jueves, 28 de febrero de 2013

CAMARGO CONTESTA A NARANJO


Jueves, 28 Febrero 2013 11:15

El PP está concentrado en defenderse de su tesorero: es como si Casillas tuviera que despejar los disparos de Ronaldo. En el otro campo, la cosa no mejora: el PSOE se ufana, con más pena que gloria, en intentar que toda su defensa deje de romper los tobillos de sus delanteros. Los dos grandes equipos han dejado de jugar al fútbol y parecen los niños de El señor de las moscas matándose entre ellos por un exangüe trozo de isla.
Bárcenas se comporta como un atracador armado que mantiene secuestrados… a sus compañeros de robo. Y el PSOE se sintetiza en Carmen Chacón, que es a la política lo que Corinna a la Corona: una busca sobrevivir saliendo en las portadas para decir pavadas, la otra posa en el Hola.
Todos los males de los partidos, como los de la sociedad, afloran en tiempos de crisis como la mierda flota mejor en un cenagal, esquivando un poco el Principio de Arquímedes para festejar la tercera ley de Newton: cuando un cuerpo ejerce una presión sobre otro, éste devuelve la misma. Mera supervivencia.
Sorprende, no obstante, que una vez se constata el secuestro de los grandes partidos por las famiglias que los controlan con ánimo siciliano, sus millones de votantes, decenas de miles de afiliados y centenares de cargos respetables traguen quina con servil complicidad, como si en el viaje de defender una forma de entender la vida fuera incluido el respeto reverencial a quienes en realidad la matan.
Nadie en la Ejecutiva Federal del PSOE levantó el índice durante años para decirle a Zapatero que aquello que decía y hacía, casi al completo, era una gilipollez. Y nadie, en la del PP, alza la voz para expresarle a Rajoy una pregunta de aplastante lógica ruborizante: “Si Bárcenas nos ha robado, ¿por qué le tratamos como a un hermano?”.
Stefan Zweig narra en Momentos estelares de la humanidad  catorce miniaturas históricas que cambiaron el rumbo de los acontecimientos por pequeños detalles, no siempre previstos y ni siquiera especialmente grandiosos: un Goethe octogenario escribe Fausto como terapia para el desamor de una joven de 19 años; un Dostoyewski salvado de su ejecución, a pie de fosa, por la gracia del zar que de no llegar hubiera evitado la creación de Los Hermanos Karamazov o un Häendel poseído que escribe el Mesías en pleno proceso de apoplejía.
Pero hay uno que descarta la mágica casualidad y explica el éxito por la voluntad del protagonista. Es la historia del general Grouchy, el militar de la Francia napoleónica que facilitó la victoria de Wellington por sus dudas: siempre supo lo que debía hacer para ganar en Waterloo, pero no tuvo el ánimo ni la fuerza para contradecir las órdenes que le dieron.
Era un hombre preparado, un espléndido militar, pero la obediencia debida le colocó como epílogo del imperio caído. Aquí sólo vemos sargentos chusqueros, florianos y madinas abonados al silencio de los borregos o el berrido de los cochinos, pero no me negarán que la parte castrense del asunto explica muy bien por qué los cuarteles generales de los dos grandes partidos se han convertido en plácidos búnqueres berlineses bombardeados por los tanques soviéticos.
¿Y nadie va a levantar la voz?

1 comentario:

  1. ¿Y nadie va a levantar la voz?
    Contestando a su pregunta señor Naranjo yo levanto mi voz para decirle de que ademas de un pedante,engreido y un prepotente increible ha sido usted el principal cómplice de Bartolo 2011 en la orgia de corrupción que ha padecido la Ciudad de Alcalá de Henares y que gracia a su mutismo cobarde no tiene usted ningun derecho a dar lecciones de nada a nadie. Y ya que le gusta tanto las referencias bibliográficas le recomiendo que lea "EL ODIO A LOS COBARDES" de Gramsci.

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