Por Ciudadano 014-Q
Es indudable que la Iglesia y los poderosos de su tiempo fueron capaces de percibir el riesgo
que para sus privilegios suponía un pensamiento tan penetrante y sutil
como el del florentino Nicolás Maquiavelo. De hecho, vencieron en la
guerra de propaganda que emprendieron contra la verdad y aún hoy en día
muchos ignorantes califican a este filósofo como “defensor del
despotismo”.
Esta interpretación solo es sostenible tras una lectura superficial de “El Príncipe” (1513).
Si alguien al leer esta obra analiza con un poco de atención el uso de
ejemplos, los paralelismos, la crudeza en la descripción de los
príncipes y el sentido explícito que el florentino le da a este libro,
debe concluir que Nicolás Maquiavelo era escéptico, como poco, sobre la
idoneidad del principado como forma política.
Sin
embargo, incluso para el lector menos atento, es evidente que en su
libro “Discursos sobre la primera década de Tito Livio” (1512-1517)
Maquiavelo proclama su desprecio hacia el principado, al que considera
un sistema político claramente inferior a una república dirigida por el
pueblo.
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