01/11/2022 Daniel Verdú |
La noticia llegó casi al comienzo del partido y la Curva Norte se quedó muda. Algunos comenzaron a recoger las pancartas y los artilugios de animación. Hubo carreras arriba y abajo de la grada, gente nerviosa al teléfono. Y cuando el árbitro pitó el final de la media parte, un grupo de 10 o 12 ultras comenzaron a desalojar a empujones a miles de personas que ocupaban los asientos del fondo norte del Giuseppe Meazza, donde el Inter jugaba contra la Sampdoria. Vittorio Boiocchi, líder de los radicales interistas, un delincuente que había pasado 26 años en la cárcel, había sido asesinado por dos sicarios que le dispararon cinco veces una hora antes. El jefe había muerto, así que lo único que debía celebrarse era su luto, decretaron sus fieles. Ni siquiera se festejó el golazo que marcó Barella pocos minutos antes. La decena de ultras comenzó a desalojar la grada, obligando también a marcharse a familias con niños y aficionados que no tenían nada que ver con ese mundo y que habían pagado su entrada. Nadie en el club hizo nada para impedirlo. La policía, para evitar males mayores, tampoco bloqueó la salida. Seguir leyendo>>
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