domingo, 18 de agosto de 2013

ESPAÑA: Drama y desconcierto de la derecha

LOS VERDES DE ALCALÁ DE HENARES


Elconfidencial.com
José Luis González Quirós

Drama y desconcierto de la derecha

Una ley política inexorable establece que lo que cuenta son las herencias, no las promesas. La derecha española está rota y desconcertada por la insondable distancia que existe entre lo que esperaba y el futuro que adivina. La derrota de Zapatero fue un auténtico afrodisíaco, pero pronto empezó el desasosiego, aunque nunca nadie pudo prever la política totalmente contraria a lo prometido que sañudamente se ha venido aplicando sobre los esquilmados bolsillos de los ciudadanos, ni tampoco la cadena de mentiras, de despropósitos y de indignidad que traería consigo el caso Bárcenas.
Hubo un momento en que pudo pensarse en que se salía de la crisis, pero lo que ahora aterra a la derecha es su propia impotencia para resolver una ecuación con demasiadas incógnitas y una amenaza muy cierta: un gobierno de coalición de todos los demás, de los que trajeron la crisis y la llevarán al abismo, contra los restos de un naufragio tan aparentemente inevitable como merecido. Falta valor para tirar a la escoria y al capitán por la borda.
Tres secretarios generales y ninguna grandeza



Dicen que la derecha se ha hecho económica, que lo único que importa es el bienestar, el dinerito.
Seguro que es así, pero los votantes tienen sueños de los que no les gusta despertarse, y entre esos anhelos siempre ha estado la idea de que sus dirigentes, a diferencia de otros, eran patriotas, valientes, decentes. El interrogatorio a tres secretarios generales del PP ha sido seguido con enorme curiosidad, pero la decepción ha sido el único bocado cierto. Los secretarios generales no saben nada, no ven nada, no oyen nada, son vagos, desatienden sus obligaciones estatutarias y van únicamente a lo suyo. Es posible que alguno admire todavía su listeza, pero dudo que les quede cualquier capital político, sea cual fuere su destino. Han dicho lo que la mayoría de la gente diría, eso es cierto, pero con esa vulgaridad se les acabó el apresto. Tan sólo la dama ha apuntado maneras, pero nadie puede estar seguro de que no se deba a su capacidad de meterse en charcos: hubo jaleadores a su entrada en la audiencia, no volverá a haberlos.
El hotel de los líos
El PP ha dado en muchas ocasiones la sensación de ser una casa deshabitada, pero ahora recuerda más al hotel de los líos, al templo del desconcierto. Entre sus oficiales parece haber una competición seria por ver quién es capaz de decir la mayor tontería. Uno de los que no tiene la boca pequeña es un simpático diputado murciano que, según parece, sabe lo suyo de economía. Ha hecho la pregunta del millón, le ha pedido a Bárcenas que enseñe la lista verdadera, los papeles que expliquen el origen de su tesoro helvético y trasatlántico. Con amigos así, ¿quién necesita enemigos? Resulta que la gente anda entretenida con la contabilidad de los sobresueldos y pequeñas donaciones de liberales convencidos, y se olvida de preguntarse por las decenas de millones de euros. Tal vez quiera decir el diputado que una cosa es lo que se gastó el PP y otra lo que unos cuantos robaron en su nombre…, aunque nunca llegó a las arcas del partido. Porque el mayor misterio de esos caudales barcenianos consiste en que nadie ha denunciado nunca, ni denunciará jamás, su desaparición. No sé si Bárcenas era un buen tesorero, pero si ha sido ladrón se merece el Nobel del gremio, porque parece haber conseguido que le defiendan los supuestamente robados.
El tren del olvido
El accidente del Alvia camino de Santiago ha sido una enorme tragedia, pero puede haber dejado lecciones interesantes en materia de comunicación, y en disciplinas conexas. Vayamos a lo primero: nadie sabe cómo, apareció, urbi et orbi, una grabación, que debiera haber sido prueba judicial secreta: un tren se adentraba a velocidad excesiva en un curva cerrada y descarrilaba con estrépito en un primer plano digno del mejor cine de catástrofes. ¿Quién liberó la grabación? Sus efectos fueron inmediatos, pues el pueblo entiende que es el maquinista el que acelera en vez de frenar. Un culpable obvio, y las empresas, el ministerio, y dos gobiernos, a resguardo, ese es el resultado certero de la filtración. Vayamos a lo segundo: dos centenares de víctimas, varias decenas de muertos, mucha solidaridad, velas, lágrimas y que nadie haga preguntas que estamos en verano. ¿Está bien equipado el tren? ¿Está adecuadamente homologado para esa clase de servicios? ¿Es seguro desde el punto de vista dinámico? Y mil más, pero son cosas de técnicos, que los políticos nunca hacen nada mal. La democracia española parece haber madurado lo suficiente hasta alcanzar la sabiduría de no hacer preguntas inconvenientes. Ya lo dijo Franco, España es mucho más fácil de gobernar de lo que se cree.
Aplausos desesperados, fin de la cita
No es por amargarle las vacaciones a nadie, pero los atareados diputados que aplaudían con entusiasmo digno de mejor causa las citas rajoyanas contra su nada apócrifo autor, no deben haber caído en la cuenta de que aplaudían las evasivas del caso GAL, y otras andanzas escasamente edificantes. No creo que ese aplauso sea otra cosa que muestra de desesperación, porque, de tomarlo en serio, habría que negarles el saludo. Queridos amigos, en la democracia no vale todo, eso pensábamos hasta hace poco.

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