LOS VERDES DE ALCALÁ DE HENARES
Diario Vasco
La corrupción política organizada, por Andrés Herzog
5 de Agosto de 2013
La corrupción política es una de las principales preocupaciones de los
ciudadanos y habitual tema de tertulias, noticias y artículos, en los
que se propugnan medidas para combatirla, muchas de las cuales se
realizan sin la reflexión que sería deseable. Sin ir más lejos, y en
estas mismas páginas, el abogado y escritor Javier Otaola dedicaba el
pasado día 23 de julio un artículo, ‘La responsabilidad penal de los
partidos’, a defender la inclusión de los mismos en el régimen de
responsabilidad penal de las personas jurídicas, a pesar de que tal
cuestión está ya vigente en nuestro ordenamiento jurídico, a raíz de una
enmienda que el Grupo de UPyD, presentó en la última reforma del Código
Penal, que fue aceptada por el Grupo Popular en el Congreso y
cristalizó en la Ley Orgánica 7/2012, de 27 de diciembre. Por lo tanto,
hoy es perfectamente posible que un partido político acabe penalmente
imputado y, en su caso, condenado ( a una pena que puede conllevar hasta
su disolución), por delitos cometidos por sus representantes. A quien
le interesen los pormenores de esta importantísima medida de
regeneración democrática (ignorada por los medios de comunicación), le
recomiendo la lectura del Diario de Sesiones del Congreso, en el que
podrá observar la furibunda oposición que la misma encontró en los
grupos del PSOE, IU, CiU y PNV, que calificaron la reforma de populismo
punitivo y, a su proponente, de querer criminalizar a los partidos
políticos.
Pues bien, no es raro que, de repente, esos grupos políticos que hace
bien poco denostaban una concreta propuesta regeneradora, ahora
presentan como propias, idénticas o parecidas medidas. Todo ello con los
consabidos parabienes de los medios de comunicación que, no sé si por
desconocimiento, o mala fe, jamás afean a los sobrevenidos usurpadores,
su errático comportamiento. Ni se preocupan de reprocharles el
incumplimiento de esas medidas, que se limitan a anunciar pero que jamás
ejecutan.
No es este el momento de hablar de la responsabilidad de los medios en
la crisis que nos asola, a la cual han colaborado con su clientelismo,
pero sí de una cuestión que, en mi opinión, rara vez se aborda: el
carácter sistémico de la corrupción política, que presenta las más
siniestras características del crimen organizado, y que es precisamente
lo que la hace tan difícil de combatir. Porque la corrupción política no
es un accidente ni una plaga de origen bíblico, sino que, como su
nombre indica, tiene una causa política, provocada por un proceso de
colonización de los partidos políticos de todas y cada una de las
instancias de poder del Estado: la Justicia, las Cajas de Ahorro, los
organismos reguladores como el Banco de España o la CNMV, el Defensor
del Pueblo y tantos otros que domeñaron y neutralizaron mediante un
calculado sistema de reparto de cuotas y puestos partidista. Victima
directa de dicha actividad predatoria han sido las Cajas de Ahorro,
utilizadas para financiar, con fines electorales, los más disparatados
delirios partidistas. Como abogado de UPyD en el procedimiento de
Bankia, he tenido ocasión de ver de cerca con qué impunidad los partidos
(con la inestimable ayuda de los sindicatos y la patronal) quebraron
las Cajas y cómo, cuando ya no quedaba patrimonio con el que hacer
frente a las deudas, vendieron el último activo, intangible, que quedaba
en sus balances: la confianza de sus clientes, generada durante
décadas, a los que colocaron productos tóxicos como las participaciones
preferentes, y les convencieron para invertir en disparatadas salidas a
bolsa. Y como todo atraco que se precie, se realizó tras desactivar las
alarmas del CNMV y del Banco de España, secuestradas por el bipartidismo
alternante.
Por si el anterior control partidista no fuera suficiente, se han creado
mecanismos de elusión del delito y de protección del delincuente. Solo
así se explica que en España contemos con nada menos que 10.000
políticos y cargos públicos aforados (cuando en ningún país de nuestro
entorno superan la decena), que no son procesados por su juez natural,
sino por uno especial como, por ejemplo, el Tribunal Supremo que, por el
sistema de nombramiento de sus magistrados, es más susceptible de ser
políticamente influenciado que un simple Juzgado de instrucción. No ha
faltado tampoco la planificación de vías de escape, como las maniobras
tendentes a la prescripción de los delitos, los acuerdos espurios con la
fiscalía para evitar la cárcel o, en última instancia, el recurso al
indulto, sobre cuya naturaleza también hemos propuesto medidas para que
deje de aplicarse de forma arbitraria, y que han sido rechazadas por el
rodillo bipartidista. Dicho proceso de infección parasitaria es grave en
el principal contrapeso del poder partidista, que es la Administración
de Justicia. Desde que nació, UPyD ha defendido que, sin una justicia
independiente, es imposible combatir la corrupción política. Hoy, sin
embargo, y para nuestra desgracia, vemos cómo se agranda el desprestigio
de las altas magistraturas del Estado, cuyas resoluciones, incluso
aquellas que pudieran ser técnicamente correctas, están bajo sospecha
por la forma de nombramiento de los jueces y magistrados. Bienvenidas
sean las medidas contra la corrupción política. Pero no nos engañemos,
tan solo saldremos de ésta, con un verdadero cambio de régimen, que
acometa las reformas estructurales necesarias que el bipartidismo ha
creado, que ponga orden en el elefantiásico Estado de las Autonomías y
obligue a los políticos a sacar sus manos de la Justicia, de los
organismos reguladores, de las entidades financieras y de los restantes
ámbitos de la sociedad. Les tendremos que obligar a hacerlo porque jamás
lo harán por propia voluntad.
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