07/02/2021 |
Moscú saca a pasear Catalunya para defenderse y advertir a Europa que no siga a ciegas a Biden.
Rusia no ha enviado diez mil soldados para apoyar la independencia de Catalunya, pero acaba de lanzar un directo a la mandíbula de Josep Borrell, recordándole los sucesos del 1 de octubre del 2017 y los políticos catalanes encarcelados. La reacción rusa a la presión europea por el caso Navalni ha resonado en todo el circuito internacional en la medida que iba acompañada de un segundo puñetazo: la inmediata expulsión de tres diplomáticos europeos de bajo rango acusados de haber participado en las manifestaciones pro Navalni.
El mensaje es claro: europeos, no os metáis en los asuntos internos de Rusia, porque nosotros también podemos pulsar algunas teclas; podemos tocar, por ejemplo, la tecla de Catalunya, nueve días antes de unas elecciones que pueden complicar la vida al Gobierno español. [O afianzarle, podríamos añadir].
Rusia no enviará jamás diez mil soldados a Catalunya. Esa trola de los servicios de inteligencia rusos solo se la creyeron algunos incautos que viajaron a Moscú para hacer méritos ante Carles Puigdemont. En el directorio del FSB aún se deben estar partiendo de risa. Rusia dispone de mecanismos más sofisticados para intervenir en la vida política de otros países y así lo demostró el viernes su experto ministro de asuntos exteriores, Serguéi Lavrov, duro como el pedernal, incombustible como Andréi Gromiko, el legendario ministro de exteriores de la Unión Soviética durante la primera guerra fría.
Lavrov es de la escuela de Gromiko. Se formó en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú e hizo carrera como segundo secretario de la delegación soviética en las Naciones Unidas. Es ministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa desde hace dieciséis años. (Gromiko desempeñó el cargo durante veintiocho años, desde 1957 a 1985). Rusia no cambia de ministro de Asuntos Exteriores cada cuatro años y eso explica algunas cosas.
El aparato estatal ruso, que está llevando a cabo un programa de rearme de gran envergadura, se siente fuerte pese a haber perdido las elecciones presidenciales de Estados Unidos, y pese a la amplitud del apoyo al opositor Navalni en la calle. El régimen de democracia severamente controlada que encabeza Vladímir Putin, se siente fuerte porque su vacuna contra la covid está siendo un éxito. La vacuna Sputnik V, con un 92% de efectividad, según los últimos estudios, está siendo solicitada cada vez por más países del mundo y acabará suministrándose en la Unión Europea, una vez haya obtenido la autorización de la Agencia Europea del Medicamento, certificación que Alemania ya ha empezado a apoyar abiertamente, ante las serias dificultades logísticas que están ralentizando el programa de vacunación en la Unión.
El portal norteamericano Bloomberg explica las claves del éxito: “La vacuna rusa, que fue despreciada, aparece ahora como una de las mejores armas contra la covid. Es tan eficaz como las inyecciones norteamericanas y supera a las vacunas chinas. La Sputnik V puede ser el mayor avance científico ruso desde la Unión Soviética”. Turquía empezará a fabricar en breve la vacuna rusa. México, Argentina, Venezuela, Paraguay, Bolivia y Nicaragua la han recibido con los brazos abiertos. El diezmado Brasil también la quiere. Varios países de África la están solicitando. Existe el proyecto de combinarla con una vacuna china.
El aparato estatal ruso se siente fuerte y tiene un as en la manga: el éxito de la vacuna Sputnik V
Se ha puesto en marcha la geopolítica de la inmunización y Rusia va a jugar fuerte. Y en eso, Josep Borrell aterriza en Moscú para hablar de Navalni –en tonos no muy agresivos–, y sale con la mandíbula rota. Dos días antes, el presidente Joe Biden había visitado el Departamento de Estado, dejando el siguiente mensaje a los altos funcionarios de la diplomacia estadounidense: “Reaccionaremos ante los intentos de Rusia de sabotear nuestra democracia y nos enfrentaremos a los abusos económicos de China”. Una posición intermedia de la Unión Europea en la segunda guerra fría, tal y como la desea Alemania y, con matices, Francia, va a ser muy difícil de articular.
En Italia acaba de caer Giuseppe Conte, el primer ministro que durante la pasada primavera, en el momento más crítico de la epidemia, autorizó la entrada de un convoy militar ruso medicalizado, que recorrió el país bandera al viento. Le sustituye Mario Draghi, que estudió en Massachusetts y fue vicepresidente de Goldman Sachs antes de ejercer la presidencia del Banco Central Europeo. La crisis política italiana, de gran importancia para España, ha girado en torno a la gestión y orientación de los fondos europeos, esto es, sobre las decisiones estratégicas que se deberán adoptar en Italia respecto a la transición energética, la tecnología digital y las aplicaciones de la inteligencia artificial. Esos son les tres ejes de la segunda guerra fría. La crudeza del actual momento es extraordinaria.
Vamos a ver la Sputnik V en España, sin soldados rusos en Catalunya. España será atlántica, muy atlántica, pero los indultos ya están tardando.
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