Su entrevista en ‘La Sexta’ ha sido un terremoto y consuma la ruptura con la dirección. Apuntan a su relación con Lapuerta, señalan a empresarios y a Correa y su entorno.
La entrevista del ex presidente José María Aznar en La Sexta, en el programa de este domingo de Jordi Évole, ha sido un terremoto dentro del partido, y, especialmente, en la dirección nacional del mismo, en ese nuevo equipo que llegó con la caída de Mariano Rajoy y que, en teoría, venía apadrinado por Aznar.
Aznar vino a decir que todo lo que él hizo estaba bien. Que la descomposición del PP empezó con Mariano Rajoy. Y que a este equipo no le perdona que pretenda romper con el pasado mediante decisiones como vender la sede nacional, desde la que él celebró aquel primer triunfo electoral del PP en unas generales, y sobre el que en estos días se conmemora su 25 aniversario.
Aznar negó cobrar sobresueldos. Y negó también saber nada de la financiación irregular del partido ni de los personajes que se movieron durante años libremente por Génova y que han terminado en la cárcel como «cabecillas» de la llamada «trama Gürtel».
Para el nuevo PP, el ex presidente Aznar es una carga, que «vive en una realidad paralela porque no ha asumido que ya no suma, sino que sólo resta». Esto se escucha en el entorno de Pablo Casado. A pesar de que el actual líder popular siempre ha mostrado una lealtad absoluta hacia Aznar, e incluso hizo de puente de interlocución en los momentos de mayor tensión entre Rajoy y Aznar.
Si el nuevo PP ve al ex presidente como una «carga», y lo mismo piensan de Rajoy, en el viejo PP, señalado también por Aznar, de lo que echan mano es de la memoria histórica y apuntan directamente a su etapa en Castilla y León, a empresarios como José Luis Ulibarri, que están señalados en las causas abiertas y con los que él tuvo una estrecha relación, a la Fundación CubanoAmericana, al «clan Mas Canosa», al empresario Jacobo Gordon (amigo de Alejandro Agag, el yerno de Aznar, y de Francisco Correa, el «Boss» de la Gürtel) y, por supuesto, al ex tesorero Álvaro Lapuerta.
La «fontanería» del PP de aquella época señala a Lapuerta como presunto emisor de los pagarés, «que algunos, los más listos», nunca firmaban como recibís, según puntualizan. Luego ya heredaría el «chiringuito» Luis Bárcenas. En el mando orgánico y en el control político de las finanzas nacionales y territoriales siempre ha habido una continuidad, «necesaria», dicen los más críticos con el pasado, «para proteger a los de arriba y garantizar el silencio de todos».
Aznar ni siquiera convence ya al nuevo PP con sus tesis sobre el 11-M. Con la información que hoy existe y la evolución de los protagonistas de aquella teoría de la conspiración, en las filas populares manejan como explicación más generosa la propuesta de que Aznar perdió en los atentados de Madrid el control policial y de la información por inseguridad y errores de estrategia propios, no porque le confundieran intencionadamente desde fuera.
Con todos estos elementos, el 25 aniversario de la primera victoria electoral de Aznar certifica otra ruptura más entre el pasado y el presente. En la organización popular se asienta el relato de que la presunta caja B y los presuntos sobresueldos y comisiones vienen de antes de la primera victoria en unas elecciones generales. De las primeras baronías territoriales, que entonces rendían cuentas a Don Manuel Fraga. Y que en todo ese proceso Aznar estuvo, primero en Castilla y León; luego, en Génova; y después, en Moncloa.
En la entrevista en La Sexta, el ex presidente aseguró, ante la pregunta de los sobresueldos, que él sólo ponía la mano en el fuego por sí mismo, dejando que se extendiera la duda sobre todo el aparato de poder que le rodeó a él y que luego continuó con Rajoy al frente del partido.
Los dos ex presidentes están citados como testigos en la causa que investiga en la Audiencia Nacional la financiación del PP y las presuntas irregularidades en la reforma de la sede de Génova. Hasta ahora el ex tesorero siempre ha dirigido sus «balas» hacia otras direcciones, pero salvando siempre la figura de Aznar.
Después del escándalo que supuso la publicación de los «papeles de Bárcenas», el ex tesorero ha ido cambiando de versión, según el interés de su defensa, hasta que en un último escrito de confesión a la Fiscalía Anticorrupción apuntó que, en algunos casos concretos de los que tiene información, hubo adjudicaciones de contratos públicos a empresarios en Administraciones del PP, a cambio de donaciones durante la etapa de José María Aznar en el Gobierno. La confesión se queda en papel mojado si no aporta ninguna prueba nueva durante el juicio.
Aznar vino a decir que todo lo que él hizo estaba bien. Que la descomposición del PP empezó con Mariano Rajoy. Y que a este equipo no le perdona que pretenda romper con el pasado mediante decisiones como vender la sede nacional, desde la que él celebró aquel primer triunfo electoral del PP en unas generales, y sobre el que en estos días se conmemora su 25 aniversario.
Aznar negó cobrar sobresueldos. Y negó también saber nada de la financiación irregular del partido ni de los personajes que se movieron durante años libremente por Génova y que han terminado en la cárcel como «cabecillas» de la llamada «trama Gürtel».
Para el nuevo PP, el ex presidente Aznar es una carga, que «vive en una realidad paralela porque no ha asumido que ya no suma, sino que sólo resta». Esto se escucha en el entorno de Pablo Casado. A pesar de que el actual líder popular siempre ha mostrado una lealtad absoluta hacia Aznar, e incluso hizo de puente de interlocución en los momentos de mayor tensión entre Rajoy y Aznar.
Si el nuevo PP ve al ex presidente como una «carga», y lo mismo piensan de Rajoy, en el viejo PP, señalado también por Aznar, de lo que echan mano es de la memoria histórica y apuntan directamente a su etapa en Castilla y León, a empresarios como José Luis Ulibarri, que están señalados en las causas abiertas y con los que él tuvo una estrecha relación, a la Fundación CubanoAmericana, al «clan Mas Canosa», al empresario Jacobo Gordon (amigo de Alejandro Agag, el yerno de Aznar, y de Francisco Correa, el «Boss» de la Gürtel) y, por supuesto, al ex tesorero Álvaro Lapuerta.
La «fontanería» del PP de aquella época señala a Lapuerta como presunto emisor de los pagarés, «que algunos, los más listos», nunca firmaban como recibís, según puntualizan. Luego ya heredaría el «chiringuito» Luis Bárcenas. En el mando orgánico y en el control político de las finanzas nacionales y territoriales siempre ha habido una continuidad, «necesaria», dicen los más críticos con el pasado, «para proteger a los de arriba y garantizar el silencio de todos».
Aznar ni siquiera convence ya al nuevo PP con sus tesis sobre el 11-M. Con la información que hoy existe y la evolución de los protagonistas de aquella teoría de la conspiración, en las filas populares manejan como explicación más generosa la propuesta de que Aznar perdió en los atentados de Madrid el control policial y de la información por inseguridad y errores de estrategia propios, no porque le confundieran intencionadamente desde fuera.
Con todos estos elementos, el 25 aniversario de la primera victoria electoral de Aznar certifica otra ruptura más entre el pasado y el presente. En la organización popular se asienta el relato de que la presunta caja B y los presuntos sobresueldos y comisiones vienen de antes de la primera victoria en unas elecciones generales. De las primeras baronías territoriales, que entonces rendían cuentas a Don Manuel Fraga. Y que en todo ese proceso Aznar estuvo, primero en Castilla y León; luego, en Génova; y después, en Moncloa.
En la entrevista en La Sexta, el ex presidente aseguró, ante la pregunta de los sobresueldos, que él sólo ponía la mano en el fuego por sí mismo, dejando que se extendiera la duda sobre todo el aparato de poder que le rodeó a él y que luego continuó con Rajoy al frente del partido.
Los dos ex presidentes están citados como testigos en la causa que investiga en la Audiencia Nacional la financiación del PP y las presuntas irregularidades en la reforma de la sede de Génova. Hasta ahora el ex tesorero siempre ha dirigido sus «balas» hacia otras direcciones, pero salvando siempre la figura de Aznar.
Después del escándalo que supuso la publicación de los «papeles de Bárcenas», el ex tesorero ha ido cambiando de versión, según el interés de su defensa, hasta que en un último escrito de confesión a la Fiscalía Anticorrupción apuntó que, en algunos casos concretos de los que tiene información, hubo adjudicaciones de contratos públicos a empresarios en Administraciones del PP, a cambio de donaciones durante la etapa de José María Aznar en el Gobierno. La confesión se queda en papel mojado si no aporta ninguna prueba nueva durante el juicio.
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