11-07-2021 |
Plan para agotar la legislatura. El Gobierno de la rectificación.
Sánchez da un golpe claro de timòn con tres ejes: economía, Europa y partido. Malestar en sus socios: arrincona a UP y ERC recela del «giro españolista».
Pedro Sánchez ejecutó ayer un sacrificio general de su equipo para sobrevivir él, y para intentar que su partido esté en mejores condiciones para aprovechar la crisis en Unidas Podemos, tras la fuga de Pablo Iglesias de la política. Cambio de caras, en el que prescinde de sus «pesos pesados», y gestos para que se interprete que, en teoría, hasta ha decidido dar una vuelta a sus prioridades para corregir el descrédito de su acción de gobierno.
Los hechos confirmarán el alcance real de esta enmienda formal a la totalidad con la que el jefe del Ejecutivo deja la imagen de que centra al Gobierno, lo hace más socialista, lo conecta más con la economía y arrincona a Podemos. Por debajo de la obligada retórica crítica de la oposición, precisamente hasta en la oposición reconocían ayer que el cambio de piezas puede alterar su estrategia. Habrá que ver luego si en este complicado contexto político el líder del PSOE es capaz de manejar a sus nuevos peones para conseguir esos objetivos.
Todas las crisis de Gobierno son una plataforma para que el presidente de turno genere expectativas que no siempre tienen los efectos de la puesta en escena. Pero, en este caso, la radicalidad del ajuste ha desconcertado a sus socios, a los que arrincona, y levanta también recelos en una oposición que ya ha comprobado con anterioridad la capacidad de Sánchez para reinventarse y hacer y decir justo lo contrario de lo que venía haciendo y diciendo.
En la literalidad del ajuste lo más relevante es la salida del su gurú de cabecera, Iván Redondo, que se va, pero porque Sánchez le deja fuera después de haberle dado todas las llaves del Reino. Y el otro movimiento con más significado es el relevo del catalán Miquel Iceta, seis meses después de nombrarle ministro de Política Territorial, como cerebro de la «operación Cataluña». Ahora se queda en Cultura, pero abre más incógnitas sobre el futuro de la negociación con el independentismo. También «es de nota», como comentaban ayer en las filas socialistas, la caída del ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, después de tener que tragarse el sapo de los indultos a los líderes del «procés» condenados por el Tribunal Supremo por sedición y malversación.
En ERC están muy molestos con las señales que envía esta remodelación, rectificación, del Gobierno, porque interpretan que en este golpe de timón Sánchez también se cuida de que se pueda leer el mensaje de que no quiere «más tonterías catalanas». Es evidente que deja sensaciones contradictorias porque el giro se produce justo cuando Sánchez acaba de tomar la arriesgada decisión política de conceder los indultos y tiene abierta ya una negociación discreta para poner en marcha en septiembre la «mesa» bilateral con la Generalitat. Iceta es el «padrino» de todos estos movimientos, como también Redondo ha sido uno de los grandes adalides de la operación diálogo con el secesionismo.
El presidente da a entender que está buscando otro camino para agotar la Legislatura. No quiere negociar sólo con Cataluña, quiere negociar con el dinero, y su prioridad son los fondos de la UE y los Presupuestos. Bruselas aplaude el nombramiento de Nadia Calviño como vicepresidenta primera, pero también el del diplomático José Manuel Albares como ministro de Asuntos Exteriores, con muy buena reputación en Europa.
En clave de partido, el PSOE se felicitaba ayer de que Sánchez dibuje la impresión de que, a sus socios, enrocados en su posición, les va arrinconado poco a poco dentro de un papel comparsa. En el que hasta la continuidad de Alberto Garzón como ministro ven como una suerte para el ala socialista del Gabinete y un quebradero de cabeza para los morados. A Unidas Podemos la estrangula su crisis de liderazgo, orgánica y territorial. Y sin Iglesias en el Consejo de Ministros, el líder del PSOE se ve con la autoridad suficiente como para hacer desplantes a sus socios o ningunearles. La respuesta que dio al ministro de Sanidad, con la polémica sobre el chuletón, es difícil, como apuntan en su partido, que se hubiera producido con Iglesias en el Gobierno. Sánchez cree que, sin Iglesias, Podemos ya no puede hacer sombra al PSOE ni plantearle tampoco un problema en las urnas. Pero en todo este análisis hay que incluir una clave determinante, que los morados tienen todavía hoy, y durante toda la Legislatura, los escaños que necesita el PSOE para sacar adelante cualquier iniciativa en el Congreso. Además de sumar a independentistas y otras minorías.
Pero a Moncloa le importa hoy más que en Bruselas estén tranquilos porque confían en que esto les dé tiempo para administrar las reformas impopulares ligadas a los fondos, e incluso posponerlas hasta después de las generales. En la cirugía que Sánchez aplicó ayer a su Gobierno también hay claves autonómicas y locales, que pueden afectar a barones más enfrentados con el «sanchismo», como el presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, Emiliano Page.
La crisis de Gobierno tiene un alcance mucho mayor del previsto, aunque Sánchez, hábil en la gesticulación, la dibujó todavía como más profunda de lo que en realidad puede llegar a ser. Y en su nuevo equipo crece la figura de Félix Bolaños, que se queda con la herencia de Carmen Calvo y con una parte del poder que atesoró Redondo.
Pedro Sánchez ejecutó ayer un sacrificio general de su equipo para sobrevivir él, y para intentar que su partido esté en mejores condiciones para aprovechar la crisis en Unidas Podemos, tras la fuga de Pablo Iglesias de la política. Cambio de caras, en el que prescinde de sus «pesos pesados», y gestos para que se interprete que, en teoría, hasta ha decidido dar una vuelta a sus prioridades para corregir el descrédito de su acción de gobierno.
Los hechos confirmarán el alcance real de esta enmienda formal a la totalidad con la que el jefe del Ejecutivo deja la imagen de que centra al Gobierno, lo hace más socialista, lo conecta más con la economía y arrincona a Podemos. Por debajo de la obligada retórica crítica de la oposición, precisamente hasta en la oposición reconocían ayer que el cambio de piezas puede alterar su estrategia. Habrá que ver luego si en este complicado contexto político el líder del PSOE es capaz de manejar a sus nuevos peones para conseguir esos objetivos.
Todas las crisis de Gobierno son una plataforma para que el presidente de turno genere expectativas que no siempre tienen los efectos de la puesta en escena. Pero, en este caso, la radicalidad del ajuste ha desconcertado a sus socios, a los que arrincona, y levanta también recelos en una oposición que ya ha comprobado con anterioridad la capacidad de Sánchez para reinventarse y hacer y decir justo lo contrario de lo que venía haciendo y diciendo.
En la literalidad del ajuste lo más relevante es la salida del su gurú de cabecera, Iván Redondo, que se va, pero porque Sánchez le deja fuera después de haberle dado todas las llaves del Reino. Y el otro movimiento con más significado es el relevo del catalán Miquel Iceta, seis meses después de nombrarle ministro de Política Territorial, como cerebro de la «operación Cataluña». Ahora se queda en Cultura, pero abre más incógnitas sobre el futuro de la negociación con el independentismo. También «es de nota», como comentaban ayer en las filas socialistas, la caída del ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, después de tener que tragarse el sapo de los indultos a los líderes del «procés» condenados por el Tribunal Supremo por sedición y malversación.
En ERC están muy molestos con las señales que envía esta remodelación, rectificación, del Gobierno, porque interpretan que en este golpe de timón Sánchez también se cuida de que se pueda leer el mensaje de que no quiere «más tonterías catalanas». Es evidente que deja sensaciones contradictorias porque el giro se produce justo cuando Sánchez acaba de tomar la arriesgada decisión política de conceder los indultos y tiene abierta ya una negociación discreta para poner en marcha en septiembre la «mesa» bilateral con la Generalitat. Iceta es el «padrino» de todos estos movimientos, como también Redondo ha sido uno de los grandes adalides de la operación diálogo con el secesionismo.
El presidente da a entender que está buscando otro camino para agotar la Legislatura. No quiere negociar sólo con Cataluña, quiere negociar con el dinero, y su prioridad son los fondos de la UE y los Presupuestos. Bruselas aplaude el nombramiento de Nadia Calviño como vicepresidenta primera, pero también el del diplomático José Manuel Albares como ministro de Asuntos Exteriores, con muy buena reputación en Europa.
En clave de partido, el PSOE se felicitaba ayer de que Sánchez dibuje la impresión de que, a sus socios, enrocados en su posición, les va arrinconado poco a poco dentro de un papel comparsa. En el que hasta la continuidad de Alberto Garzón como ministro ven como una suerte para el ala socialista del Gabinete y un quebradero de cabeza para los morados. A Unidas Podemos la estrangula su crisis de liderazgo, orgánica y territorial. Y sin Iglesias en el Consejo de Ministros, el líder del PSOE se ve con la autoridad suficiente como para hacer desplantes a sus socios o ningunearles. La respuesta que dio al ministro de Sanidad, con la polémica sobre el chuletón, es difícil, como apuntan en su partido, que se hubiera producido con Iglesias en el Gobierno. Sánchez cree que, sin Iglesias, Podemos ya no puede hacer sombra al PSOE ni plantearle tampoco un problema en las urnas. Pero en todo este análisis hay que incluir una clave determinante, que los morados tienen todavía hoy, y durante toda la Legislatura, los escaños que necesita el PSOE para sacar adelante cualquier iniciativa en el Congreso. Además de sumar a independentistas y otras minorías.
Pero a Moncloa le importa hoy más que en Bruselas estén tranquilos porque confían en que esto les dé tiempo para administrar las reformas impopulares ligadas a los fondos, e incluso posponerlas hasta después de las generales. En la cirugía que Sánchez aplicó ayer a su Gobierno también hay claves autonómicas y locales, que pueden afectar a barones más enfrentados con el «sanchismo», como el presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, Emiliano Page.
La crisis de Gobierno tiene un alcance mucho mayor del previsto, aunque Sánchez, hábil en la gesticulación, la dibujó todavía como más profunda de lo que en realidad puede llegar a ser. Y en su nuevo equipo crece la figura de Félix Bolaños, que se queda con la herencia de Carmen Calvo y con una parte del poder que atesoró Redondo.
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