forma muy sólida. Hay una estima subjetiva por parte de los españoles del valor y la evaluación del papel de la familia en la propia vida y en esta crisis.
En primer lugar, la crisis económica está elevando la importancia de la familia. Cuando
comprobamos las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas nos damos cuenta de que todas llevan a ver que la gente apoya y valora más a la familia. Ciertamente, durante estos últimos años la familia está ganando cada vez mayor peso como lo más importante en la vida, compitiendo casi únicamente con la salud; ésta, que antes superaba en 8 puntos porcentuales a la familia, está ahora a un nivel similar en valoración de importancia.
La crisis ha hecho que un 8% de españoles se sumen a darle la máxima importancia a la
familia, con lo cual pasa del 78% al 86%; como acabo de decir, está ya por encima de la
salud. ¿Este cambio en la forma de ver a la familia, será suficiente como para hacer ese
cambio cultural?
Otro modo de medir la cuestión sobre la importancia de la familia es otorgándole una
escala de 0 a 10; también el CIS nos da datos al respecto y vemos que la familia se sostiene en torno al 9,6; sigue compitiendo con la salud, que está por debajo. El tercer aspecto más valorado son las relaciones de pareja, un 8,7%, y el cuarto, el trabajo, 8,5%. Los amigos, por ejemplo, tienen una nota mucho menor.
En conclusión, con la crisis se da algo menos de importancia a los vínculos individuales, a cuestiones como la pareja incluso, al trabajo… y sin embargo se nota mucho más la fuerza de la familia. Es curioso que, precisamente cuando falta el trabajo, no sea este aspecto el más valorado, sino la familia, porque nos damos cuenta de dónde está el núcleo fundamental de nuestra vida. Llevando algo más allá la interpretación podríamos decir incluso que la crisis económica nos hace conscientes de la importancia de la pertenencia a la familia y que, en estos momentos, es cuando realmente podemos valorar hasta qué punto hemos cultivado, en los últimos años, este aspecto tan importante de nuestra vida.
Las encuestas del CIS nos permiten ver también que, el 75% de los españoles dicen que
la familia es lo que más satisfacción les produce; la crisis económica aumenta así más de un 30% el porcentaje de aquellos para los cuales la familia es un aspecto satisfactorio en su vida. Muy alejada, la salud reúne el 33% de los españoles que se siente satisfecho con su nivel de salud; el tiempo libre un 24%... Es muy importante porque nos está hablando de un cambio muy significativo, al menos en la opinión y experiencia que los españoles tienen de la familia en este momento. Es verdad que las edades, marcan diferencias entre los encuestados; lógicamente a los 16, 18 años se le da menos importancia a la familia; de los 35 a los 50 se le da el máximo y luego, a partir de la jubilación, vuelve a bajar un poco.
Ciertamente es un patrón importante que nos habla de cómo se vive la familia sobre todo enlos momentos en que la crianza es más intensa.
El papel de la familia no solamente es valorado en general, sino que, al comparar las
fuentes de ayuda que tienen las personas que viven las crisis, nos encontramos con que la familia ocupa el primer lugar. No es que el papel de las familias sea subsidiario ante las limitaciones del Estado, sino que hay una primacía de la familia en la confianza de los ciudadanos.
Cuando el CIS pregunta a las personas en quién confían principalmente para solucionar
los problemas que puedan surgir, económicos, laborales, de la crisis… nos encontramos con que, en una valoración de 0 a 10, otorgan a la familia una confianza del 8,7; casi el 70% de las personas cree que, en realidad, son aquellos que nunca te abandonan, que siempre están ahí. La segunda instancia en la que más confían son los amigos; la media de su valoración es del 7,6 frente al 8,7 de la familia; un 28% de las personas dice que confían mucho en ellos. A mucha distancia están los vecinos, un 6,4 confía en ellos; un 4% en las ONG’s y, lamentablemente, solo un 2,3% confiaría en la administración si las cosas le fuesen mal; evidentemente esto nos exige ser capaces de generar más confianza desde el ámbito de la Administración.
Aunque consideramos que vamos a la sociedad de bienestar en la que el Estado y la
Administración ayudan a la familia en sus cargas, la familia tiene una enorme prioridad.
Veamos dos ejemplos:
En octubre de 2004, la mayoría de las personas encuestadas creían que, cuando una
persona no pudiera valerse por sí sola, era preferible recurrir a la ayuda de los Servicios
Sociales antes que a la familia; consideraban que la Administración era la que tenía que
hacerse cargo de ella.
Hoy en día, esto ha cambiado; la gente reconoce que, al final, es fundamentalmente la
familia la que tiene que hacerse cargo y que el Estado tiene que ayudar a la familia. Creo que ha habido un giro en una cierta desestatalización de la responsabilidad frente a nuestros familiares.
Se comprueba también en otra cuestión. Cuando se pregunta a quién hay que acudir
cuando uno tiene problemas o si se cayera enfermo, un 47% de los españoles quiere que le cuide su pareja, y el 23% quiere que le cuide su madre. Si tuviera que pedir dinero prestado, un 23% se lo solicitaría a su padre y un 18% a su madre. Si hubiera que buscar a alguien con quien hablar, en caso de tener un problema, sentirse triste o deprimido, un 45% recurriría a su pareja y un 20% a un amigo o amiga. Para cuidar a sus hijos menores, el 40% se lo pediría a sus padres, el 14% a su pareja, el 12% a un hermano.
Solamente en el caso de necesitar ayuda para encontrar trabajo se recurre prioritariamente a los amigos; aun así, un 28% se lo pediría a los amigos, el 13% no sabe a quién y un 30% a un familiar.
Vemos así que el 75% de los españoles piensan, muchas o bastantes veces, en la familia
como la principal fuente de recursos. Pero es que hay otro 75% de españoles que piensan, muchas o bastantes veces, que sin el apoyo de su familia, no podría superar las situaciones difíciles. Y esto es especialmente importante en el caso de las mujeres; casi 4 de cada 5, es decir el 80% piensa que sin su familia no podría salir de las situaciones difíciles. Y las
diferencias por clases sociales nos dice que cuanto menor riqueza tiene alguien, más piensa que sin su familia no podría salir adelante.
Todos estos porcentajes, que quizás les hayan dejado algo confusos, nos vienen a dar el
dato científico, sólido, de que realmente no estamos apelando simplemente al valor de la
familia, sino que la familia, en la vida cotidiana de las personas, casi cualquiera que sea su ideología, se torna como el factor primario de su vida y el principal resorte para salir
adelante cuando tiene dificultades.
¿Es esto compatible con el apoyo que se da a las familias por parte de la política?
¿Tenemos realmente una política de apoyo a la familia, proporcional a la estima que la gente da a la familia? Sin duda apreciamos muchísimo a las ONG’s. ¿Se apoya más a la familia que a las ONG’s? ¿Estamos apostando realmente por una sociedad civil fuerte en sus raíces más íntimas? Yo creo que no, y además se demuestra al ver la estructura social de España y especialmente la situación de las personas más pobres.
En este sentido ha habido un cambio significativo que, en el informe FOESA2 hemos
investigado con bastante precisión. Antes teníamos la idea de que en los barrios pobres
existían, desde luego, muchos menos recursos, mucha privación, pero al menos había mucha solidaridad familiar; y algunos de los datos que tenemos nos lo confirman. Sin embargo, en la encuesta hecha por la Fundación FOESSA –Institución muy vinculada a Cáritas Española hemos descubierto que, cuanto más pobre se es, menos se relaciona uno con su familia y más conflictos hay dentro de la misma; es decir que allí donde más se necesita la familia, más herida está esa estructura, esa comunidad, más faltos estamos de lazos fuertes.
Esto nos pone sobre aviso de algo que está ocurriendo en España. Es cierto que nuestro
país tiene una cultura latina, mediterránea, que le da gran peso e importancia a la familia; sin embargo nuestra sociedad está neoliberalizándose, individualizándose cada vez más… y nosotros seguimos creyendo que la familia va a aguantar porque es algo que parece propio de nuestra cultura.
Nos parece difícil imaginar un país en el cual la gente no tenga amigos fácilmente, en el
que la calle no tenga una primacía sobre la vida de la gente y en el que la familia no sea muy importante. Sin embargo, comprobamos que la calle tiene cada vez menos importancia en nuestras ciudades… Hay programas por parte de la Administración, de los Ayuntamientos, para intentar ganar de nuevo la calle, para que los niños puedan ir andando al colegio… hay que producirlo y procurarlo ya con programas específicos, pero hemos perdido la parte de la calle.
¿Cuántas familias dejan que sus hijos jueguen en la calle? ¿La calle sigue siendo lo que
era en el mundo Mediterráneo, en nuestras ciudades antaño? NO; por el contrario, lo que nos encontramos es como un proceso de desresponsabilización en las relaciones; cuando hablamos de neoliberalización no nos referimos al sano liberalismo, sino a aquel tipo de relación en el ámbito laboral donde el patrón y el trabajador se desresponsabilizan mutuamente. El neoliberalismo no afecta fundamentalmente solo al ámbito del comercio, del trabajo, sino que afecta principalmente al ámbito de las relaciones.
2 Fomento de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada
Hay sociedades como la estadounidense que puede soportar niveles de individualismo muy altos porque tiene un 70% de asociaciones; lo que no logra por las relaciones naturales entre la gente, lo logra a través de los clubs o a través del asociacionismo; pero ¿qué grado de asociacionismo tiene España para soportar nivele de individualización más altos? Lamentablemente estamos en niveles cercanos al 15%, al 8% cuando hablamos de barrios empobrecidos… lo que quiere
decir que nosotros no tenemos defensas ni estructura para aguantar una individualización excesiva de nuestra sociedad.
Conocemos muy bien el avance de este individualismo en el ámbito de la infancia, y
podemos afirmar que un tercio de niños en nuestro país vive bajo premisas de fuerte
individualismo. Veamos algunos datos:
El 27% de los niños se siente solo en casa, y cuando hablamos de hijos de inmigrantes,
sube al 43%. Hicimos una exploración más detallada y nos preguntamos si esto se
correspondía con el hecho de que la mujer trabaja más fuera y, por lo tanto, está menos en casa, pero lamentablemente, el resultado es que no. Tampoco tiene tan fácil solución
porque, el porcentaje de niños que se siente solo es todavía mayor cuando tienen a su
madre en casa; por tanto, el problema no está en las horas de presencia, sino en el propio modelo educativo que tenemos. El niño puede estar viendo la TV y nosotros trabajando con nuestro ordenador, o en la cocina, o hablando con alguien, y el niño sentirse tremendamente solo; convivimos en casa, pero no acabamos de estar juntos. El otro día leía un artículo que decía, “papá, yo dejo el video juego pero tú dejas la tableta…”
Esto produce efectos muy llamativos; por ejemplo el rooming3, en Japón, donde 1 de
cada 10 adolescentes, está sufriendo este fenómeno, según el cual, ante un ambiente cada vez más hostil, en el que la familia ya no es una comunidad de convivencia cotidiana y de apoyo absoluto, los niños sienten más incertidumbre y acaban defendiéndose de su propia familia, encerrándose en su habitación durante meses, con el ordenador o los videojuegos; no dejan que entre nadie; les pasan la comida entreabriendo la puerta; no limpian la habitación, no se asean… Japón es una sociedad donde hay una especial presión social, pero ciertamente tenemos que ver que Japón, sobre todo Tokio, es una sociedad que marca tendencia en todo el planeta; a lo que más se va a parecer todo el Planeta es a Tokio.
3 En youtube hay unos reportajes realmente espectaculares sobre esta cuestión.
Un 30% de niños tienen estas pautas individualistas; eso nos indica que la familia no está ganando la batalla; la familia aguanta, se comporta solidariamente, pero se ha debilitado y, si no la reforzamos, nos encontraremos con mucha menor capacidad para soportar las pruebas que nos vengan en el futuro.
Tenemos que cambiar además, nuestra perspectiva de la relación entre familia y
sociedad; antes la institucionalización le daba un papel muy importante a la familia, pero hoyen día, la evolución del Mercado, la evolución de las tendencias de consumo, le han quitado gran parte del papel a la familia. Nos encontramos en una sociedad en la cual se busca que las personas consuman al máximo, y en la que se necesita que todos, especialmente los adolescentes, que es un “mercado” muy importante, tengan menos cortapisas y entren a socializarse en este modo de consumo… La familia se convierte en un estorbo, prácticamente en la única contención, para limitar ese consumo, en una comunidad contracultural.
Yo sí entiendo que, en una sociedad que avanza hacia el individualismo, la familia se
convierta en un valor contracultural. Si no, preguntémonos -según pautas que se venían
dando hace 25 o 30 años- ¿quién vería hoy en España que tiene el deber de atender a su tía abuela, por ejemplo? A los padres o a los hijos, por supuesto, pero ¿quién le dice a cualquier otro familiar que esté en dificultades, que se vaya a vivir a su casa? Esto es algo cada vez más infrecuente, no se siente el deber de hacerlo. Vivimos, como decía Lipovetsky, “ante el crepúsculo del deber familiar”.
Como les decía, presido una Fundación –la mayor de España- dedicada a personas sin
hogar; allí atendemos en torno a las 5.000 personas y puedo decir que, la mitad de los casos que se dan en nuestro país, ya se deben a crisis familiares, como separaciones. Os pongo un ejemplo, hace poco conocí a una persona que lleva un año en la calle, fruto de una separación que le llevó a no ver sentido a su vida, tener una gran depresión y, al final, dejar su trabajo… era programador informático, es decir, no hablamos solo de personas con mala situación laboral. En una entrevista que tuvimos me decía que, el año anterior, él ayudaba a las ONG’s y, cuando veía por la calle a las personas sin hogar, pensaba que no querían trabajar, que no buscaban soluciones…
Sin duda, la familia es el factor más importante en la producción de pobreza extrema;
cuando falla la familia las personas nos encontramos colgando de un hilo, cada vez más
vulnerables. Si no hay familias fuertes, si no consolidamos una política familiar, teniendo en cuenta la diversidad de formas familiares que hay, pero reforzando el compromiso entre las personas, asumiremos riesgos sociales que, veremos cómo poco a poco van a ir minando, cada vez más, parte de nuestra sociedad, al menos ese tercio que está en situaciones más vulnerables.
A mí me parece que las conclusiones son claras:
• En primer lugar, tenemos que dejar de pensar la familia como una célula en continuidad con la sociedad, y pensarla como una comunidad con una misión muy concreta. Y una comunidad contracultural, es más, como el lugar donde principalmente se crean aquellos valores contraculturales, como la solidaridad, la entrega, la primacía del amor sobre los contratos, la importancia del sentido y la importancia de la sostenibilidad en el desarrollo de las personas.
Los valores que predominan en parte de la sociedad, en el Mercado y en la publicidad,
no son ya afines con la familia, sino que, por el contrario, están dirigiéndote a que tú hagas lo que quieras en tu vida, a que veas por ti mismo, a que te realices…
Unos amigos míos vivieron una crisis matrimonial en la que él, de 42 años, abandonó el
hogar porque “no se realizaba en casa”. Cuando comí con él me preguntaba si yo me
realizaba en casa… le dije, “mira, yo me entrego en casa, tengo a mi esposa, a mis hijos y vivo entregado a ellos, por eso no se me ocurre hacer un “balance económico” de qué me dan o no me dan… yo no vivo desde esa lógica”. Él llegó a mandarle un correo electrónico a su mujer, con una lista de cuestiones en las que él no se estaba realizando y lo que él creía que tenían que darle en casa y que no le daban… Yo le decía, “chico, eso se parece a un balance de empresa, pero no a una familia… porque en la familia, o vives en clave de entrega y alianza, o tienes problemas muy serios porque no puedes estar calculando todo el tiempo lo que te dan o no…”
Vivimos en una sociedad que nos impulsa a la realización propia; ciertamente es muy
importante que, en el hogar, cada persona piense en términos de su desarrollo personal,
pero éste se tiene que dar en términos de alianza con los otros, es decir, te desarrollas
fundamentalmente en la donación de ti mismo; de otro modo no se entiende. Tener hijos,por ejemplo, te da grandes placeres, pero enormes sufrimientos también; con tu hijo estás vendido y haga lo que haga vas a verte vulnerado por él, estás pendiente de su vida… En la relación con los hijos, frecuentemente sufrimiento y alegría viven de la misma fuente. No podemos hacer un balance de si nos compensa o no tener hijos… a no ser que los tengamos para que nos puedan mantener en el futuro… Cuando hablamos de una relación predominantemente de amor, ese cálculo no tiene sentido, y sin embargo es algo que nos inyecta la cultura.
• La segunda conclusión es que la familia todavía sigue respondiendo a la gente; sin
embargo, también nos encontramos con un porcentaje de familias heridas que no son
capaces de responder allí donde se esperaba que estuvieran.
• La tercera es que el Estado de bienestar tiene que seguir apoyando a los mayores
porque, evidentemente, nos encontramos ante unas familias que, sobre todo, están
soportando su peso sobre la solidaridad de los más mayores de la familia.
• La cuarta nos dice que tenemos que apoyar especialmente a las parejas jóvenes y
trabajar para que formen familias fuertes, para que fortalezcan su comunidad familiar y
esto, dada la cultura actual, que tiende a la disipación, a generar vínculos débiles entre
los cónyuges, no es fácil.
A mí me parece que, el fortalecimiento del matrimonio como institución debería estar
entre las primeras cuestiones de la política de familia. Esto no supone ir contra la diversidad, ni contra la libertad de las personas; se trata sencillamente de defender una institución que, desde mi perspectiva y mi trabajo, es especialmente útil allí donde existe más pobreza.
La cuestión de la familia no es una cuestión ideológica, sino de justicia, y lo que esta crisis nos está poniendo sobre la mesa es que, independientemente de los debates ideológicos que vivimos de una forma muy virulenta entre el año 2004 y el 2008, la familia se presenta, sobre todo hoy día, como una cuestión de justicia, como el único recurso realmente fiable
con el que siempre cuentan las personas que están en mayor riesgo social; por tanto,
debemos defenderlo como algo tremendamente eficaz y también sagrado para las personas.
El Estado no va a encargarse de cada una de las personas que están en situación de
debilidad; la sociedad en general, tampoco; podemos procurar que la solidaridad entre la
ciudadanía, entre los vecinos, sea grande, pero no podemos garantizar que van a estar allí con la persona cuando lo necesite, cuando esté deprimida…
Cuando muere un familiar muy cercano -es lo que más hiere a las personas- la gente
tarda dos años y medio en salir adelante; sin embargo, cuando una persona está más de un año en el paro, tarda 5 en recobrarse del trauma… ¿Quién va a estar cinco años apoyando psicológica, social y comunitariamente a la persona? Esperamos que lo haga la familia; por eso, hay que hacer políticas sociales proporcionales a la responsabilidad que estamos esperando de ella.
Esto nos pone en la pista de transformar nuestra cultura de familia y de generar mayor
tejido social de apoyo a la misma; que realmente tengamos asociaciones que, no solamente hagan ideología de la familia, sino que la apoyen, que apuesten realmente por ella. No nos estamos jugando aquí una cuestión religiosa ni una cuestión de doctrina, sino que nos jugamos la principal estructura que da soporte a la persona, aquella estructura por la cual la gente está dispuesta a dar su vida; incluso, cuando uno es mayor, cree que tiene que darlo todo por aquellas personas que vienen detrás de él.
A fin de cuentas, si cultivamos familia, estamos cultivando sociedad civil y estamos
apostando por la principal fuente de formación de emprendedores, de innovadores, de
personas con iniciativa, de creativos, de gente capaz de trabajar, de globalizarse, de tener interés por la información… Estamos apostando por la principal estructura productiva de nuestro país. Basta ya de una lectura meramente ideológica de la cuestión y apostemos por la familia como una estructura contracultural, capaz de transformar, capaz de inspirar otro modelo social de desarrollo humano integral, sostenible, reconciliado… Creo que tenemos que dar un paso adelante con la familia, de una forma transversal a las ideologías, a las confesiones, y ser capaces de situar a nuestro país con aquel capital que más tiene y que más debe cuidar, la familia.
Muchas gracias
DIÁLOGO
P. Ha hablado del aumento del individualismo en nuestra sociedad y cómo se manifiesta en una menor vida de adultos y niños en calles y plazas porque la gente pasa más tiempo en su casa. Este fenómeno en ciudades como Santander no es muy perceptible; más bien parece que se ve más gente en la calle que antes.
R. Sin duda hay una diferencia muy grande sobre todo en localidades de 20.000 a
100.000 habitantes; son ciudades que tienen una vida comunitaria especialmente
satisfactoria para la gente. Pero existe una tendencia global en todo el mundo a la
metropolización de todas las ciudades. El propio urbanismo es acorde con lo que la gente quiere, es decir, tener la calle dentro de la urbanización. Hay un modelo de urbanización de enclaustramiento, donde lo que se hace es confiar a los niños al parque que hay dentro de los muros de su urbanización; es algo que se está extendiendo y está muy presente en la arquitectura de todo el mundo.
Yo soy de Vigo, una ciudad pequeña -según el último censo tiene 256.724 habitantes y
aproximadamente unos 400.000 de población flotante- la cual, como ocurre con Oviedo ySantander, ha mejorado en muchos aspectos; han mejorado los espacios, hay más calles peatonales… Sin embargo, yo creo que hay una mayor tendencia a vivir hacia dentro; en nuestro país esto se manifiesta en la mayor desconfianza de la gente frente a los desconocidos; incluso se tiene mayor sensación de riesgo de la que existe realmente.
En Internet, en las tecnologías de información y comunicación se ve fácilmente que, el
nivel de incidencias que tienen los hijos está en torno al 5 o 6%; sin embargo hay un 75% de padres que sienten que sus hijos están en peligro. La sensación de peligro ha aumentado y la fuerza de la calle no es tan grande como era, aunque España sigue siendo un país encantador para estar en la calle, y así lo ven todos los extranjeros. Tampoco la solidaridad vecinal es ya lo que era; en comunidades en las que los vecinos llevan viviendo muchos años puede haber esa confianza, pero en las comunidades jóvenes viven más cerca de la gente de Facebook que de sus vecinos, de los cuales ni siquiera saben el nombre.
La tesis general es que nuestra sociedad se hace más individualista y yo creo que poca
gente negaría eso.
P. ¿Por qué el tema de la familia está tan ideologizado por las formaciones políticas y
también por la misma Iglesia?
R. Yo creo que es, fundamentalmente, un tema sociopolítico, especialmente en España. En los años 60, se forman movimientos sociales en torno a las principales causas y comunidades que existen; por ejemplo, el movimiento de desarrollo comunitario de los trabajadores sociales que muchas ONG’s asumimos como el modelo. Es importante que la gente tenga redes y genere solidaridades; sin embargo, en nuestro paradigma de intervención social, incluso en ámbitos eclesiales, la familia tiene muy poco peso. Esto ocurre porque tenemos muy pocas herramientas para atender a la familia; se apoyan más otros factores y, de hecho, cuando se habla de solidaridad, se dice que “la gente tiene que tener redes sociales…” Eso es importante, pero lo que la gente tiene que tener es familia, porque, al final, si el chaval tiene una discapacidad, eso no lo asume su red social… lo asumirá su madre o sus hermanos.
Mi interpretación es que no ha habido un movimiento social de defensa suficientemente
fuerte en torno a la familia; el movimiento de defensa ha estado muy escorado confesional e ideológicamente; ha sido el mundo católico más conservador el que, en España sobre todo, ha asumido la defensa de la familia, con lo cual, si yo hablo de la familia en una conferencia, la gente identifica perfectamente de qué pie cojeo… Y cuando hablo de neoliberalismo y hablo de familia, la gente ya no sabe si cojeo de uno, otro o de los dos… Realmente la propia palabra familia, o el tema de la familia incorporado a la agenda de preocupaciones, suena a
conservador. En mi opinión, hay un doble problema; por una parte, un mundo social y progresista de izquierda que no ha asumido la importancia de las instituciones más personales; por el contrario, ha habido un proceso de des-institucionalización y de relativismo que deja a la persona en situación de bastante riesgo en torno a su itinerario personal. De hecho, lo vemos en gran parte de las problemáticas que tenemos; por ejemplo, la mitad de los casos de pobreza extrema que yo tengo están -como he dicho antes- relacionados con abandonos de familia, separaciones, hijos que han sido echados de casa… yo tengo chavales que, desde los 14 años, están viviendo en coches porque no aguantan a sus familias, los padres les pegan, ellos han llegado a pegarles también; es la violencia ascendente… hijos que pegan a padres que les han echado de casa…
O la depresión… en España tenemos cuatro millones y medio de personas clínicamente
diagnosticadas de depresión. Evidentemente, la familia no es la fuente ni la culpable de la depresión, pero personas con familias fuertes, que apoyan, en las que el sentido es
importante, están menos expuestas a la depresión.
A mí me parece que, por una parte se ha frivolizado la familia, y por otra, desde el
mundo conservador, tampoco se ha sabido hacer un movimiento suficientemente
universalista. Yo entiendo que, en determinadas cuestiones, haya controversia sobre las
leyes que puedan afectar a grandes dilemas éticos en torno a la familia; y está bien que la haya porque quiere decir que el tema nos importa, pero hay ciertos aspectos que son
transversales a todos, y aquí es donde se falla. Salvo en ámbitos conservadores, no hay
movimientos de defensa de la familia; es más, generalmente esa estrategia ha generado
movimientos contrarios, de rechazo.
Se ve muy bien en EEUU donde, cuanto más se ha confesionalizado la defensa de la
familia, más rechazo hay a las políticas de familia. EEUU tenía un nivel de reconocimiento público y de apoyo a la familia extraordinario; no hay nada más que ver su cine para comprender el papel de la familia en una sociedad individualista. Sin embargo, las políticas de la Mayoría Moral4, han convertido a EEUU en la sociedad menos familista de toda su historia, y, por cierto, también en la sociedad más atea de toda su historia; hay un nivel de ateísmo altísimo; el resultado, por tanto, ha sido contraproducente.
Hay que hacer como un doble movimiento: Por una parte, incorporar la familia a la
agenda de lo social y a la de las ideologías o del mundo de izquierdas de nuestro país, que es más de la mitad de la población. Y por otra parte, que la defensa que hacemos de familia, sin perder la singularidad de aquellas cuestiones que creemos que se deben apoyar, sea capaz de compartir y de establecer un programa más extenso.
La familia no es propiedad ni de los conservadores, ni de los católicos, ni de la izquierda ni de la derecha, ni de los liberales… sino que debería ser patrimonio de todos; por tanto tenemos que tener algo en lo que todos coincidimos que hay que apoyar. Nos cuesta hacer esto; quizás por una cuestión de pluralismo, en donde la familia parece que casi es de los pocos aspectos donde izquierda y derecha se diferencian; vivimos en un mundo pluralista y tenemos que saber movernos en él; pero también hay que saber generar programas transversales; en un país tan dividido políticamente como España, no lo hemos sabido hacer.
A mí me parece que, en estos ambientes, las ONG’s –especialmente las de la Iglesia,
porque tiene mucho peso en nuestro país- debemos asumir en nuestros programas un
mayor protagonismo de la familia; ahora bien, sin pretender pasar a todo el mundo con el carnet de familia, ni apoyar solo a las familias que cumplan ciertas condiciones… Nosotros partimos de una realidad de familia que es la que es, y de ahí a más; yo no voy a examinar a nadie para ver si tiene la familia correcta o no, lo que voy a trabajar es para fortalecer su vida familiar, en la medida que él quiera también.
Debemos trabajar en esa línea, que nos exige cierto pluralismo, cierto universalismo y
cierta tolerancia también en los ambientes.
4 Moral Majority. Organización política de Estados Unidos, de orientación ultraconservadora y fundamentalista
cristiana, que funciona como un lobby. Fue fundada por Jerry Falwell en 1979. Está estrechamente vinculada a
los telepredicadores evangélicos y apoyada en el ala derecha del Partido Republicano.
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