sábado, 30 de marzo de 2013

Progamar o ser programado


ESTAS SON LAS CONSECUENCIAS DE LOS RECORTES EN LA ENSEÑANZA Y FORMACIÓN DEL PUEBLO.

NO A LOS RECORTES



La enseñanza de tecnologías de la información está tremendamente desfasada
En EEUU, nueve de cada 10 escuelas no ofrecen cursos de programación
El bache entre el presente y el futuro es aún mayor en España
Londres (Corresponsal) |Reuters
Actualizado sábado 30/03/2013 04:08 horas


Todos hemos vibrado estos días con el cuento de hadas de Nick DŽAloisio, el chaval que aprendió a programar a los diez años y que dio el pelotazo de su vida a los 17 con el Summly, la aplicación para móviles adquirida por Yahoo por más de 23 millones de euros. Pocos habrán escuchado sin embargo la historia de Cameron Crossan, el niño de 13 años 'fichado' por fraude por la policía tras gastar más de 4.000 euros de la tarjeta de crédito de su padre, para comprar juegos para el iPad.

Las dos noticias, cara y cruz de la tecnología, ponen sobre el tapete el dilema shakesperiano formulado por Douglas Rushkoff: 'Programar o ser programado'. Con Rushkoff coincidimos hace un par de años en Nueva York, cuando predicaba sus diez mandamientos para la era digital, que nos sirven de moraleja para la doble historia de los niños británicos. "La tecnología está aquí y es cada vez más ubicua. La cuestión real es: ¿La dirigimos nosotros o dejamos que sea ella la que nos dirija? ¿Aprendemos a programar o quedamos a merced de los que la programan? ¿Creamos el software o nos convertimos software?".

Rushkoff, 52 años, autor de 'Cyberia' y miembro activo del movimiento 'cyberpunk', no es el típico 'geek' que aboga por la tecnología a toda costa. Tuitea de pascuas a ramos, usa Facebook con fines estrictamente comerciales ("nunca vendas a tus amigos") y procura mantener muy vivo el espíritu de apertura y colaboración de la red. Pertenece más bien a la generación de tecnófilos que se fueron haciendo «tecnohumanistas», como Jaron Laneir, autor de 'Tú no eres un gadget' y del más reciente '¿Quién posee el futuro?'.

Douglas Rushkoff
Nick D’Aloisio, el millonario imberbe que ha vuelto a poner en el candelero a Yahoo, no ha leído aún a Rushkoff (que estos días se desmarca con 'El shock del presente'). El libro que cayó en sus manos cuando tenía diez años era 'Programación en C para tontos'. Se lo regaló su madre, Diana, visto el interés de su hijo por los ordenadores y el poco estímulo que recibía en la escuela.

'Enséñate a tí mismo'

DŽAloisio es esencialmente autodidacta. Casi todo lo que sabe de programación lo aprendió por sí mismo, con ese espíritu práctico y lúdico que tantas se veces se pierde en la escuela («es un milagro que la curiosidad sobreviva a eso que llamamos educación», decía Einstein). El chaval siempre estuvo entre los mejores de la clase, pero donde aprendió a marcar realmente la diferencia fue en las horas extra gastadas en su dormitorio y siguiendo la máxima que aprendió de sus ídolos, Steve Jobs y Mark Zuckerberg: «Enséñate a ti mismo».

Su primera aplicación se llamó FingerMill: un cinta corredera virtual para los dedos en la pantalla del móvil. A lo tonto y jugando, aprendiendo de sus propios errores y sin mayores pretensiones, acabo lanzando el TrimIt, embrión de lo que finalmente sería el Summly, la aplicación que le ha hecho mundialmente famoso.

La idea se le ocurrió con 15 años, mientras preparaba los exámenes y desesperaba viendo los 'ineficientes' que resultaban sus búsquedas en Google. "Me di cuenta de que es muy fácil perderse con toda la información que se encuentra en la red. Así que tuve la idea de crear un algoritmo que resumiera los resultados y los organizara de una manera automática, de manera que sean más fácilmente legibles en la pantalla de una Smartphone».

Los casos de Nick DŽAloisio, y Cameron Crossan (el niño que «arruinó» a su padre bajando juegos de pago para el iPad) ha reabierto en el Reino Unido el debate: '¿Qué aprenden nuestros hijos en los ordenadores de la escuelas?' La cuestión no es ya si más o menos tecnología, si no qué uso se hace realmente de ella.

Problema en las aulas

Hoy por hoy, tan sólo en 150 escuelas británicas se enseña programación. La enseñanza de tecnologías de la información (ICT) está tremendamente desfasada y los niños aprenden poco más que lo que hace tiempo a aprendieron por sí mismos en sus casas. El diario The Guardian y Google se han embarcado en una campaña para incluir la programación de ordenadores en el currículum y el Ministerio de Educación ha pedido ayuda a la industria para ponerse al día.

En EEUU, nueve de cada 10 escuelas no ofrecen cursos de programación, ni siquiera a niveles tan básicos como el Scratch, el Kodu o el Small Basic. La organización Code.org (con el apoyo entre otro de Bill Gates y Bill Clinton) está impulsando la campaña promover los estudios de Ciencias de la Computación, ante el desfase que se prevé de aquí al 2020, cuando los 400.000 estudiantes universitarios serán del todo insuficientes para cubrir los 1,4 millones de empleos en el sector. El bache entre el presente y el futuro es aún mayor en España, donde persiste el debate sobre la tecnología en las escuelas sin llegar al fondo de la cuestión: la necesidad de usar el ordenador como herramienta de creación y colaboración, en un mundo que poco o nada se parecerá al que tenemos ahora.

El sistema está en crisis, y quizás haya que empezar reinventándolo desde los fundamentos de la educación, permitiendo que los niños tomen una parte más activa en su propio futuro y rompiendo de una vez los estrechos moldes de currículum, las notas y las asignaturas que siguen siendo esencialmente las mismas que hace treinta años. El reto pasa también por un profundo cambio en el rol de los profesores (y de los padres), que deberían ser más «facilitadores» o «guías» en un proceso de búsqueda y aprendizaje que estimule el autodidactismo.

«Se nos va demasiado tiempo y energía intentando programarnos unos a otros», escribe Douglas Rushkoff. "Y al final, no sólo no sabemos programar, sino que nos importa bien poco. No valoramos lo que está en juego, que es nuestro propio destino como civilización». Frente a la tendencia de programar por programar, o para satisfacer las demandas de los poderes económicos, Rushkoff reivindica precisamente el propósito de la tecnología como herramienta liberadora, al servicio de una joven generación que va más allá del 'prodigio' de Nick DŽAloisio.

Jack Harries, 19 años, fundador de Digital Native Studios y creador de JacksGap, la serie de microvídeos con 61 millones de seguidores en Youtube. George Burgess, 21 años, fundador de Education Apps, aplicaciones de ayuda al estudio a las que se han subido la BBC y la Universidad de Oxford. James Gill, Geoff Wagstaff y James Taylor, veinteañeros y credaores de de GoSquared, el portal en tiempo real para interpretar los análisis y las estadísticas, utilizado 30.000 empresas en todo el mundo. Jess Ratcliffe, 22 años, fundadora de la plataforma de intercambio de juegos GaBoom y creadora de Thisyr, un portal donde la gente joven –y no tan joven- comparte sus aspiraciones y promesas.

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