José Antonio Zarzalejos
Colaborador
Los tres testigos que no son de cargo… ni de descargo
La declaración en sede judicial en el caso Bárcenas de tres
exsecretarios generales del PP es un hecho por completo inédito, sin
registro en la democracia española de 1978. Las testificales de Francisco Álvarez Cascos -"general secretario" popular de 1989 a 1999 y ahora disidente de la organización con el Foro Asturias- y de Javier Arenas
-número dos del PP entre 1999 y 2002- abarcarían todo el periodo de
ascenso de los conservadores y de la gestación de una maquinaria fuerte y
cohesionada bajo el mandato de José María Aznar, que entregó las finanzas del partido a Álvaro Lapuerta.
Ambos
testificarán con obligación de decir verdad el martes y, aunque bajo su
mandato Bárcenas no fue tesorero en Génova, se mantuvo discretamente al
lado del hoy imputado inhabilitado Álvaro Lapuerta que, caso de
recuperar su deteriorada salud, será asistido por el letrado de Messi,
el penalista barcelonés Cristóbal Martell.
El miércoles, testificará, haciendo el paseíllo que podía haberse evitado por su condición de aforada, María Dolores de Cospedal,
secretaria general del PP desde el XVI Congreso de Valencia, es decir,
desde 2008, fecha en la que Bárcenas se integró en la Ejecutiva del
partido para asumir en 2009 la gestión económica de la organización y,
que según todos los indicios, se enfrentó al preso de Soto del Real en
términos irreconciliables, tal como se desprende del cruce de sms entre
el extesorero infiel y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
Se trata de unos trámites de instrucción enormemente arriesgados para los testigos.
No son de cargo porque, si incriminan a Bárcenas, ellos podrían
autoinculparse como cooperadores necesarios, cómplices o encubridores.
Si dicen no saber nada de los enjuagues del extesorero quedan los tres
como Cagancho en Almagro porque ante sus narices se perpetraron
presuntamente delitos instrumentales (cohecho, tráfico de influencia,
contra la Hacienda Pública) de una financiación ilegal del Partido
Popular. Por lo tanto, tampoco son testigos de descargo, sino de los llamados indirectos
porque ninguno de los tres dirá que Bárcenas era un dechado de
virtudes. Álvarez Cascos sabe del PP todo y más porque fue la mano
derecha (de hierro) de José María Aznar, al que El País sigue
buscándole las vueltas -ayer volvió a la carga- y Arenas fue (¿lo sigue
siendo?) el amigo más amigo de L. B. y el más expresivo de cuantos se
hayan pronunciado sobre el extesorero. Su gran enemiga: Cospedal, que
junto a enormes errores -el sueldo “en diferido” y como “simulación” fue
una composición dialectico-jurídica desastrosa- ha tenido el gran
arrojo de enfrentarse al preso que amenaza desde las páginas de El Mundo,
no sólo a ella, sino también a su polifacético marido, López del
Hierro, un hombre de resistencia que hace honor a su apellido.
Hay que situar correctamente la cuestión en términos jurídicos y políticos. Pablo Ruz
busca indicios sobre la comisión de delitos por Bárcenas, siendo los
sobresueldos -en A o en B- meros apéndices a efectos penales,
irrelevantes y, seguramente, prescritos. Aquí el meollo de la cuestión
es político: si se cobraron esas cantidades adicionales -se da por
descontado que la fortuna de Bárcenas en Suiza tiene un origen turbio-
con infracción de la Ley de Incompatibilidades y, en su caso, con
irregularidad fiscal. Si Bárcenas puede probarlo será
un desastre para el PP y para Rajoy -que dijo que cobró pero en blanco y
con declaración de IRPF y Patrimonio hechas públicas- y provocará una catástrofe entre los conservadores. Que por cierto, ya la bordean en las encuestas. Si
Bárcenas no puede probar esos cobros y se acredita que se lucró desde
el partido, el PP y Rajoy van a resistir. Pero antes es muy posible que
tanto él como Aznar tengan que pasar por el trago de una testifical que
puede hacerse más necesaria una vez se produzcan las de Álvarez Cascos,
Arenas y Cospedal. De las que saldremos todos como el negro del sermón:
con los pies fríos y la cabeza caliente, expresión coloquial que aunque
con connotaciones políticamente incorrectas -por aquello de la raza del
protagonista- explicará muy bien lo que sentirá la opinión pública
cuando compruebe que los tres testigos no lo fueron ni de cargo ni de
descargo.
Para no perder de vista el porqué de estas declaraciones hay que tener
en cuenta que la de Cospedal la solicitó la acusación de IU en el
procedimiento con apoyo del fiscal Romerales, que se opuso a las otras
dos que Ruz creyó convenientes. Y es que tanto Arenas como Cascos disponen de un arma implacable: la prescripción de los presuntos delitos instrumentales de Bárcenas.
Y calculan que lo que prescribe en la ley, prescribe en la política. A
fin de cuentas, por esos lares discurrió la estrategia de Rajoy en la
comparecencia del pasado primero de agosto. El estío no adormila las
tensiones.
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COMENTARIO
Correa, Bárcenas y Aguirre comparten la misma antipatia política por Cospedal y trabajan, por el momento al unisono, para causarle el mayor desprestigio politico posible, presuntamente claro.
Resulta curioso que el señor Zarzalejos no haga referencia alguna a Acebes en este turbio asunto.
El desenlace de todo este embrollo puede estar en los negocios de la señora Aguirre en la Ciudad de Alcalá de Henares, presuntamente claro
continuará..........
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