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Material altamente inflamable. Se ruega difusión
Impresionante discurso de Sarkozy (tienen que leerlo en el PP)
Nicolas Sarkozy ha pronunciado un discurso
histórico. Las ideas expuestas bien podrían alimentar un fuerte debate
en la derecha europea en general y española en particular. Sarkozy
critica al mismo tiempo al “pensamiento único” neoliberal y a la
ideología izquierdista de Mayo del 68. A esta última le reprocha haber
destruido las referencias morales en la política, la economía y la
educación. El candidato de la derecha francesa propone un nuevo concepto
de ciudadanía que equilibre los derechos con los deberes, y llama a
reconquistar ideas como nación, autoridad e identidad. Los objetivos
económicos –dice– no son un fin, sino un instrumento. Ofrecemos a
continuación algunos fragmentos especialmente significativos. No tienen
desperdicio.
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NICOLÁS SARKOZY
«El
pensamiento único, que es el pensamiento de quienes lo saben todo, de
quienes se creen no sólo intelectualmente sino también moralmente por
encima de los demás, ese pensamiento único había denegado a la política
la capacidad para expresar una voluntad. Había condenado la política.
Había profetizado su caída imparable frente a los mercados, las
multinacionales, los sindicatos, Internet. Se sostenía que en el mundo
tal cual es hoy, con sus informaciones que se difunde instantáneamente,
sus capitales que se desplazan cada vez más rápido y sus fronteras
ampliamente abiertas, la política ya no jugaría más que un papel
anecdótico y que ya no podría expresar una voluntad, porque el poder
pronto estaría compartido, diluido, disperso en red; porque las
fronteras estarían totalmente abiertas y los hombres, los capitales y
las mercancías circularían sin obedecer a nadie. Pero la política
retorna. Retorna por todas partes en el mundo. La caída del Muro de
Berlín pareció anunciar el fin de la Historia y la disolución de la
política en el mercado. Dieciocho años después, todo el mundo sabe que
la Historia no ha terminado, que siempre es trágica y que la política no
puede desaparecer porque los hombres de hoy sienten una necesidad de
política, un deseo de política como rara vez se había visto desde el fin
de la segunda guerra mundial.
Necesidad de nación
La
necesidad de política tiene por corolario la necesidad de nación. La
nación también había sido condenada. Pero aquí está de nuevo, para
responder a la necesidad de identidad frente a la mundialización, vivida
como una empresa de uniformización y mercantilización del mundo en la
que ya no quedaría lugar para la cultura y para los valores del
espíritu. Quizá la inquietud es excesiva, pero es bien real y expresa
una necesidad de identidad muy fuerte. Por todas partes la he encontrado
en esta campaña; en todas partes me han hablado de ella gentes de toda
condición. Pero la nación no es sólo la identidad. Es también la
capacidad de estar juntos para protegerse y para actuar. Es el
sentimiento de que no se está solo para afrontar un futuro angustioso y
un mundo amenazante. Es el sentimiento de que, juntos, se es más fuerte,
y podremos hacer frente a lo que, solos, no podríamos afrontar.
Yo
he querido volver a poner la voluntad política y Francia en el corazón
del debate político. La voluntad política y la nación están siempre para
lo mejor y para lo peor. El pueblo que se moviliza, que se convierte en
una fuerza colectiva, es una potencia temible que puede actuar tanto
para lo mejor como para lo peor. Hagamos las cosas de manera que sea
para lo mejor. Conjuraremos lo peor respetando a los franceses,
manteniendo nuestros compromisos, respetando la palabra dada.
Conjuraremos lo peor haciendo que la moral retorne a la política.
Contra los herederos de Mayo del 68
No
me da miedo la palabra “moral”. Desde mayo de 1968 no se podía hablar
de moral. Era una palabra que había desaparecido del vocabulario
político. Hoy, por primera vez en decenios, la moral ha estado en el
corazón de la campaña presidencial. Mayo del 68 nos había impuesto el
relativismo intelectual y moral. Los herederos del 68 habían impuesto la
idea de que todo vale, de que no hay ninguna diferencia entre el bien y
el mal, entre lo verdadero y lo falso, entre lo bello y lo feo. Habían
querido hacernos creer que el alumno vale tanto como el maestro, que no
hay que poner notas para no traumatizar a los malos alumnos, que no
había diferencias de valor y de mérito. Habían querido hacernos creer
que la víctima cuenta menos que el delincuente, y que no puede existir
ninguna jerarquía de valores. Habían proclamado que todo está permitido,
que la autoridad había terminado, que las buenas maneras habían
terminado, que el respeto había terminado, que ya no había nada que
fuera grande, nada que fuera sagrado, nada admirable, y tampoco ya
ninguna regla, ninguna norma, nada que estuviera prohibido.
Recordad
el eslogan de Mayo del 68 en las paredes de la Sorbona: “Vivir sin
obligaciones y gozar sin trabas”. Así la herencia de Mayo del 68 ha
liquidado a la escuela de Jules Ferry en la izquierda francesa, que era
una escuela de la excelencia, del mérito, del respeto, del civismo; una
escuela que quería ayudar a los niños a convertirse en adultos y no a
seguir siendo niños grandes, una escuela que quería instruir y no
infantilizar, porque había sido construida por grandes republicanos que
tenían la convicción de que el ignorante no es libre. Pero la herencia
de Mayo del 68 ha liquidado esa escuela que transmitía una cultura común
y una moral compartida, cultura y moral gracias a las que todos los
franceses podían hablarse, comprenderse, vivir juntos. La herencia de
Mayo del 68 ha introducido el cinismo en la sociedad y en la política.
Han sido precisamente los valores de Mayo del 68 los que han promovido
la deriva del capitalismo financiero, el culto del dinero-rey, del
beneficio a corto plazo, de la especulación. El cuestionamiento de todas
las referencias éticas y de todos los valores morales ha contribuido a
debilitar la moral del capitalismo, ha preparado el terreno para el
capitalismo sin escrúpulos y sin ética, para esas indemnizaciones
millonarias de los grandes directivos, esos retiros blindados, esos
abusos de ciertos empresarios, el triunfo del depredador sobre el
emprendedor, del especulador sobre el trabajador.
La izquierda hipócrita
Los
herederos de Mayo del 68 han degradado el nivel moral de la política.
Todos esos políticos que reivindican la herencia de Mayo del 68, dan al
prójimo lecciones que jamás se aplican a sí mismos, quieren imponer a
los demás comportamientos, reglas, sacrificios que jamás se imponen a sí
mismos. Proclaman: “Haced lo que yo digo, no hagáis lo que yo hago”.
Ésa es la izquierda heredera de Mayo del 68, la que está en la política,
en los medios de comunicación, en la administración, en la economía. La
izquierda que le ha tomado gusto al poder, a los Privilegios. La
izquierda que no ama a la nación porque no quiere compartir nada. Que no
ama a la República porque no ama la igualdad. Que pretende defender los
servicios públicos, pero que jamás veréis en un transporte colectivo.
Que ama tanto la escuela pública, que a sus hijos los lleva a colegios
privados. Que dice adorar la periferia, pero que se cuida muy mucho de
vivir en ella. Que siempre encuentra excusas para los violentos, a
condición de que se queden en esos barrios a los que ella, la izquierda,
no va jamás. Esa izquierda que hace grandes discursos sobre el interés
general, pero que se encierra en el clientelismo y el corporativismo.
Que firma peticiones y manifiestos cuando se expulsa a algún “okupa”,
pero que no aceptaría que se instalaran en su casa. Que dedica su tiempo
a hacer moral para los demás, sin ser capaz de aplicársela a sí misma.
Esa izquierda, en fin, que entre Jules Ferry y Mayo del 68 ha elegido
Mayo del 68, es la que condena a Francia a un inmovilismo cuyas
principales víctimas serán los trabajadores, los más modestos, los más
pobres.
Ésa
es la izquierda que desde Mayo del 68 ha renunciado al mérito y al
esfuerzo, que ha dejado de hablar a los trabajadores, de sentirse
concernida por la suerte de los trabajadores, de amar a los
trabajadores; porque el valor trabajo ya no forma parte de sus valores,
porque su ideología ya no es la de Jaurès o la de Blum, que respetaban a
los trabajadores, sino que ahora la ideología de la izquierda es la del
reparto obligatorio del trabajo, la de las 35 horas, la del
asistencialismo. La crisis del trabajo es ante todo una crisis moral, y
en ella la herencia de Mayo del 68 tiene una enorme responsabilidad. Yo
quiero rehabilitar el trabajo, quiero devolver al trabajador el primer
lugar en la sociedad.
Liquidar la herencia de Mayo del 68
La
herencia de Mayo del 68 ha debilitado la autoridad del Estado. Esos
herederos de los que en Mayo del 68 gritaban “CRS = SS”, toman
sistemáticamente partido por los violentos, los alborotadores y los
estafadores contra la policía. Lo hemos visto tras los incidentes de la
Estación del Norte. En lugar de condenar a los violentos y de apoyar a
las fuerzas del orden y su difícil trabajo, no se les ha ocurrido nada
mejor que esta frase, que merecería ser inscrita en los anales de la
República: “Es inquietante constatar que se ha abierto una fosa entre la
policía y la juventud”. Como si los vándalos de la Estación del Norte
representaran a toda la juventud francesa. Como si fuera la policía la
que estaba actuando mal, y no los violentos. Como si los violentos
hubieran destrozado todo y saqueado los comercios para expresar una
revuelta contra una injusticia. Como si el hecho de ser jóvenes lo
excusara todo. Como si la sociedad fuera siempre culpable y el
delincuente siempre inocente. Ésos son los herederos de Mayo del 68, que
denigran la identidad nacional, que atizan el odio a la familia, a la
sociedad, al Estado, a la nación, a la República.
En
estas elecciones se trata de saber si la herencia de Mayo del 68 debe
ser perpetuada o si puede ser liquidada de una vez por todas. Yo quiero
pasar la página de Mayo del 68. Pero tiene que ser más que un gesto. No
hay que contentarse con poner banderas en los balcones el 14 de julio y
cantar la Marsellesa en vez de la Internacional en los mítines del
Partido Socialista. No se puede decir que se desea el orden y tomar
sistemáticamente partido contra la policía. No es posible seguir
denunciando la “provocación” y el “Estado policial” cada vez que la
policía intenta hacer respetar la ley. No se puede decir que uno apuesta
por el valor del trabajo y, al mismo tiempo, generalizar las 35 horas,
seguir cargándolo con impuestos y estimular la mentalidad del asistido,
del que cobra del Estado para no trabajar. No se puede decir que se
desea obstaculizar las deslocalizaciones y al mismo tiempo rechazar
cualquier experimentación del IVA social, que permite financiar la
protección social con las importaciones. No es posible proclamar grandes
principios y negarse a inscribirlos en la realidad. Yo propongo a los
franceses romper realmente con el espíritu, con los comportamientos, con
las ideas de Mayo del 68, con el cinismo de Mayo del 68. Propongo a los
franceses devolver a la política la moral, la autoridad, el trabajo, la
nación. Les propongo reconstruir un Estado que haga realmente su
trabajo y que, en consecuencia, domine las feudalidades, los
corporativismos y los intereses particulares. Les propongo rehacer una
República una e indivisible contra todos los comunitarismos y todos los
separatismos. Les propongo reedificar una nación que de nuevo esté
orgullosa de sí misma.
Ciudadanía de deberes
Al
poner sistemáticamente los derechos por encima de los deberes, los
herederos de Mayo del 68 han debilitado la idea de ciudadanía. Al
denigrar la ley, el Estado y la nación, los herederos de Mayo del 68 han
favorecido el crecimiento del individualismo. Han incitado a cada cual a
no pensar más que en sí mismo y a no sentirse concernido por los
problemas del prójimo. Yo creo en la libertad individual, pero quiero
compensar el individualismo con el civismo, con una ciudadanía hecha de
derechos pero también de deberes. Quiero derechos nuevos, derechos
reales y no virtuales. Quiero un derecho real a un techo, al
alojamiento. Un derecho real al cuidado de los hijos, a la
escolarización de niños con minusvalías, a la dependencia para los
mayores. Quiero el derecho a un contrato de formación para los jóvenes
de más de 18 años, y a la formación a lo lago de toda la vida. Quiero el
derecho a la caución pública para aquellos que no tienen padres, para
los que no tienen relaciones, para los enfermos a los que no se les
quiere prestar porque se considera que representan un riesgo demasiado
elevado. Quiero el derecho a un contrato de transición profesional para
los que están en paro.
Pero
quiero que estos derechos estén equilibrados con los deberes. La
ideología de Mayo del 68 habrá muerto cuando la sociedad se atreva a
recordar a cada cual sus deberes, cuando en la política francesa se ose
proclamar que, en la República, los deberes son la contrapartida de los
derechos. Ese día al fin se habrá realizado la gran reforma moral e
intelectual que Francia necesita una vez más. Entonces podremos
reconstruir sobre cimientos renovados esa República fraternal que es el
sueño siempre inacabado, nunca realizado de Francia desde el primer día
en que tuvo conciencia de su existencia como nación. Porque Francia no
es una raza, no es una etnia, ni sólo un territorio; Francia es un ideal
incansablemente perseguido por un gran pueblo que, desde su primer día,
cree en la fuerza de las ideas, en su capacidad para transformar el
mundo y hacer la felicidad de la humanidad.
Quiero
decírselo a los franceses: el pleno empleo, el crecimiento, el aumento
del poder adquisitivo, la revalorización del trabajo, la moralización
del capitalismo, todo eso es necesario y es posible. Pero eso no son más
que medios que deben ser puestos al servicio de una cierta idea del
hombre, de un ideal de sociedad donde cada cual pueda encontrar su
lugar, donde la dignidad de todos y cada uno sea reconocida y
respetada.»
Discurso de Bercy, 29 de abril de 2007. Ver el discuso completo aquí (en francés):
www.u-m-p.org/site/index.php/ump/s_informer/discours/nicolas_sarkozy_a_bercy
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QUE NINGUN PRESUNTO CORRUPTO TENGA PAZ PARA DISFRUTAR DE LO PRESUNTAMENTE ROBADO AL PUEBLO ESPAÑOL
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