22/03/2021 |
El infierno de malos tratos continuados que la hija de Rocío Jurado vivió con su exmarido, Antonio David Flores, pone sobre la mesa el debate sobre la violencia de género y la misoginia que siguen perpetuadas en la sociedad.
España quedó en 'shock' tras la emisión de los dos primeros episodios de ‘Rocío. Contar la verdad para seguir viva’, la docuserie de Mediaset España dirigida por Ana Isabel Peces en la que Rocío Carrasco, hija de la cantante Rocío Jurado y el boxeador Pedro Carrasco, se sentaba por primera vez frente una cámara para revelar el infierno de maltrato continuado que vivió junto a su expareja, Antonio David Flores, su sufrimiento por la no-relación con sus hijos desde hace años y su intento de suicidio, en agosto del 2019. Uno de los testimonios televisados sobre violencia machista más desgarradores jamás emitidos en antena en horario de máxima audiencia.
La imagen de una Rocío Carrasco devastada, bañada en lágrimas, que reconocía haber sido diagnosticada con un “síndrome ansiosodepresivo moderado-grave” que la había llevado a intentar quitarse la vida con una sobredosis de pastillas, tuvo el impacto de una bomba atómica. Las reacciones en las redes sociales no se hicieron esperar y la clase política saltó al ruedo. La ministra de Igualdad, Irene Montero, abrió un hilo en Twitter en defensa de Carrasco, "una víctima de la violencia de género en cuyas palabras se pueden ver reflejadas muchas mujeres de España que no ven salida a su situación, sobre todo cuando no reciben el apoyo de la Justicia". La diputada socialista Adriana Lastra dijo de la 'celebrity' que es "una mujer valiente, una superviviente". El hastag #RocioYoSiTeCreo comenzó a correr como la espuma. E Iñigo Errejón, líder de Más Madrid, recordó el caso de Ana Orantes, asesinada por su marido tras una entrevista en televisión que causó una enorme conmoción social y una remodelación del Código Penal.
“El relato de un maltrato es catártico y sanador para la mujer que lo lleva a cabo e imprescindible para que otras mujeres aprendan a detectarlo”, explica a este diario Luis Pliego, director de la revista ‘Lecturas’. “La propia Rocío cuenta que ella veía con normalidad las situaciones que vivió con Antonio David desde los 18 años. No tenía con qué compararlo. De ahí la importancia de su testimonio en el documental”, añade el periodista. En verdad, nadie imaginaba que un culebrón de la prensa sensacionalista iba a levantar tantas ampollas y poner de manifiesto algunos de los problemas estructurales más graves que siguen enraizados en nuestra sociedad. Son muchos y variados, pero todos se concentran en algo muy básico: el descrédito sistemático a las mujeres y las consecuencias que ello conlleva.
Telecinco, el altavoz
Durante el 'show' televisivo paralelo a la emisión de estos dos episodios, el 0 y el 1, conducido de forma pulcra por Jorge Javier Vázquez, se habló de temas importantes de una forma contundente que no suele ser la habitual en los programas que configuran el conglomerado de Mediaset: de la violencia machista, del maltrato psicológico, de las lagunas del sistema judicial, de la hipocresía de los propios medios de comunicación y de la salud mental de las víctimas de abuso. El documental permitió a los espectadores adentrarse en unos hechos de los que hasta ahora solo habíamos tenido una única versión, la de Flores, convertido en estrella mediática y que durante años ha esparcido la semilla del odio hacia su persona, al mismo tiempo que construía su imagen de víctima y padre modelo.
Curiosamente, o no, en la misma cadena, Telecinco, que durante años había dado al exguardia civil Flores un altavoz privilegiado. “Efectivamente, es el mismo altavoz desde el que se han vertido todo tipo de ataques contra ella. Pero Rocío controla ahora la narrativa. Ha impuesto sus condiciones sobre el tratamiento que se le da a su testimonio. Y nadie puede pagarle la cifra que le ha dado Mediaset”, analiza Pliego, que considera que a Carrasco no le quedaba ya otra salida que denunciar su caso en televisión: “Ha intentado silenciar a su ex primero por la vía judicial. Tiene más de 10 demandas por intromisión en el honor. También lo denunció por un delito de malos tratos continuados en el tiempo. Pero Antonio David no fue acusado por el fiscal ni juzgado tras la denuncia, por lo tanto legalmente es inocente. Así que a Rocío es la única salida que le quedaba: contarlo en televisión en 'prime time'”.
La pregunta parece inevitable: ¿era necesario llegar a esto para que levantar la conciencia del espectador? Al parecer, sí. Para que las cosas cambien se necesitan fuertes revulsivos que generen un impacto social. La televisión siempre ha tenido ese poder y lo ha utilizado como le ha dado la gana y el público es un receptor que absorbe todos esos mensajes y se nutre de ellos. Su responsabilidad, por lo tanto, es máxima a la hora de educar en valores, pero esto casi nunca sucede y los debates suelen reducirse a un espectáculo circense.
Conectar con el público masivo
Puede que ‘Rocío. La verdad para seguir viva’ también tenga mucho de barraca de feria, desde luego, pues su formato parecía estar así planteado, aunque revestido de una gravedad algo impostada: esa apertura al piano con la canción ‘Tout l’univers’, de Gjon’s Tears, representante suizo en el festival de Eurovisión; esa banda sonora elaborada a base de temas de Max Richter, como el sobrecogedor ‘Path 3 (7676)’ de su disco ‘Sleep’... Todo en el marco de un heterogéneo foro de debate compuesto por figuras que nos llevaban desde 'socialités' como Belén Esteban o Lydia Lozano a la periodista Ana Pardo de Vera; la seriedad de todo lo que se hablaba mezclado con la frivolidad intrínseca del medio, unido a la perversa ambigüedad moral que rodeaba el ambiente... Un ‘cacao maravillao’ al más puro estilo Telecinco.
En cualquier caso, y más allá del discutible ‘show’ paralelo, lo que sí ha conseguido Rocío Carrasco es conectar con el público masivo a través de su historia y poner encima de la mesa un debate público que necesita referentes a la hora de visibilizar una lucha reivindicativa que lleva años en proceso. Así, la crónica rosa ha conseguido generar conversación alrededor del machismo y la misoginia que sigue perpetuándose en nuestro sistema. En estos dos primeros capítulos, una Carrasco ora firme, ora al borde del quebranto, enumera con memoria y precisión buena parte de los insultos y amenazas que ella sufrió en carne propia, y que corresponden con los prototípicos patrones de comportamiento machista que comienzan socavando la autoestima de la mujer (“eres tonta, eres una inútil, estás gorda, estás loca”) para terminar asestando el golpe de gracia con el arma más dolorosa: “Eres mala madre”. “No quería sentir miedo, vergüenza, ser cuestionada por todo el mundo”, cuenta Carrasco, que advierte también del maltrato psicológico que han padecido sus hijos, Rocío y David. Rota en lágrimas, con el diafragma casi subido a la garganta, ha relatado: "Cuando me devolvía a los niños en la puerta de la casa, salía a por ellos, hacía que los niños se despidieran de su padre, él me increpaba y me insultaba, aprovechaba esas tomas de contacto para insultarme y decirme que me los iba a quitar, 'hija de puta, te van a odiar, voy a hacer que te odien'".
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