De cómo el embajador alemán mete la pata por hablar de corrupción
Si es verdad que la diplomacia no es otra cosa que el arte de la prudencia, el embajador alemán en España tiene que volver a clase (de diplomacia, se entiende). Ocurrió hace unos días. Carlos Espinosa de los Monteros, el Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España (que así se llama el invento), contaba a sus escuchantes las bondades y fortalezas de la economía española y de sus gentes. Todo debía ser tan bonito que en un momento del coloquio alguien levantó la mano para preguntar.
No era otro que el embajador de Alemania en España, Reinhard Silberberg, quien ni corto ni perezoso le espetó al representante del Gobierno: "¿Y de la corrupción en España, qué nos puede decir?" Como se ve, una pregunta muy poco diplomática. Impropia del representante de un país amigo.
No sabía con quién se las gastaba el teutón. Espinosa de los Monteros, acostumbrado a bregar con preguntas impertinentes desde sus tiempos de presidente de Iberia y del Círculo de Empresarios, le respondió sin temblarle el pulso. ¿Y eso me lo pregunta usted, que tiene en su país la empresa más corrupta del mundo? Se refería a Siemens, salpicada por numerosos casos de corrupción en medio planeta.
Como se recordará, Siemens estuvo implicada en asuntos de sobornos en los años 90 en España por obras relacionadas con la construcción del AVE a Sevilla. Eran los tiempos del célebre convoluto que percibió el exembajador de Alemania en España, Guido Brunner -ya fallecido- acusado de cobrar comisiones de Seat por un pelotazo urbanístico. Y es que hay veces que es mejor callar y escuchar
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