30/07/2020 Francisco Marhuenda |
No se puede cuestionar el derecho de Abascal a presentar una moción de censura. Es un instrumento constitucional y responde a un criterio de oportunidad política. Lo pintoresco o excéntrico es hacerla en diferido. El líder de Vox anunció ayer que la presentará en septiembre. No recuerdo algo igual, aunque es posible que exista algún caso en el derecho constitucional comparado pero, insisto, lo desconozco. Uno de los aspectos políticamente más interesantes es, precisamente, la sorpresa. Se trata de un golpe de efecto para acorralar al rival o buscar una mayoría alternativa.
En este caso me ha recordado el monólogo de Gila cuando dice «¿Es el enemigo? Que se ponga ¿Ustedes podrían parar la guerra un momento? ¡Qué si pueden parar la guerra un momento!». Abascal buscaba un golpe de efecto y lo consiguió, pero resulta contraproducente. Una vez anunciada la moción en diferido, comienzan las vacaciones. Era evidente que Sánchez, pletórico por la peleas de gallos en la bancada de la oposición, aprovecharía la oportunidad. La primera contradicción era, precisamente, que se anunciara y no presentara.
Sánchez dejó claro ayer algo que es evidente: la oposición se puede preparar para «una legislatura larga». No tengo ninguna duda. Por su parte, Iglesias necesita tiempo para completar el relato de la presencia de Podemos en el Gobierno y será un socio fiel. La guerra cainita en el seno del centro derecha es la mejor noticia para La Moncloa. No hay un escenario mejor. La moción de censura no es contra el presidente del Gobierno sino contra el PP y Casado.
Lo que persigue Abascal es el liderazgo de la derecha y masacrar a los populares. En cierta forma es parecido a lo que sucedió en Francia con Jean-Marie Le Pen y luego con su hija Marine donde querían acabar con el gaullismo y no les importaba favorecer las mayorías de izquierdas. El Frente Nacional estuvo muy hábil a la hora de conseguir el voto desencantado del socialismo y el comunismo. El éxito en el extrarradio de las grandes ciudades y la clase trabajadora es algo que Vox no ha conseguido, de momento, en nuestro país.
Por eso, esta moción, legítima sin lugar a dudas, responde a una arriesgada estrategia política cuyo resultado veremos en el futuro. Me recuerda cuando algunos llamaban a Sánchez el okupa de La Moncloa y al final consiguieron, tras las elecciones, que fuera el inquilino de pleno derecho.
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