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Cuando hablamos de democracia nos solemos referir al gobierno de y para el pueblo, en el cual todos los mayores de edad sin distinción de sexo o raza votamos por nuestros representantes, les conozcamos o no, estando preparado para ello o incapaces, siendo sabios o ignorantes, pueblo que por cierto suele ser muy numeroso y cuyos intereses casi nunca coinciden; en donde los poderes ejecutivo, legislativo y judicial son independientes, o al menos deberían serlo. Bajo este prisma tenemos la costumbre de minusvalorar la democracia existente en Atenas en donde solo votaban el cerrado círculo de los ciudadanos masculinos -unos cuarenta mil entre una población estimada de más de medio millón de almas- y cuya sociedad era esclavista; es un claro error pues si no se debiera juzgar al siglo pasado bajo los ojos de este siglo mucho menos con algo que pasó hace veintiséis siglos. Además, si un ateniense levantara la cabeza y viera a lo que nosotros llamamos democracia se escandalizaría y pensaría que ha sido degenerada, y si posteriormente le explicáramos que ya no existe esclavitud y que todos somos libres claramente se reiría de nosotros y se preguntaría: “¿creéis de verdad que vuestros líderes os representan?, ¿los conocéis?, ¿acaso compartisteis mesa con ellos alguna vez o les saludáis cuando pasan por el portal de vuestra casa y preguntan por vuestros hijos o padres?, ¿acudís a las asambleas, votáis las leyes directamente o conocéis los programas de cada uno?, ¿realmente pensáis que vivís en libertad?”. A sus ojos todos seríamos esclavos.
Efectivamente este término, acuñado por los helenos de las palabras demos (población) y cratos (poder), sirvió para definir el estilo de gobierno que Atenas creó y que nació con la aspiración de poner coto al poder, primero del rey, más tarde de la aristocracia y finalmente de los líderes populares o tyrannos . En época clásica la vida política de la polis giraba en torno a su ágora alrededor de la cual estaban los edificios públicos como el Bouleuterion en donde se reunía el Consejo de los Quinientos o boulé los cuales eran elegidos cada año por sorteo –sí, por sorteo. Imagínese que un buen día llaman a su puerta y le dan una carta certificada, usted la abre y ante sus ojos se muestran unas líneas que rezan que ha sido elegido este año para representar a la ciudadanía como pongamos por caso diputado del congreso-; este órgano se encargaba de hacer las propuestas que se debatirían en la Asamblea Popular la cual se situaba en una colina próxima llamada Pnix y a la que asistían todos los ciudadanos con plenos derechos de Atenas que aprobarían o censurarían las leyes y propuestas –imagínese ahora quedando con su vecino en el senado, sí, pues todos seríamos senadores-. También aquí se llevaban a cabo las elecciones de quienes eran merecedores del destierro u ostracismo por su aumento de poder, tremendo elemento de control que a veces caía en la injusticia pero necesario para que nadie concentrara en sus manos excesiva influencia. Se celebraba escribiendo en un pedazo de cerámica ( ostraka ) el nombre del elegido.
De la ciudadanía estaban excluidos tanto los niños como las mujeres, los esclavos y los extranjeros o metecos ; este tipo de estado nos puede parecer mucho menos representativo que el actual por la exclusión de estos grupos pero también es cierto que todos los atenienses participaban de una manera activa en la política de la ciudad y que se preparaban a conciencia mediante el estudio de la retórica y otras disciplinas para defender sus ideas; así conocían perfectamente la materia que se trataba en cada momento, a los candidatos, etc...
Los atenienses tenían varios conceptos inherentes a su sistema: la igualdad antes las leyes o isonomía , la justicia o diké , las leyes o nomoi, la opinión o bouléy el buen gobierno o eunomía . La libertad era fundamental en su modo de vida, la individualidad que poseían hizo que surgieran grandes genios y el ahorro del trabajo que los esclavos proporcionaban hizo que estas personalidades se desarrollaran en toda su amplitud –no podemos deformar la historia criticando en exceso ni pasando por alto su sistema esclavista, injusto a todas luces, pero es que para un griego en nuestra sociedad todos seríamos esclavos, no solo unos pocos-. Según decía Aristóteles no hay sabio sin ocio. Otra consecuencia de este modelo es la necesidad para los atenienses de crear un imperio que los sostuviera, pero no diremos nada acerca de esto pues nos es a todos bastante cercano y evidente.
Seguramente que si los griegos no se hubieran debilitado con las incansables guerras que se produjeron entre las diversas ciudades estado y la polis no hubieran entrado en crisis los helenos, habrían mejorado su sistema haciéndose más universal y los esclavos ganado en derechos, pero llegaron guerras mayores, y primero el sistema macedonio y luego la imparable máquina estatal romana cambiaron por siempre el sentido de la libertad ateniense
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